25 jul 2008

Sueños del desierto (Lu Zhang, 2007)


De pequeños, mi hermana tenía una plancha cantarina. La colocaba en posición horizontal y emitía entonces el siguiente soniquete: "Tralaralarita, limpio mi casita; tralaralarita, plancho mi ropita; y todos los días, la misma tarea, más lo hago contenta, porque hay quien lo vea". Aquel incunable juguete arrojadizo hablaba del orgullo de cuidar lo tuyo, de lustrarlo y de velar por su 'statu quo'. Es lo mismo que hace el protagonista de Sueños del desierto, Hungai, quien vive en un 'yurt' (tienda de campaña típica de Mongolia) que se resiste a abandonar, aún cuando su mujer y su hija parten a la 'city'. Para él es más importante plantar árboles y que el páramo donde vive no sea engullido por el desierto que estar al lado de los suyos. La carrera es contrarreloj. Si no cumple con su salvífica misión en defensa del verde césped, perderá su honor. Eso parece más importante que velar por su hija, que se está quedando sorda en esta película muda . Vaya mi ignorancia por delante y me excuso anticipadamente para llamar al noble Hungai "valiente imbécil".

Líbranos del mal (Amy Berg, 2006)


Advierto ruidosamente de que los testimonios que contiene esta película no sólo son turbadores sino que pueden indignar, molestar y herir permanentemente al espectador poco informado de la sinopsis. Éste es un documental que habla de los actos pedófilos llevados a cabo por el padre Oliver O'Grady, quizá el ser humano más cercano al demonio que jamás haya existido. La directora Amy Berg consiguió, Dios sabe cómo, salpicar su impersonal (raro en tiempos de Moore y Spurlock) y académico trabajo con el testimonio del abusador, quien en los 70 y en los 80 intimidó a una comunidad estadounidense tras otra, siendo trasladado siempre, en vez de frenado, por la jerarquía eclesiástica. Se denuncian manejos y corruptelas por parte del estamento católico, con o sin razón, pero de manera, eso sí, muy contundente, escupiendo cifras escalofriantes. Películas como ésta son las que te roban un poco el alma y te hacen ver que este mundo es acaso más feo de lo que dice el telediario. Un consejo: si siguen queriendo verla, es requisito imprescindible hacerlo en ayunas. No por lo que se ve, sino por lo que se cuenta.

Doomsday (El día del juicio) (Neil Marshall, 2008)


Si mezclamos un futuro crepuscular, causado por un virus semejante al de 28 días después, con una mujer guerrera cortada por el patrón de la Milla Jovovich Resident Evil, a la que apoyamos con comando de élite, que poco a poco va cayendo como una tropa de moscas, al más puro estilo Alien, y aderezamos todo con un par de pinceladas de Un yanqui en la corte del rey Arturo (quien, para salvarse, ha de luchar en un duelo a muerte como el de Gladiator), casi hemos acabado. Pero, (¡unch!) aún queda una persecución automovilística salvaje, Mad Max. La chica, cuyo corazón es tan frío y tan puro como el de Terminator 2, se da cuenta casi al final de que es una simple herramienta en manos de su Gobierno corrupto, y, al final, como es la última mujer justa, acaba mordiendo la mano que le da de comer. Creo que es la única parte íntegramente original de la trama, aunque puedo equivocarme.

23 jul 2008

Zapping en tu cine


Puede darse la circunstancia este fin de semana de que, al visitar el macrocine del macrocentro comercial de tu barrio, te dé la sensación de que, en lugar de encontrarte ante la cartelera, te encuentras delante del teletexto.

No sería de extrañar que, entre los estrenos que se presenten ante tus narices, las adaptaciones de series televisivas sean amplia mayoría. La razón: a Hollywood se le ha secado el cerebro y pretende rentabilizar el éxito de los seriales catódicos en vez de intentar atraer a las masas con un producto nuevo, salido de la imaginación de alguien creativo, porque eso (pausa indignada) conlleva cierto riesgo.

Dos nuevas adaptaciones se suman a la propuesta de Sexo en Nueva York (la denostada y vilipendiada —por Volpini y el Dr. Etxea— traslación a la gran pantalla de ese anuncio de zapatos gigante que es la serie de Sarah Jessica Parker) este fin de semana: Superagente 86 de película y Expediente X 2: Creer es la clave. Ambas recrean dos series de gran tirón internacional, una de los 60, la otra de los 90. Las dos mitos.

Pero no son la misma cosa. Mulder y Scully vuelven a rodar un capítulo largo, secuela de Expediente X: La película (1998) con idéntico espíritu a la serie que estuvo en pantalla entre 1993 y 2002. Aquellos que se estremecieran con los acordes iniciales de Mark Snow y se turbaran con sus paranormales tramas, están de enhorabuena, pues el creador de la serie Chris Carter ha decidido no delegar como en la primera adaptación y se ha puesto el mono de obra. La duda está en saber la capacidad de reactivación que tiene un producto en apariencia enterrado.


Otra cosa distinta ocurre con el superagente. La película firmada por Peter Segal, autor de algunas de las mayores trastadas del gran Adam Sandler no es una continuación. No pone una mirada nostálgica en tiempos mejores. Eso ya se hizo hasta en dos ocasiones y no funcionó. 'Get Smart' (en el original) fue una serie nacida en el año 65 que contó con cinco temporadas, las primeras de las cuales fueron apadrinadas por el cómico Mel Brooks. Cuando el director de El jovencito Frankenstein se desvinculó de las tareas creativas en favor de Don Adams (protagonista de la serie), el globo fue dehinchándose poco a poco hasta su desaparición.

Pero sus siete Emmys enternecieron a los productores, quienes intentaron resucitar el éxito de miles de maneras diferentes, primero con un par de telefilms: The nude bomb (1980), con nadie a excepción de Don Adams repitiendo en los papeles principales; Get Smart, again! (1989), donde se recuperó al envejecido reparto, pero sin mucho que contar, y Get Smart 95, reanudación de la serie 25 años después con el disparatado Superagente 86 como jefe de CONTROL, la organización para la que siempre trabajó. Si penosos, por anacrónicos, habían sido los telefilmes, esta reedición sólo duró en la parrilla siete capítulos. Los tiempos habían cambiado.

Ahora coge la manija Steve Carell, el protagonista de Virgen a los 40 y, sobre todo, de la televisiva The office, coge algo viejo para fabricar algo actual. No revisa, reinterpreta. Los más de 110 millones de dólares de recaudación (y sigue sumando) hacen ver, en comparación con los tres que consiguió The nude bomb, que nos encontramos con un 'producto Carell' antes que con cualquier intento de homenajear el espíritu de Don Adams. A los puristas no les desagradará la elección del protagonista de Pequeña Miss Sunshine por su gran carisma y parecido con el agente original, y los neófitos podrán disfrutar de un juguete entretenido y carente de pretensión.

Hagamos un recorrido por la historia, parándonos en 10 de las adaptaciones (con cambio de protagonistas, no meras prolongaciones de la serie) más paradigmáticas que se han realizado:

  • La familia Adams (Barray Sonnenfeld, 1991): La serie de la melodía descacharrante, protagonizada entre 1964 y 1966 por John Astin y Carolyn Jones, fue adaptada dos veces (la segunda parte vio la luz en el 93) con notables resultados de taquilla.
  • Los Picapiedra (Brian Levant, 1994): Steven Spielberg estaba detrás de esta aburrida superproducción cuyo único mérito fue convertir, de manera bastante solvente, dibujos animados en cartón piedra. Salía una muy joven Halle Berry en un muy pequeño papel.
  • La tribu de los Brady (Betty Thomas, 1995): La ingenua película no conectó con un público que no echaba de menos la ingenua serie.
  • Mission: Impossible Brian de Palma, 1996): Ejercicio de virtuosismo narrativo por parte de Brian de Palma que ha conocido dos continuaciones (ambas muy entretenidas, aunque la primera bastante mal documentada). Se espera una cuarta en la que quizá Brad Pitt tome el relevo del ya no tan querido Tom Cruise.
  • El santo (Philip Noyce, 1997): Thriller solvente dirigido por el artesano Noyce a mayor gloria de la atractiva pareja protagonista formada por Val Kilmer y Elisabeth Shue. No te salva la tarde pero tampoco es una pérdida de tiempo.
  • Los vengadores (Jeremiah Chechik, 1998): La peor película jamás protagonizada por Sean Connery, Uma Thurman o Ralph Fiennes. La peor adaptación de una serie jamás hecha. Una de las más ridículas cintas de la historia.
  • Los ángeles de Charlie (McG, 2000): Saltitos y gadgets en una comedia que no se toma nunca en serio a sí misma. Le proporció montones de dinero a Drew Barrymore, protagonista —junto a Cameron Diaz y Lucy Liu— y a la vez productora. Conoció una secuela.
  • S.W.A.T. (Clark Johnson, 2003): Desfile de rostros hollywoodienses en una adaptación libérrima y sin alma de Los hombres de Harrelson.
  • Starsky y Hutch (Todd Phillips, 2004): El espíritu de los 70 pasado por el filtro humorístico de los capos Stiller y Wilson. No tenía absolutamente nada que ver con el original.
  • Miami Vice (Michael Mann, 2006): Solidísima revisión de Michael Mann por sí mismo. Incomprendida por parte de la crítica, incluye escenas realmente hipnóticas y una fotografía que quita el hipo. Farrell y Foxx visten con garbo los trajes de Don Johnson y Philip Michael Thomas.

19 jul 2008

Quedan 24 días para que llegue a España la tercera mejor película de todos los tiempos


Garci no es Billy Wilder pero en el 2005 dijo algo que recordó al dios de Trueba. "La primera hora de Batman begins es lo mejor que he visto en años", confesó el director y tertuliano. Wilder había afirmado lo mismo en su día con respecto a La chaqueta metálica, según recogía el imprescindible libro de cabecera "Conversaciones con Billy Wilder", de Cameron Crowe.

Heterodoxas afirmaciones ambas discordantes con la rancia opinión generalizada de que lo moderno no es cool. Si se paran a pensarlo, los dos segmentos destacados por los dos oscarizados directores tratan sobre entrenamientos, superación personal y derribo de las barreras físicas y mentales. Y hasta aquí mi percha, percha que viene a decir que Garci, con todos los galones que conlleva ser Garci, reivindicó una muy buena película de superhéroes, posiblemente la mejor hasta 2005 (Antonio Gasset dijo sobre ella que no es que fuera la mejor película de acción que se hubiera estrenado ese año, sino que era la mejor y punto). Y digo hasta 2005 porque el viernes se estrenó en USA su segunda parte, The dark knight, que tiene pinta de superar todos esos elogios.

Su récord histórico de copias -4.366, cuatro más que la tercera parte de Piratas del Caribe- demostraba la confianza que los mandameses de Warner tenían en un producto que venía envuelto en un aura mística debido al fallecimiento de Heath Ledger, aquel perdurable Ennis del Mar que aquí interpreta al nuevo Joker, verdadero capo de la función. Bombardeos publicitarios y malditismo regocijante para las masas frikis aparte, lo cierto es que la película funciona -"Vaya que si funciona", como diría Jimmy Jiménez Arnau-. Habemus segundo récord, pues la apuesta le ha salido bien a la compañía del conejo de la suerte. Sus 66,4 millones de dólares en el día de apertura -viernes 18- hacen de ella la película más vista de todos los tiempos en su primer día de exhibición rebasando ampliamente los 59,8 de Spiderman 3, reina hasta la fecha. Los 151,1 del primer fin de semana están al caer.

Pero no sólo de blockbusters vive el hombre, no sólo de películas taquilleras. Lo prometedor, lo que hará que se gasten las uñas de los dedos de tanto morderlas hasta el próximo 13 de agosto no es la escandalera de millones de pavos que lleva recaudados la cinta de Christopher Nolan. Lo verdaderamente seductor es que los cinéfilos del mundo, el pueblo llano que disfruta viendo cine, en lugar de destriparlo como los airados críticos, la han aupado en iMDB hasta el tercer puesto en el ranking de mejores películas de siempre. Todavía es pronto y puede que el tiempo la coloque en una más modesta posición. Lo cierto es que 7.041 personas le han dado una clasificación de 9,6, situándola sólo por detrás de El padrino y Cadena perpetua (ambas con 9,2 pero muchísimos más votos y vencedoras, por tanto, en la ponderación).

17 jul 2008

Tropa de élite (Jose Padilha, 2007)


Setecientas favelas hay en Río de Janeiro, microclimas infernales. 11,5 millones de espectadores vieron Tropa de élite antes de que se estrenara en las salas, lo que no frenó su carrera comercial. Tropa de élite habla de esas favelas. El bombazo taquillero fue similar al logrado por Ciudad de Dios en 2002. Hablamos de cine social. 174 es el nombre del bus que colocó a Jose Padilha en el mapa. En 2003 alumbró un documental sobre el secuestro de un autobús ocurrido en Río en el 2000. Y le llovieron los aplausos. Erre que erre. Tropa de élite pone también un ojo en la realidad espeluznante.

Tres son los protagonistas de este thriller en off: el capitán Nascimento y sus dos delfines, aspirantes a ser sus sucesores al mando de la BOPE (Tropa de Elite de Río de Janeiro), la policia que vigila a la policia. Dice Padilha que si se dejara la justicia en manos de la policia regular, los narcotraficantes no tardarían en hacerse con el poder. Dice Padilha que si los policias honestos libraran una batalla con los corruptos, perderían. Derechas e izquierdas, todos se indignaron en Brasil con esta historia de denuncia a los consumidores intermedios, a los porreros en lugar de los narcos -porque el mundo ha hecho así- o a los polis corruptos -que tan angelitos son-. Se tiende a exaltar al bruto, al torturador y se aprecia la semila de Jack Bauer. Oso de Oro en Berlin 2008. Nudo en la garganta. Fin.

PD: Véanla en portugués porque sin el soniquete no se entiende. Sin la música que empapa las palabras, los tiros -los muchos tiros- son menos desgarradores.

16 jul 2008

Hancock (Peter Berg, 2008)


Que odie a Los Simpsons no me exime de saber quién es Homer Simpson. Homer Simpson (al que graciosamente dicen Homero en Latinoamérica) es la caricatura del 'americano medio' (dejémoslo en la del 'americano perdedor'). Pues bien, tengo la teoría de que si le equipas con poderes especiales -con superfuerza y capacidad de vuelo es suficiente-, tenemos a Hancock, el superantihéroe por antonomasia. Le da vida el muy taquillero Will Smith, al que la Cienciología no le ha resultado tan perjudicial como a Travolta y a Cruise. Que sería un bombazo en USA, lo sospechábamos todos. Pero adivinar que Peter Berg (quien ofrece una de cal y una de arena), alumbraría una de las más entretenidas parodias de los últimos años, era harina de otro costal. Sin seguir la estela de las chorradas que siguieron la estela de Abrahams y Zucker, el director de Very bad things esculpe un bonito homenaje al 'te quiero más que a mí' y a la reinvención de uno mismo partiendo de un desecho ceniciéntico que surca los aires sin toparse (¡oh, sorpresa!) con ninguna bandera estadounidense.

9 jul 2008

Prométeme (Emir Kusturica, 2007)


Emir Kusturica se hace más asequible en esta Prométeme pero continúa con sus señas de identidad irrenunciables. El artista guitarrista, con una estructura similar a la fábula del chatarrero de Albert Plá, plantea el viaje iniciático del niño granjero Tsane. Su senil abuelo, alterado en el otoño de su vida por las hormonas, le pide como quien pide un huevo Kinder (a saber: algo nuevo, un juguete y un chocolate) que afronte la urbe, venda su vaca, se haga con un recuerdo y consiga esposa antes de volver a casa. El muchacho, que es obediente y un poco pardillo, acepta y se encamina.

A partir de ahí, todos los que se encuentra en su camino son enfermos sexuales, psicópatas o gilipollas sin más. No existe en todo el universo kusturítico (¿se dirá así?) nadie que se parezca remotamente a nuestra vecina del cuarto. Por eso no se puede ser estricto con él, que narra comics sobre gente extrema a la que le rebotan las balas y a la que los tiestazos en la cabeza les sientan bien.

Si se es capaz de aguantar, con voluntad espartana, las dos horas largas de subtítulos que desencriptan el desconocido idioma serbio y un folklore muy ajeno a la cultura eurooccidental, uno es capaz de encontrar oro entre los escombros, como ese italiano volador que ameniza todos los clímax o ese proyecto de novia más bella y encantadora que cualquier chica Bond. Kusturica, más frenético que de costumbre, ha parido una pieza tan contracorriente como aburrida y tan divertida como luminosa. ¿Me contradigo? No, es que es larguísima.

8 jul 2008

Gente de mala calidad (Juan Cavestany, 2008)




La Gente de mala calidad de Cavestany no está hecha de buena pasta. No son el tipo de personas en quienes te quieras ver reflejado y no son los amigos que elegirías para tus hijos, porque son mezquinos y te pueden apuñalar por la espalda. Una galería de desechos sociales, eso es lo que ha querido retratar de manera hiperbólica el director de El asombroso mundo de Borjamari y Pocholo. Apoyándose en uno de los mejores repartos de la temporada, pone su avinagrada mirada sobre los vagos, los perdidos y todos aquellos que se quedan apartados del sistema porque no saben, o no pueden, vincularse a las conductas de lo socialmente establecido.

No son frikis porque no tienen rarezas al margen de ser unos estúpidos emocionales: no podrían haber salido de la mente de Tod Browning, sino, más bien, de la de Todd Solondz en un remake patrio de su grimosa Happiness. Gente que no da pie con bola, vamos.

Alberto San Juan interpreta a Manuel, un perdedor con la 'p' muy grande que se desvinculó del grupo al interrumpir su relación con Osiris (híperbella, extrema Maribel Verdú). Por un desencadenante que no queda claro quiere volver a introducirse en la pandilla de tarados de la que hace tiempo huyó. Entonces surge el esperpento. No encontrará amistad ni apoyo en ninguno de sus amigos, tan sólo compañía. Compañía de mala calidad. Cuando se activa de nuevo el engranaje del grupo, un nudo coloniza la garganta del espectador perplejo, que se esperaba una comedia y se encuentra con algo amargo, desangelado y desolado, como cuando ves a un amigo de la infancia del que guardas buen recuerdo, pero cuando vas por la segunda caña te das cuenta de que te aburres y de que todo lo que había era... nada.

El tono de extremo pesimismo, de nula catarsis y de angustia no redimible choca frontalmente con la idea predeterminada del espectador medio, que familiarizado con muchos de estos televisivos rostros -y engañado por un tráiler que vende el producto como comedia pura- puede sentirse estafado. Aún así hay que reconocer cierto ángel al resultado final, ya que, aunque la mezquindad es el común denominador de sus caracteres, es imposible no empalizar en cierto modo con todos ellos. Hay que tomar Gente de mala calidad como lo que es, una tragicomedia con ecos del cine italiano de los 60 que trata, según su director, sobre "otro tipo de ganadores que son los perdedores".

7 jul 2008

Alberto San Juan: "Esta gente es de mala calidad porque no consigue entrar en la dinámica de la competitividad"



Alberto San Juan parece un pintor despreocupado. Su camisa de volantes y su cabello largo, cano, más cano que en cualquiera de sus películas, evoca cualquier imagen menos la de un cómico. En Gente de mala calidad interpreta a Manuel, el cabecilla de una pandilla de treintañeros en permanente estado de disolución.

EL HOMBRE MÁS AIRADO DE HOLLOWAY: Cuando usted conoció la fama por primera vez con Airbag, acudió al plato de Lo + Plus acompañado de sus compañeros de reparto, los también guionistas Karra Elejalde y Fernando Guillén Cuervo. Debido a un juego escénico, no le dejaron abrir la boca en toda la entrevista. Decían que usted sólo era guapo, que no sabía hablar. ¿Ha tenido que pelear mucho contra aquella imagen de florero?

ALBERTO SAN JUAN: Recuerdo aquellas entrevistas como algo horrible. Nunca me he sentido cómodo en la promoción porque, al fin y al cabo, esa es una actividad de agente comercial, de quien quiere vender algo. De pronto se pueden producir conversaciones porque te sientas con alguien a hacer una entrevista y charlas un rato agradablemente, pero nunca me ha gustado el proceso… Y nunca he tenido la sensación de ser un “chico florero”. No creía que hubiera una imagen de mí contra la que tuviera que luchar.

E.H.M.A.D.H.: Ahora está más consolidado que ellos, les ha sobrepasado en popularidad y reconocimiento (Goya al mejor actor en 2008 por Bajo las estrellas)…

A.S.J.: He tenido la enorme suerte de que siempre, más o menos, he tenido trabajo, pero me resulta un oficio muy difícil. No sé si alguna vez llegaré a pensar que tengo dominio sobre mi oficio, pero de momento no.

E.H.M.A.D.H.: Una de las cualidades del guión de Gente de mala calidad es que teniendo todos ustedes unos papeles tan desagradables, los consiguen hacer tiernos. ¿Estaba eso en el guión?

A.S.J.: Creo que sí. Creo que la mirada de Juan (Cavestany) tiende a la comprensión y no al juicio, y él seguramente siente mucha empatía y mucha cercanía por este tipo de personajes. Esta es una película sobre la impotencia para ser uno mismo por la falta de recursos o por la forma de vivir que hemos construido donde se anima a cosas que no van con nosotros, como la rentabilidad, la productividad... Son cosas inventadas por nosotros, pero que no forman parte de nuestra naturaleza. Esta gente es de “mala calidad” desde el punto de vista social por no lograr entrar en la dinámica de la competitividad.

E.H.M.A.D.H.: No lo logran, pero es que tampoco se esfuerzan. El personaje que interpreta Javier Gutiérrez va buscando monedas por la calle porque no quiere buscar trabajo…

A.S.J.: Pero es que tampoco saben cómo hacerlo. A todos les gustaría tener una casa, una familia y un buen trabajo, pero no saben cómo conseguirlo.

E.H.M.A.D.H.: ¿No cree que exista una crítica contra la vagancia por parte de Juan Cavestany?

A.S.J.: Puede ser. No sé si es un objetivo, pero quizá implícitamente haya una crítica a la pasividad antes que a la vagancia, a no tomar una postura activa frente a lo que te pasa para seguir el camino que tú elijas.

E.H.M.A.D.H.: ¿Considera que es una pandemia lo de llegar a cierta edad y olvidarse de los orígenes… pensar quizá que cualquier tiempo pasado fue mejor? A su personaje le pasa mucho en la película, bebe mucho de los recuerdos y sin embargo no tiene nada a lo que aferrarse cuando se encuentra con toda esa gente.

A.S.J.: Creo que la relación de todas estas personas nunca ha sido profunda. Se pueden haber querido mucho y haberlo pasado muy bien, pero seguramente nunca han hablado de lo que les pasaba, porque entonces podrían seguir haciéndolo; pero es que funcionamos así, porque ¿en cuántos grupos de amigos y familias la gente se expresa de verdad con libertad y sinceridad? Expresar lo que se siente y se piensa es difícil.

E.H.M.A.D.H.: Debido al reparto, al cartel y al tráiler, el público puede considerar que se encuentra ante una comedia cuando en realidad es una película bastante agridulce. ¿Cree que el boca-oído puede ser desfavorable? ¿Pensó en ese riesgo?

A.S.J.: La verdad es que, al no ser ni productor ni director, nunca me planteo cómo va a reaccionar el público. Es verdad que quizá la película tiene un punto incómodo pero eso la hace interesante, porque incomoda. Si no hubiera nada interesante no te produciría incomodidad, sino indiferencia o aburrimiento. Supongo que si hay algo que te descoloca es porque te toca.

E.H.M.A.D.H.: En teatro se ha implicado más en el proceso creativo. ¿En cine no se ha planteado nunca dar el salto a la dirección?

A.S.J.: Tendría que ser capaz de escribir un guión que me gustara y que me sintiera capaz de dirigir, porque no soy director ni sé dirigir. En el cine, aunque el director se enfrenta a cierta soledad, está muy acompañado por el director de fotografía, por todos los jefes de equipo, por el ayudante de dirección.... Realmente es una labor de equipo.

E.H.M.A.D.H.: En otras entrevistas he leído que le gusta escribir.

A.S.J.: Para la compañía de teatro en la que trabajo he escrito algunas cosas, pero para cine no. No es porque le tenga respeto. Si se me ocurriera una historia lo suficientemente buena y me viera capaz de hacerla, sí, pero no se ha dado el caso.

E.H.M.A.D.H.: Da la sensación de que los personajes de la película beben bastante de su personalidad, de su sentido del humor. ¿Les dejó el director libertad para crear los personajes?

A.S.J.: Sí. Los personajes estaban en el guión, pero siempre hay un margen para cosas que surgen en los ensayos y en el rodaje. El conocernos (Javier Gutiérrez, Pilar Castro…) tiene la ventaja de que ya hay trabajo hecho porque nos entendemos fácilmente, pero también encierra el peligro de que algo que nosotros consideramos que es gracioso realmente sea un código personal que no tenga mayor interés.

Pilar Castro: "Cuanto mayor te haces, más tiendes a la soledad"



Pilar Castro se ha convertido este año en un rostro popular a partir de su participación en la serie Cuestión de sexo, pero es toda una veterana de la profesión. Veinte años han pasado desde que abandonara la escuela de teatro, en la que compartió pupitre con Guillermo Toledo. Su personaje en Gente de mala calidad es el de esposa de Antonio Molero, y es el que tiene mejor calidad humana tiene de todos.

EL HOMBRE MÁS AIRADO DE HOLLOWAY: De una manera u otra es fácil relacionarla con el grupo Animalario y con su peculiar sentido del humor. ¿Se sentiría a gusto en un registro alejado de la troupé?

PILAR CASTRO: Yo no pertenezco al grupo. Es cierto que estudié con algunos de ellos: con Aitor Merino, con Secun de la Rosa, con Willy Toledo… A él le conozco desde hace 20 años y somos muy buenos amigos. Desde la escuela nació algo creativo muy bueno y se formaron dos grupos de teatro: Animalario y Caracalva, que era el mío. Nos hemos ayudado mucho y nunca hemos entrado en competencia, lo que ha hecho que fuéramos siempre cogidos de la mano. Nos une un sentido del humor muy parecido. A veces hemos trabajado juntos pero los que salieron adelante fueron Animalario. Yo he tenido proyectos con ellos pero también pero a veces ha sido simple casualidad el coincidir. En Cuestión de sexo, Willy puso la condición de que estuviera yo, porque nos llevamos muy bien trabajando y para hacer televisión es fundamental, pero en Los 2 lados de la cama falló la otra actriz (Leonor Watling) y me escogieron entre tres candidatas. Lo cierto es que hago lo que me echen.

E.H.M.A.D.H.: Define su papel en la película como a la líder manipuladora, sin embargo parece el de mejor calidad…es la única que en algún momento intenta ayudar a los demás.

P.C.: Es el personaje que mas chascos se va llevando. El director la veía más extrema, pero yo quería que fuera un personaje identificado con la realidad, alguien en quien cualquiera pudiera verse reflejado. Pero creo que sí, que es la más normal.

E.H.M.A.D.H.: ¿Es la cuarentena española tan triste como la define Cavestany?

P.C.: No, esto es sólo una historia. En las películas se suele hablar siempre de cosas más amables, más suaves… y esta es una película bastante amarga. Creo que, en la sociedad en la que vivimos, es verdad que, cuanto mayor te haces, más tiendes a la soledad y las relaciones con los amigos cada vez se distancian más. Por el tipo de vida que impera, hay menos tiempo para sincerarse y para hablar con tranquilidad. A los 40 poca gente llega a donde quería porque tenemos muchas taras emocionales. A los 20 las vas llevando, a los 30 crees que las puedes cambiar y a los 40 ya…

E.H.M.A.D.H.: ¿Parecía la película tan poco comedia al leer el guión?

P.C.: De lo que me he dado cuenta es de que todos los personajes estamos muy unificados dentro de un universo muy peculiar y eso creo que está bien. Es verdad que, al leer el guión, lo veía muy complicado de hacer, pero luego te das cuenta de que la película tiene bastante verdad y me gusta porque es muy diferente: peculiar y muy agria. Es una película en la que los personajes sobreviven, siguen adelante y continúan en la lucha, pero no por sus virtudes, sino a pesar de sus defectos.

6 jul 2008

An american crime (Tommy O'Haver, 2007)


El habitualmente buenrollista Tommy O'Haver, firmante de la divertida y ligera Así es el amor y de la infantil Hechizada, mete sus brazos hasta los codos en el lodo de An american crime, sórdido telefilm categorizado por sus intérpretes. Ellen Page estrena este drama, An American crime, siguiendo la estela del éxito de la más moderna Juno. La secunda la siempre solvente Catherine Keener en un papel repugnante.

Drama no: DRAMA. La tragedia de encontrarse en el momento erróneo en el sitio equivocado. Page sufre malsanamente las vejaciones de una bruja mala de corte similar a la de Hansel y Gretel. Terrorismo casero. Sólo que esta no sólo desnutre también apaga colillas en el brazo de la pequeña. Sólo que esta no parte de la imaginación de los hermanos Grimm, sino del corazón de Indiana, de la Indianda de 1965, de un escenario real. Esto, lamentablemente ocurrió.

¿Quién sabe delimitar lo que debe ser contado de lo que no? Evidentemente esta obra no servirá de catarsis ni de homenaje. Lo pasado, pasado está y en ocasiones el morbo es el único biorritmo de su repesca. Lo que sufrió Sylvia Likens es recordado y removido aquí con ojos de voyeur. No de manera excesivamente morbosa pero sí innecesaria.

3 jul 2008

Normal (Carl Bessai, 2007)


Tras la tromenta a veces no llega la calma. Hay veces en la calma no llega nunca. Cuando a una madre la separan de su hijo, dicen, es como si le arrancaran un miembro. Si muere en dramáticas circunstancias, la vida, sencillamente, no puede seguir. Carrie-Anne Moss hace de madre en sus cuarentas (que por cierto lleva bien) que lidia, aunque parece que no, con el accidente que dos años atrás le robó a su hijo. Se vuelve obsesiva compulsiva y triste, muy triste. Y su familia no la entiende, y ella no les entiende a su vez.

Hay dos tramas más en las que nadie se entiende tampoco. Un profesor hedonista, casado frustrado, que ya no porta el ardor que le acercó a una alumna y le animó a casarse con ella. Tiene un hermano autista al que le cuesta ligar. Además del chico rebelde, siempre lo hay, que tiene una novia que rivaliza con su madrastra. Todo un pollo lleno de infinitas ramificaciones altmanianas que hacen buena la teoría de "los seis grados de separación". Todos estamos conectados. Suenan ecos de Crash.

El desarrollo de la historia, bien dirigida por el canadiense Carl Bessai, atrapa con su atmósfera opresiva. Los personajes, cada uno con su mochila a cuestas, tienen todos cierta dosis de interés. Entremezclar historias en ocasiones conduce a valles narrativos, por ello es meritorio el hecho de saber dosificar equiláteramente los estímulos dramáticos hasta la catarsis final, bien compuesta también. No hay soluciones ni redenciones innecesarias en una película (cuyo título, Normal, es un capricho), de incómoda reverberancia. Una que empieza en marcha y acaba en marcha.

How to rob a bank (Andrew Jenkins, 2007)


Tenemos a un chico desamparado con una cara que proyecta una mezcla compensada entre picardía y perplejidad. Escena 1: Reza un manifiesto de denuncia contra las corporaciones bancarias que se aprovechan del insignificante ahorrador. Esta (piensa uno) va de devolver el equilibrio a las cosas, de Robin Hood en internéticos tiempos. El sujeto: Nick Stahl. Le recordarán de filmes como En la habitación, cruel víctima entonces. Y de Terminator 3, joven y esmirriado John Connor. Aquí le venden como galán desaliñado.

Su partenaire, una más de las neumáticas veinteañeras hollywoodienses de segunda fila, Erika Christensen, cuyo mérito más destacado es el de parecerse físicamente, mucho, a Julia Stiles. Escena 2: Ambos están presos en la cámara acorazada de un banco. De puertas afuera hay un grupo de atracadores comandados por un yuppie de postín; melena engomminada y avinagrado carácter. Sanguinario el tipo, se carga a rehenes sin piedad, al estilo Killing Zoe. Más de puertas afuera, una manada de policías, personalizados en un agente de malas pulgas, como si alguien se hubiera comido el último donut.

Tres escenarios comunicados por teléfono móvil. Hay que urdir un trato que satisfaga al triángulo: los de la cámara quieren salir (ilesos), los cacos quieren entrar (matando), el poli se resigna a que haya los menores daños colaterales posibles (echa de menos su donut). Cuatro actores con líneas decentes (en volumen no en enjundia) y un par de extras de relleno conforman una trama de duros basada en un guión confuso que se vale de un montaje sincopado para dar a luz a una de esas películas que hacen reflexionar sobre en qué estarían pensando los productores cuando decidieron rascarse los bolsillos para alumbrar algo como esto. Ojalá su dinero estuviera en las cajas y se lo llevaran los ladrones.

TV: Cómo conocí a vuestra madre


Y por eso Barney Stinson es el mejor secundario de comedia de los últimos diez años....

Perdóneseme la boutade, la frivolidad; perdóneseme el haber empezado la casa por el tejado pero es que el sujeto de estudio lo merece porque va contracorriente. Porque empieza por el final, en el año 2030 y deconstruye la historia de amor de Ted Mosby.

Ted es un arquitecto, y en el futuro, con la voz (sólo con la voz) de Bob Saget (el padre de las ya talluditas gemelas Olsen en Padres forzosos), ejerce de padre cebolletas con unos hijos que, por las caras de aburrimiento que muestran durante los 64 capítulos que componen las tres primeras temporadas, preferirían jugar a la videoconsola, disecar insectos o trabajar en una pizzería a media jornada. Todo menos aguantar a papá, que es un plasta.

A modo de flashback gigante (cada capítulo es una vuelta al pasado, a 2008), el Ted adulto cuenta batallitas relativas a sus años de treintañero a sus herederos (chico y chica), las que le teledirigieron hasta conocer a su (de ellos) madre. Por ello, quítense el sombrero ante un planteamiento estructural alejado de toda norma, radicalmente innovador, que da una vuelta de tuerca al punto de vista de narrador omnisciente (tramposo a veces, pues Ted relata escenas en las que ni siquiera aparece). Pero no sean duros, porque este hecho se compensa cuando de tocan las teclas de la condescendencia del público: hay más de una ocasión en que la fantasía es tan acentuada que Mosby recula, rectifica y borra de un plumazo una trama porque se da cuenta de que quizá no recuerda el pasado tal y como fue y ha metido ingredientes de su cosecha.

Por el tono y el colectivo social retratado, esta sitcom toma el relevo de la extinta Friends. El arquitecto, la profesora de jardín de infancia, el abogado, la periodista y el, el, el... sí aquí también hay un "Chandler" que nadie sabe a que se dedica: Barney, pero no nos anticipemos.

Ted conoció en la universidad a Marshall. Son amigos del alma, de esos que comparten todo. Más tarde se unió Lilly, que se casaría con el segundo y conformaría con ellos un trío bien avenido, todos compañeros de piso y sin problemas de espacio. Ted no es un sujetavelas, es el compañero ideal: ordenado, metódico, solidario, divertido... En el primer capítulo de la serie aparece Robin, de la que se enamora perdidamente el narrador. La trama de ese piloto sienta con precisión las bases de cómo discurrirá todo. Ted está asolado por su reloj biológico y no quiere tener relaciones casuales, la próxima chica será la definitiva. La conducta, tanto de él como de todos los habitantes del ecosistema Cómo conocí... quedan perfectamente dibujadas en ese jugoso capítulo que narra la historia del florecimiento de su amor con Robin y su posterior ruptura. Veinte minutos de lo más aprovechados; y cuando tanto los espectadores como los hijos están ya seguros del tormento que se viene encima, del imposible equilibrio relacional de los dos JASP, Saget se saca de la manga "Y esta, hijos míos, es la historia de cómo conocí a vuestra tía Robin". Contador a cero otra vez. ¿Nos dará la solución el segundo capítulo? Lo cierto es que no.

Lo cierto es que tras tres temporadas, las aventuras y desventuras del quinteto protagonista no arrojan nada de luz sobre el dilema universal. A veces hay remotas alusiones, a veces parece que se llegará a algo, pero los creadores Carter Bays y Craig Thomas no paran de tirar balones fuera. Todo un riesgo si se tiene en cuenta que la serie estuvo a punto de ser cancelada a mitad de su tercera temporada por su descenso de audiencia (situación atajada con un par de apariciones estelares de la extravagante Britney Spears), con lo que el misterio hubiera quedado prisionero por siempre en el limbo televisivo. Crimen. Si una sitcom ha requerido alguna vez un final redondo es esta. Es como si nos despojaran del final de Perdidos.

Pormenorizando, cabe decir que estos jóvenes, que se desplazan por Nueva York en taxi y que parecen tener reservas económicas infinitas, habitan en un ambiente calcado al de los Ross, Rachel, Joey y compañía. Cuando no están en el apartamento hablando de sus quehaceres, hablan de sus quehaceres en el pub de debajo de casa, su particular Central Perk. Sólo que aquí el café es sustituido por grandes jarras de cerveza. A veces ocurren borracheras épicas, historias de flirteo frustrado o desengaños laborales; temas adultos, en definitiva, pero siempre tamizados por un velo de humor blanco. Todos son divertidos, todos ocurrentes, son los típicos amigos que harían todo por ti, los que cualquiera querría tener a su lado.

Pero hay un protagonista en la sombra, alguien cuyo carisma es tan gigantesco que merece un capítulo aparte: Barney, el de la profesión indeterminada, el castigachicas, el que piensa que las mejores cosas ocurren siempre a partir de las 3 de la semana y serán "le-gen-da-rias", conoce a todos los taxistas de la ciudad, utiliza un leguaje propio (V.O. por favor), escribe un blog y obliga a Ted a ponerse traje en las citas. Puede que "Ponte traje" sea la frase más repetida de la historia de las telecomedias después de "¡Estábamos tomándonos un descanso!". Por su pecualiar manera de hablar, sus disparatadas teorías y decálogos sobre las relaciones sentimentales y por su absoluta asepsia moral, Neil Patrick Harris (aquel repolludo niño protagonista de Un médico precoz) es la estrella que tiene luz propia en una serie ejemplarmente diseñada, genialmente interpretada y grandiosamente orquestada como apología de la exaltación de la amistad.

Y por eso Barney Stinson es el mejor secundario de comedia de los últimos diez años....

1 jul 2008

TV: Samantha Who?




La robaescenas de La cosa más dulce y ex hija precoz de los Bundy en Matrimonio con hijos, Christina Applegate, estrenó serie en la TNT estadounidense el pasado mes de octubre y no salió mal parada. Bajo el ala de las grandes audiencias residuales de American Idol se hizo fuerte en pantalla. Más tarde, en parte porque empezó a caminar sola, en parte porque el interés por Samantha decrece conforme avanza la temporada, comenzó a desinflarse.

La sensación que provoca un primer visionado desprejuiciado del producto es que le falta el punch de mala idea que atesora parte de la gran comedia nortemericana actual. No tiene la acidez de Earl o Arrested development, ni el brío autoparódico de Scrubs o 30 Rock. Y, desde luego, no se acerca a la agudeza de Friends. La historia de Samantha Who? es la de Samantha Newly, un yuppie que en el minuto cero de la trama es atropellada por un coche y pasa en coma ocho días. Al despertarse no recuerda nada, ni a sus pesados padres ni a su apuesto y soso novio, ni a su amiga pija, ni a su vecina gruesa.

Gracias a ello es capaz de reinventarse, de diseñar su propio nuevo comienzo. El suyo es un recorrido parecido al del Henry que interpretó Harrison Ford en la película de Mike Nichols, un desconocido de sí mismo que debe recuperar el tiempo perdido a base de estímulos acción-reacción. Nada del pasado hace de ella quien es. Al menos esa es la apuesta conceptual de una serie que cree en la posibilidad de la redención del indeseable que llevamos dentro. Por los flashbacks que golpean la cabeza de Samantha con regularidad, uno se percata de que en el pasado era una arpía de cuidado, pero no importa, porque su condición de víctima la redime y hace que todo el mundo la quiera de un plumazo porque es garbosa y bienintencionada en su nueva etapa.

Lo malo es que la idea se agota a la altura del capítulo tres (de los 15 que componen su primera temporada). La premisa puede que sea moderadamente atractiva y sin ninguna duda el pilar protagonista está bien cubierto por Applegate. Otra cosa es que lo que le ocurra a todos los demás pueda importarle un pimiento a la concurrencia.

Samantha Who?
es una sitcom Applegatecentrista que pivota en torno a su rubia protagonista dual. Ángel y demonio. Carente de la sofisticación que debe ser bandera de una comedia de enjundia, tiene un regusto de ingenuidad ochentera que no le hace nada bien. Su radiografía detallada nos dice que en los tiempos previos a la democratización cultural apoyada en la red y en las televisiones satelitales nunca hubiéramos podido paladear este serie tan fácil de ver como de olvidar.