31 ago 2008

WALL•E: Batallón de limpieza (Andrew Stanton, 2008)



Lo mejor de WALL•E es su preámbulo: un mago y su conejo, que se putean sin cesar. La batalla entre el jefe y el subordinado, la escalada en la lucha de poder por motivos puramente alimenticios. Presto condensa lo mejor de Pixar. En los metrajes cortos son dioses, el problema es cuando buscan alcanzar irrenunciablemente la obra maestra y multiplican bobina perdiendo en concisión y ajuste. No hay un corto parido por la factoría de Lasseter, ni siquiera el que encabeza a la más perdurable de sus obras, esta ambiciosa parábola de robots más humanos que sus inventores, que no supere a su antecedida.

WALL•E (Waste Allocation Load Lifter Earth-Class), en su humanidad, no necesita de palabras para mostrarse franco y honesto. Es un robot enmoradizo y bondadoso que derrocha altas dosis de cine primario, el que, despojado de palabras apela directamente a lo más emocional de la sensibilidad. El patetismo que le confiere la soledad pasa de ser una artimaña a una atractiva máxima vital: si estás callado, pones cara de bueno y no te metes con nadie, nada malo te pasará. Más bien, todo lo contrario.

Se desprende una hipótesis: El ser humano lo empaña todo. Los hombres, justamente recluidos en una hojalata voladora de abominables dimensiones, han dejado La Tierra en paz y se han llevado consigo el terror, las envidias y la estupidez. En el momento en que hace acto de presencia, el mutismo muere y empieza el aburrimiento. Y entonces viene a la cabeza 'El oso' de Annaud y su nobleza. Y cuando todo mejora es porque los gordos se hacen más robóticos y no al revés. Y llega el final, que sabes que no será más que un nuevo comienzo donde nada será tan tranquilo.

Apocalipsis.

30 ago 2008

Paso de ti (Nicholas Stoller, 2008)


Mila Kunis (que está totalmente desaprovechada en 'Padre de familia' cuando sólo se le oye la voz) merece el precio del alquiler. Es la estrella que surge súbitamente en el hotel hawaiano donde se refugia Jason Segel (el Mashall de 'Cómo conocí a vuestra madre') tras sufrir un ataque de cuernos provocados por su novia de siempre, la incombustible 'Verónica Mars'. Cantera televisiva, y de la buena, en un nuevo producto de la factoría Apatow, que, para quien no lo sepa, es algo así como el John Hughes de ésta década. Esta comedia romántica está destinada a los jóvenes en general y a todos aquellos adultos no demasiado impresionables que saben sacar el trasfondo inteligente del teta-culo-pedo-pis con objeto.

29 ago 2008

El rey de la montaña (Gonzalo López Gallego, 2007)


Me dice Nacho Vigalondo que el cine español está en clara recesión. Que no sabe a qué atienden las decisiones de los distribuidores. No comprende que se pueda estrenar casi cualquier cosa yanqui que se filme y que los productos que se gestan aquí, los que atienden a la idiosincrasia nacional, sean tan ninguneados. Me dice que hay que estudiarlo mientras pienso que da para un doctorado en sociología. Me dice que hay que hacer una gran sentada y reflexionar. Le respondo que tiene razón el día que por fin estrena Los cronocrímenes. Es afortunado después de todo, porque tras tanto calvario su opereta de viajes en el tiempo de andar por casa consigue llegar a las pantallas.

Se queja de que su amigo Gonzalo López Gallego esté teniendo los mismos problemas para estrenar en España El rey de la montaña que los que él ha tenido con su meritoria ópera prima. "Es la película mejor distribuida del año en todo el mundo", confiesa. Con María Valverde y Leonardo Sbaraglia, atractivo reparto. Fácil de vender, en teoría. No me dice que es una peli en la que, en realidad, casi salen sólo ellos dos. Frenética, sí; y sin concesiones, pero no comercial. Me da pena que le cueste más estrenar a Vigalondo que a Michael Bay. Entiendo que lo nuevo de López Gallego sea difícil de digerir y, por tanto, de consumir. Si fuera italiana, incluso británica, no llegaría aquí. No llego a desenmarañar las motivaciones de los personajes porque nadie se para a explicármelas. Sin embargo no es lo peor que he visto este año. No es ni de lejos lo más tonto o peor rodado que ha llegado a la gran pantalla. El juicio de los distribuidores es, cuanto menos, sui generis.

25 ago 2008

Purple violets (Edward Burns, 2007)


Hace 13 años que el primer trabajo de Edward Burns como director-guionista-actor se llevó el Gran Premio del Jurado del Festival de Sundance. Eran tiempos en los que el macro-mitin de Robert Redford aún significaba independencia y Burns, como Tarantino y Rodríguez se hizo un nombre. Sus Hermanos McMullen le sirvieron para ser considerado un nuevo Woody Allen a la irlandesa: mordaz, multiinstrumentista y sin tapujos a la hora de divulgar sus inclinaciones religiosas (el tipo es católico). Ese era su perfil. Un Woody de 30 años menos. El guión gustó y los guapos de Hollywood querían papeles en sus operetas, que fueron perdiendo fuelle.

Se hizo ecléctico. Drama de amor adolescente interrumpido y retomado, retrato de amor a New York en episodios muy cargados de sexualidad (que no de sexo), comedia de reencuentro de los amigos de la infancia... La falta de madurez, el proceso de apareamiento, todo eran inquietudes en Burns. Abría campos y no los cerraba, o lo hacía de manera muy pequeña. Como quien cuenta cuentos. Para hacer sus películas haiku empezó a prodigarse como galán en comedias románticas ajenas. Es guapo y fuerte. Es creíble en ese registro. También en el de detective. Es como el dentista que saca dinero poniendo empastes para poder dedicarse a la taxidermia. Poco a poco se fue volviendo intenso y emepezó a desafiar la táctica que le llevó al éxito. Se puede comparar su trayectoria con la del poeta adolescente precoz que alcanza cierto reconocimiento y, aburrido, decide lanzarse a la prosa. Y cuando la prosa redonda le recuerda a los versos, comienza con prosa roma. Se enromeció, si se me permite la palabra.

Hasta Purple Violets, que sugiere intercambios de pareja que despistan, que no están telegrafiados. Tienen mojo las violetas púrpuras. Con cuatro protagonistas solventes y un secundario de lo más puerco. Con abundancia de fichajes dentro del universo burnsiano para contar la historia de siempre, pero mejor. Con Selma en estado de Selma y replicantes que no desmerecen hasta originar un drama urbanita y ligeramente pretencioso, lo que no estorba, porque también lo era Annie Hall y el resto de comedias dramáticas que dirigió el Allen original en los 80. Si la comparación les resulta excesiva, reculo y digo que si no iguala, al menos lo intenta. Y Burns se redime con Burns.

Bobby Z (John Herzfeld, 2007)


El cine honesto no suele inquietar. Parece necesario centrifugar el nudo central con trampas, fuegos artificiales y pirotecnia para que los finales sean recordados. ¿Trampas? Bueno, pues trampas. En numerosas ocasiones la historia se queda coja, pendiendo de un hilo, en un ¿esto es todo?, y olvidamos, y no recomendamos y, como el boca oído se queda en nosotros porque no queremos contaminar ningún oído querido con una peli-de-final-en-suspenso-¿esto es todo?, nos la guardamos en nuestra alforja y nadie la ve, y, como nadie la ha visto, el director no consigue dinero para su siguiente proyecto, la hipoteca le come y se dedica a otra cosa. Y el cine desaparece... menos el cine tramposo, que sigue dando dinero, porque deja sensación de comezón, o de come-come, o de rucu-rucu, según la provincia. Porque, mientras El sexto sentido siga haciendo cientos de millones de dólares, habrá embaucadores que tratarán de engañarnos maravilosamente con cosas como en El ilusionista o lastimosamente, con cosuchas como en el capítulo final de Los Serrano.

Bobby Z no engaña a los espectadores, sino a los malos, porque va de gente que finge que es otra gente. Pero tú sabes el secreto, conoces el truco. Y Paul Walker, que es un cachas al que nunca se le tomará en serio (ni falta que hace) por lo acusadamente rubio que es, cambia los roles con un narco peligroso. La poli le chantajea. Morfeo en el lado oscuro. Pero el rubio es listo y va a por la chica (la subalterna sexualmente ambigua del doctor House) y demuestra tener buen corazón, porque se encuentra a un crío y lo cuida, y cuando todo parece que se va a torcer, entonces sí: trampa.

21 ago 2008

Street dance (Step up 2: The streets) (Jon M. Chu, 2008)


Divertidísima catadura moral la de este correcalles dancístico, que retrata a los blancos pijos como a una especie en peligro de extinción al modo de los españoles que sufrían los embates moros en tiempos lejanos. Aquéllos que sacudimos espasmódicamente nuestra vitualla y cigarro –caso de que estemos abonados a tan infecto vicio– somos capaces de percibir con asombro, admiración y envidia lo que supone el tener un dominio armónico de brazos y piernas, siendo capaz de moverlos de manera acompasada para crear un cierto efecto de brillantez en los actos de cortejo socialmente aceptados como estándares. Hay gente que conoce a sus consortes en las bibliotecas –o eso he oído– pero de momento, los bares y tascas siguen siendo, a mi entender, los lugares donde se gestan más amores perdurables.

Street dance, que es dueña de un título inglés que sustituye a otro título inglés (me encantaría pasar levemente por la guillotina a quien evita confusiones lingüísticas confundiendo lingüísticamente), es una narración tan correcta como vulgar que no alberga ni una remota molécula de originalidad en ninguno de sus fotogramas. Pueden llegar a sorprender las coreografías, sí, pero apenas un grado por encima de Mira quién baila, esa gloria nacional.

Space chimps: Misión espacial (Kirk de Micco, 2008)


Hay películas como Holocausto caníbal, Loca Academia de policía V, El proyecto de la bruja de Blair, El pianista, La mala educación o todas las de Russell Crowe, sin las que el mundo sería un lugar mejor. Esa lista está permanentemente abierta y en ella cabe cualquier cosa escrita, rodada y estrenada que haya contribuido a que la gente sea más infeliz, sus bolsillos innecesariamente más pobres y la capa de ozono (seguro que algo de culpa tendrán) más finita.o todas las de Russell Crowe, sin las que el mundo sería un lugar mejor. Esa lista está permanentemente abierta y en ella cabe cualquier cosa escrita, rodada y estrenada que haya contribuido a que la gente sea más infeliz, sus bolsillos innecesariamente más pobres y la capa de ozono (seguro que algo de culpa tendrán) más finita.

La que hoy se estrena, Chimpancés del Espacio, ojito al título, no destila el humor polivalente para todos los públicos que a Pixar y a parte de la producción de Dreamworks les costó tanto esfuerzo instaurar y sólo tiene de bueno la sucinta alusión al grupo vandálico que comandaba Brad Pitt (¿o era Edward Norton?) en El club de la lucha. Es aburrida y previsible. Aún así, su falta de ingenio no debe ser motivo para dilapidar a sus gestadores, pues las obras maestras sólo están al alcance de unos pocos iluminados. El problema es cuando intentan ir de sofisticados y se quedan en la más triste de las impotencias. Ni el nivel gráfico ni la historia están al nivel de la animación media hollywoodiense. Y tampoco los actores que ponen las voces a los insufribles simios: Jeff Daniels y Stanley Tucci se prestaron. Cuando no encuentren de Eddie Murphy para arriba, sospechen.

18 ago 2008

Zohan: Licencia para peinar (Dennis Dugan, 2008)


El reverso todopoderoso del Superagente 86 se llama Zohan. No es un tonto al que le salen bien las cosas por casualidad. Nada que ver con un Rompetechos o un Mr. Bean, es el mejor agente del Mossad, heroico, efectivo e implacable encamador. El retrato del mito paso por paso. Sólo que se ha cansado de vivir en la cumbre y lo que él quiere de verdad es ser peluquero, estilista, masajista capilar. Dennis Dugan, respaldado por primera vez desde Un papá genial por un guión en condiciones (Judd Apatow y Sandler se lo tejen), expone desquiciadamente la rivalidad árabe-israelí en las calles de la Gran Manzana. Consecuente con el resto de la filmografía sandleriana (P.T. Anderson y Binder a un lado), el realizador se maneja en un tono de comedia en la que no resulta problemático desafiar lo cabal, lo real o, siquiera, lo posible.

Zohan colinda con el dibujo animado, es un superman de andar por casa, con sus pulsiones y sus taras, pero humano, y como tal, se enamora (lo que es ya marca de la casa en el perfil de la estrella romántica más contracorriente de Hollywood). El romance le servirá al protagonista para fijarse en lo contrahecho de una sociedad devoradora que se odia por costumbre. Acertada la selección de los secundarios, con Schneider, como siempre, sobresaliente, dentro de un cuento moralizante que no llega a chirriar porque Apatow es capaz de dar ese salto de calidad que hace que su comedia chusca se acabe asemejando más a ¡Qué bello es vivir! que a American pie.

The air I breathe (Cuatro vidas) (Jieho Lee, 2008)


Todos estamos conectados. Lo promulgan en Héroes y en todas las historias corales que surgieron a partir del histórico Altman. Sucede con P.T. Anderson, con Iñárritu o con cualquier desarrapado novato y modernillo que quiera destacar. Como Jieho Lee, ¿alguien le conocía antes de esta crítica? No, porque es es savia nueva. Y se pregunta uno cómo un debutante ha sido capaz de armonizar semejante destacado cast (Fraser, Gellar, Hirsch, Bacon, Delpy, García, Withaker). Y se responde uno: Porque tiene claras las ideas, porque no se deja llevar por amasijos tendenciosos que devoran a cada pequeña obra con afán de trascendencia y sabe imponerse con un sello diferente. Como aquella incomprendida Levity de Ed Solomon.

Este neoyorquino de nombre confuso no es otro más porque sintoniza a todos sus buenos actores al son de una misma batuta y es capaz de crear fotogramas de una belleza similar a la ingravidez que siente la gran artista pop encima del escenario, con todo el collage de sensaciones y sin saber adónde mirar, porque los focos aturden y confunden, como confunde Lee con su historia dislocada y grave. Con gente que entra y sale en escena rozando unos con otros tangencialmente, al modo de esas bolas rojas y amarillas del billar de carambolas que papá lustra con esmero los domingos. No, definitivamente no es otro Lee más.

The bank job (Roger Donaldson, 2008)


El nuevo Bruce Willis no se rasura la cabeza tanto como en él es habitual porque no es así como los metrosexuales disimulaban su alopecia en 1971. Ésa es la que fecha en la que está datada esta película de robos de bancos. En aquel año todavía no existían los varones coquetos como tribu urbana sindicada.

Le decía a mi amigo Cortina el otro día: "Cortina, deberíamos escribir un guión para cine. Si cualquier japonés hace una película con dos personas mirándose durante dos horas y casi sin hablar, no debe ser tan difícil". "Vale, ¿sobre qué?", me responde. "No sé, ¿sobre un atraco a un banco?", aventuro. "Ya está todo hecho", finiquitó. Es cierto, Donaldson se encontró con la dificultad de innovar en un campo, el de los ladrones, trillado incluso por él mismo. Inglesa de producción, The bank job cuenta con un reparto solvente e inspiraciones deudoras de Guy Ritchie, pero olvidándose de la vis cómica que supone realmente el salto de calidad que le diferencia de los demás cuando no se para en argumentos imposibles o en repartos improbables.

El thriller que nos ocupa es correcto e higiénico, envuelve a muchas capas concéntricas de personajes y argumentos y no duda en engañar o en deshacerse de activos del reparto según lo requiere la historia. Si se fijan en bastante difícil que la gente mate a la gente en las películas de tiroteos. Qué tiempos los de John Ford.

Hellboy 2: El ejército dorado (Guillermo del Toro, 2008)


Después de que todo el mundo encumbrara a Del Toro con su laberíntico fauno, se esperaba con rabia su vuelta a Hellboy cargado de madurez. Siempre había dicho que ésta sería su gran obra, la que más ilusión le hacía rodar, y, ciertamente, es un entretenimiento saludable. Sus personajes son carismáticos y el sentido del humor latente en cada línea de diálogo les carga de personalidad a velocidad de crucero. Pero hay una tara y es que, de tan políticamente incorrecto que resulta 'Red' (el diablillo rojo en cuestión), se tiende a empatizar con su brutalidad descafeinada de manera que ésta rebaja su nivel de impacto hasta convertirse en el único código moral posible. No es algo malo, es que una vez conocido el personaje, su chispa, de tan asumida, decae. La historia no es mejor, como se esperaba, que la de su predecesora y los nuevos freaks tampoco aportan chispa sustancial. Así pues, el continuismo es el principio fundacional de una saga en la que, de no mediar una revolución, acabarán por empastarse unos capítulos con otros. Hay que subrayar, eso sí, la pasmosa belleza formal y el ingenio de las peleas a golpe de espada, empedrado antebrazo o trabuco. Y también (con raya doble llamativamente fosforita) a Selma Blair. En ella, el hecho de no cambiar, sí que es una ventaja.

17 ago 2008

Wanted (Timur Bekmambetov, 2008)


Que nadie se equivoque, que aunque el cartel explote a la Jolie, ésta -aunque protagonice la mejor persecución del año, y la escena más fantasmal de Wanted, por ende- no es la protagonista de de esta nueva evolución del thriller cibernético. McAvoy se consolida como uno de los rostros más imprescindibles y versátiles del cine a ambos lados del Atlántico. Parecía que era un chico de raso o tergal. Pues bien, también borda la colección de cuero otoño/invierno en esta heredera primogénita de Matrix Reloaded (la primera parte son palabras mayores).

Hay ciertas películas que se quedan en el camino de la perdición a pesar de intentar con tesón abrir caminos de futuro: Johnny Mnémonic, Días extraños, Hackers... Me arriesgo a decir que la adopción de Bekmambetov por parte de la gran industria de los dólares no merece la misma suerte, pues, a pesar de lo confuso y tramposo de su chiste final, de su poco apego a la lógica espacial y temporal y a los principios básicos de la física de Newton, no te deja un respiro, como todos esos cómics que tampoco nos creemos, ni nos creímos, pero que nos hacen pasar unos ratos muertos de lo más genial. Autoindulgencia es la palabra. Bienvenidos a la acción del 2020, año en que todas las películas se mirarán en ésta para reivindicarla, año a año, arañando décimas que la asciendan definitivamente al olimpo del culto de la década que ahora vivimos.

August (Austin Chick, 2008)


El joven triunfador yuppie tiene un rostro armónico y eso le facilita ser triunfador y después yuppie. Pero no vale con eso porque necesita un encanto personal arrollador para poder ser el más destacado de su entorno de yuppies idealmente conjuntados. Por eso, cuando quieres retratar a un tipo de las características a las que hago mención, eliges a Josh Hartnett para que comande tu nave, porque no es el mejor actor, pero te borda el papel de tipo que liga casi sin querer, que hace reír casi sin querer y que hace que derritas casi sin... bueno eso no, eso lo hace calculando muy bien su impacto.

El pelo más rebelde Hollywood hace de genio a punto de colisionar con su ambición, de proyecto de fracaso en busca de la catarsis permanente. Y busca apoyo, como casi siempre, en la familia. Porque hasta los genios del marketing informático, rebeldes, emeprededores y aterradoramente atractivos, esos que saben fumar mientras conducen y el viento sacude su cara trascendiendo su coche descapotado, tienen también, como casi todo el mundo, una familia que les quiere a pesar de lo perfectos que son.

Kung Fu Panda (Mark Osborne & John Stevenson, 2008)


Este nuevo divertimento para niños y adultos me espantó un poquito cuando intenté hacer una lectura más elevada que la referida a su perfección técnica y a su... perfección técnica. Cuando la cinematografía cibernética alcanzó cotas increíbles a partir de Shrek, todos los que han tenido acceso a esa tecnología han sido capaces de gestar joyas visuales similares, pero parece que cualquier guión, cualquier texto es bueno para Dreamworks. Reconozco que pensé lo mismo de Pixar cuando estrenó la insoportablemente larga y aburrida Cars, pero los de Lasseter han demostrado con creces que aquello fue un resbalón admisible dentro de un océano de magnificencia. Me da miedo la lectura que los más pequeños puedan hacer de esta apología de la limpieza étnica. Si muchos denunciaron a 300 de ser una aberración fascista, que no se queden hipnotizados con los colorines, que el mensaje de Osborne y Stevenson es, en cierto modo, aterrador. El gordo, feo e inútil merece el destierro a priori, aunque, si demuestra que puede ser un gran triunfador, merece todo el respeto. Se adora la belleza formal y si no la belleza de talento. Peligrosísimo mensaje en un mundo lleno de gente convencional.

16 ago 2008

Rivales (Fernando Colomo, 2008) (2º pase)


Propongo un juego después de ver esta comedia: nombrar tres actores nacionales que crean que se han quedado fuera del reparto. Seguramente hasta los que utilicen su memoria para aglutinar datos absurdos lo tendrán realmente complicado porque la sensación es que salen todos. La gran familia del cine español (pedante y grimoso concepto) al completo.

El guión de Oristrell y Paris se mimetiza con sus intérpretes y no al revés. A Alterio le dan frases de Alterio, a Sardá de Sardá, a Puigcorbé de Puigocorbé, como un Club de la Comedia de 100 minutos, pero con apenas tres chistes rescatables. Pasión (más bien sadismo) futbolera en eurocoperos tiempos. El balompié como género patrio consolidado. Rodaje multiprismático: ecos de Altman y de Jackie Brown.

¡Ja! No se enfaden con Colomo, que rueda como Colomo tres décadas después. Es lo que hace, lo que sabe, donde se siente bien. Ahora ha llamado a sus amigos para hacer mucho dinero y no tener que jubilarse. Lástima que se lleve a los espectadores por delante.

El increíble Hulk (Louis Leterrier, 2008) (2º pase)


Edward Norton y Liv Tyler recuperan los papeles que les dieron más prestigio que taquilla a Eric Bana y a Jennifer Connelly hace cinco años. El chino sensible Ang Lee también es reemplazado por el francés sincopado Louis Leterrier, un artesano de los mamporros. Curiosamente le sienta bien a la franquicia el cambio de rumbo desde la erudición introspectiva a las persecuciones descerebradas. El monstruo verde maldito y la chica -metafórica Ana Darrow-, huyen hacia adelante buscando un reducto en el que su amor shakesperiano pueda librarse de las balas de cañón y de otros mutantes malintencionados. Secundarios excelentes y renombrados, montones de daños colaterales y pirotecnia en esta entretenida adaptación Marvel.

Margot en la boda (Noah Baumbach, 2007) (2º pase)


Kidman, ya desfigurada por el bótox, se sube al barco de Noah Baumbach, un delicioso friki, perfecto comulgante de la religión de Wes Anderson, que ya deslumbrara con Una historia de Brooklyn. La envidia corrosiva gobierna la relación que mantiene Margot con su hermana, que se casa, a la que visita para compartir con ella el crucial momento. La violencia implícita aterradora atmosferiza una casa en la que cada loco sólo se entiende a sí mismo, y a veces ni eso. Su humor es complicado y seguro que para muchos, impermeable. Como esa caída seguida de golpe en la cabeza que a unos les desata la risa floja y otros sólo les da pena. Margot, para los amantes de los finales catárticos de las historias off hollywood protagonizadas por gente guapa y para quienes tuvieron una infancia tan desastrosa que piensan que mal de muchos…

Posdata: Te quiero (Richard LaGravenese, 2007) (2º pase)


Ves que LaGravenese ha juntado a Macushla (¡Ma...cushla!, ¡Ma...cushla!, ¡Ma...cushla!) con Leónidas y te esperas lo peor. Litros de sangre que ponen perdido todo el patio de butacas. Escatológico escenario. Los dos más farrucos de la década en una batalla campal heterosexual y sin cuartel. Pero no, va de que se quieren. Te das cuenta nada más ver el cartel, donde salen abrazados delante de una colonia que no se ve, pero que estoy seguro que están anunciando. Posdata: Te quiero. No engaña a nadie, no es un título arbitrario, resume el espíritu de una película epistolar, de una comedia romántica no demasiado dulce debido la heterodoxia de su planteamiento. Hay flashbacks carentes de frivolidad en esta fábula de amor perdurable. ¿Verdad que los flashbacks son esa herramienta que utilizan los directores para demostrarnos qué tan listos más que nosotros son? Aquí no incordian porque sirven para contar una historia de amor que va al revés para luego volver al comienzo y dispararse hasta el futuro.

La princesa de Nebraska (Wayne Wang, 2007) (2º pase)


Experimental acercamiento a los embarazos inconscientes por parte de Wayne Wang, director de Smoke. Tan carente de guión como de ínfulas de grandeza es un divertimento expansivo tras rodar la ajustada y emocionante Mil años de oración. La cámara al hombro sigue a una pobre tonta confusa por el desamor a lo largo de 24 horas. Es china y vive en Nebraska, de donde es princesa honorífica, al menos según el título. Wang aporta poca reflexión sobre las decisiones vitales trascendentes aunque sí se acerca a la psicología de la gente regida por el biorritmo de los teléfonos móviles. "¿Sonará ahora?". Entre lo pedante y lo glorioso de algunas escenas de belleza extrema, se queda con un aprobado justito. Muy justito.

15 ago 2008

California dreamin' (Christian Nemescu, 2007)


"Me estáis estresando", rezaba el eslogan de una bebida espirituosa de origen cubano anunciada hace unos años. Bien podría valer también para resumir la mentalidad generalizada de las películas que nos llegan últimamente desde Rumanía si atendemos a la presente y a la última obra maestra que nos llegó desde el país de los Cárpatos, 4 meses, 3 semanas y 2 días. Pero, aparte de un tempo marcado a golpe de reloj de arena, las semejanzas acaban ahí. Estamos en 1999 y se viven los últimos estertores de la guerra de Kosovo. El tren en el que viaja un comando norteamericano de la OTAN, camino de la frontera serbia, es paralizado burocráticamente por el jefe de estación de una aldea rumana que se encuentra en la trayectoria. El capitán al cargo, interpretado por el rocoso Armand Assante, establece una batalla de poder, y de ego, con el reaccionario y corrupto jefe de estación local. El embargo supone el desembarco de una manada de soldados borrachos de testosterona que pretenden esparcir su semilla yanqui entre las lugareñas de la región. No quiero equivocarles, lo que ocurre no es propio de una de una teen movie, sino de una parábola del choque entre el occidente más frívolo y la Europa más profunda y conservadora. A golpe de tic-tac-tic-tac. Ecos lejanos de Kusturica, pero sin su dosis de chaladura característica.

Cinturón rojo (David Mamet, 2008)


Merece la pena acercarse a ver a Mamet aunque sólo sea porque es un valor seguro ahogado entre tanto despropósito de verano. El dramaturgo más irreverente de Hollywood se desmarca con una de artes marciales para acabar contando la de siempre: las cosas nunca son lo que parecen. El discurso del guionista-director se ve salpicado de filosofía zen y consejillos en pos de la pureza del alma que no molestan para nada dentro de una fábula sobre el honor como valor a reivindicar. Como siempre se rodea de un reparto pluscuamperfecto tanto más pluscuam cuanto más chupan cámara Chiwetel Ejiofor (el marido casi-burlado de Keira Knightley en Love actually) y la inglesa Emily Mortimer, quien borda el personaje tipo del escritor. La mirada de esta última es tan líquida que produce dolor físico no poder estirar los brazos desde la butaca y rodearla hasta que todo pase. Le doy cuatro estrellas y media a uno de los finales más sobrios (a la par que incomprensibles) de la temporada.

Aprendiz de caballero (David Leland, 2007)


Si ha visto un cartel anodino en la parada del autobús en que el joven Darth Vader, el Señor Naranja y una inglesita rubita salida de la serie O.C. van vestidos todos de cortesanos, usted ha sido timado, porque no es que el cartel que pudieron ver los yanquis en 2007 (año de producción de la peli), es uno edulcorado en el que Hayden Christensen no blande unas braguitas en la punta de su espada con el resto de protagonistas formando un círculo orgiástico a su alrededor. Si ha posado su vista cansada por tanto calor en el soso cartel del que le hablo, sólo habrá leído el título doblado y no el original Virgin territory, toda una declaración de principios de esta American pie a la medieval. En los últimos estertores de Bush Jr. ha vuelto el destete de Porky's. Los adolescentes hormonados se sentirán a gusto con un carrusel de exhibiciones lujuriosas y gratuitas. Todos los demás, no.

Taken (Venganza) (Pierre Morel, 2008)


Le debíamos muchísimo a Luc Besson por haber descubierto a Natalie Portman—a la que luego remodeló el desaparecido Ted Demme en Beautiful girls para filmar a la mejor adolescente de siempre— y crear un thriller cumbre con León (El profesional). Pero el crédito no es infinito y, aunque explícitamente se dio de baja como director tras Arthur y los Minimoys, sigue haciendo daño desde la producción y los guiones. Llega otro de sus residuos en forma de intriga sanguinaria. Liam Nesson, al que cada vez se le va quedando más cara de Takeshi Kitano, es un chucknorrítico vengador de pasado indefinido. Pone París patas arriba a golpe de culata y artes marciales en este producto de capital francés y elenco norteamericano. Se le ha perdido la hija y causa un estropicio que ríete tú del Poseidón. Se hace uno cargo de que las 'stars' tienen que comer, pero ¿tiene que ser a costa de nuestros disgustos?

13 ago 2008

LOS SUPERHÉROES: Capítulo XI: El caballero oscuro


El principal acierto de Batman Begins, a la hora de desenterrar una franquicia caducada, fue el de contar con la visión adulta de Christopher Nolan. Siguiendo rígidos patrones de construcción de personajes, rearmó poniendo un ojo en el pasado y reseteándolo para asentar un nuevo comienzo que prescindía de toda atmósfera fantasiosa. Su apuesta fue la de pisar fuerte en una tierra etérea, pero sumamente humana.

Al margen de la confusión coreográfica de las últimas escenas y de su esquema de salvación contrarreloj, el ejercicio del director de Memento se basaba más en thrillers puros que en cualquier obligación moral para con su material de partida. Cierto que bebía de los libretos más oscuros que se habían escrito sobre el héroe, pero eso no le resta mérito a un tipo que acometió una empresa complicada en la que le someterían a las más escrutadoras lupas.

Pero si sólido fue su desembarco, más lo es su consolidación. Por fin, después de la larga espera, llega a España, casi más tarde que a cualquier otro país europeo, la esperada nueva entrega del hombre murciélago, de ese Caballero Oscuro al que apela el título, cada vez más alejado de gadgets y más centrado en demonios. Kevin Smith, director requeteindependiente, guionista de los cómics que antes idolatraba y simpático entre los frikis, tuvo la suerte de ser de los primeros en acudir a los pases previos de la cinta. "Es El Padrino II de las adaptaciones de cómics", dijo, conmocionado cuando los títulos de crédito aún fluían en la pantalla de proyección. No les niego que hay que hacer poco caso a las hipérboles, que merecen distanciado crédito, que hay que dejar reposar en la cabeza lo que se ha visto, a veces muchos años, para emitir juicios certeros, pero eso no quita para que el frenesí narrativo del segundo Batman de la segunda era pueda deslumbrar al más descreído.

Hay quienes se echan las manos a la cabeza cuando se reclaman nominaciones al Oscar póstumas para Heath Ledger y su Joker. Los puristas han necesitado 19 años para acomodarse al de Nicholson y no van a claudicar fácilmente. Diré que su actuación es correcta sin más. O mejor, que es vulgarcilla, corrientucha, mejorable, a ratos cansina... Así el impacto será mayor. Pero no sólo del villano se nutre esta intriga. Hay buenos, malos, romance, ganancia y pérdida, promesas, motos alucinantes y secundarios oscarizados y encorsetados para no presumir. Todos, como en una función teatral, aportan su granito de arena y luego recogen los bártulos hasta el siguiente solo. Se deslizan entre las escenas como madres discretas que no preguntan para no molestar. Cada uno cumple su función en la perfecta sinfonía de Nolan.

Los paranoicos han percibido ecos del 11-S, otros se han indignado sin verla porque durante tres semanas superó en la valoración del iMDB a la obra maestra de Coppola. Yo, después de tanto parlamento, de tanto capítulo preparatorio y de tanta vaina, tengo que confesar que me he quedado sin palabras. Sólo se me ocurre una metáfora oportunista y facilona pero explícita. Si Batman Begins era Mark Spitz, El Caballero Oscuro es Michael Phelps.

LOS SUPERHÉROES: Capítulo X: El primer Batman (Del bizarrismo al patetismo)


El Batman de Tim Burton, y su secuela con Pfeiffer y De Vito, fue una cumbre del género hasta 2005. La idea de enmarcar al más oscuro personaje de cuantos había dado el cómic en un ambiente opresivo y negrísimo, como fue el Gotham que inventaron el fotógrafo Roger Pratt y el director de arte Les Tomkins, fue un acierto tal que hizo que la película fuera vista sin recelo por una amplia mayoría de los públicos.

El increíble rendimiento que obtuvo la revisión del personaje de Bob Kane (que había conocido una versión televisiva en los 60 tan acartonada como entrañable —la de las onomatopeyas impresas en la pantalla, sí—) hizo de Jack Nicholson el actor mejor pagado de todos los tiempos (hasta entonces) por el porcentaje de taquilla que se reservó. Más tarde tomarían nota los Toms (Cruise y Hanks; que se dieron cuenta de que esa forma de cobro era la más efectiva para comprarse una casa en la playa). El éxito de audiencia y de crítica valió a Michael Keaton su papel más reconocido; a Kim Basinger, un registro menos carnal de los que acostumbraba; y a Jack, su mayor icono dentro de una carrera llena de iconos. También Burton empezó a ser Burton. Hasta entonces había sido sólo el raro ése de Bitelchús y Pee Wee. Eran tiempos en los que Ed Wood era, acaso, una nebulosa.

En la primera frase de este penúltimo artículo, rampa inmediata para el fascículo final, verdadera razón de ser de esta lúdica y tendenciosa colección, me refería a 2005 como punto de inflexión, porque entonces todo cambió. Se ha hablado mucho en estos días, en esta web y en otras, de la madurez que imprimió X-Men, de la maestría de Spiderman 2, de la inocencia pura y cristalina del Superman de Donner, del intento de evolución artística de Ang Lee y su aburrídismo primer Hulk y de la frescura desacomplejada de Iron Man; pero el verdadero salto hacia la estratosfera cinematográfica comenzó a mediados de la década de los 10 con la segunda serie de Batman, la del nuevo y mejorado Spielberg, ese Chris Nolan de moda. Sin embargo, no me voy a adelantar, no voy a saltarme su semilla, la que le permitió coger lo bueno y descartar lo caduco. No podemos obviar a Burton porque en él hay mucha tela que cortar.

El de 1989 fue el año del murciélago. Warner reunió a un reparto brutal para conformar una digna alternativa a la derrotada y extinta saga del Hombre de Acero. Superman estaba más muerto que la muerte. Era un tipo feliz en tiempos convulsos. La derrota vende. El psicoanálisis vende y los demonios eran más atractivos que un chico Zumosol vestido de vivos colores. El héroe multimillonario y moralmente ambiguo es uno de los más sabrosos de cuantos aquí se han recontado, precisamente debido a su escasa naturaleza de superhéroe. Nada, aparte del atrezo, le separa de justicieros de medio pelo como Chuck Norris, Charles Bronson o Steven Seagal. Los malos son malos por contraposición con los buenos. Pero él, al margen del contrato social, imparte sus propias normas y transgrede y confunde. Treinta años después de Kane, Stan Lee copiaría la idea para Marvel. Con un maniqueo discurso por bandera, repetiría la referencia a los murciélagos a su modo daredeviliano. "La justicia es ciega" argumentaban también al otro lado de la acera.

Lo cierto es que Batman, pese a sus méritos incontables (no precisamente a nivel de guión, pero sí de puesta en escena y de creación de microuniverso), fue mejor en el momento de su estreno que revisitada. El tiempo, como a Verano azul, la ha tratado mal. Y no estéticamente; su planteamiento vodevilesco no casa con la madurez cercana al thriller que satisface hoy en día a la mayoría de targets de pago. Con todo y con eso, dentro de la primera saga, la que analizamos hoy, no podemos ser igual de duros con todo el conjunto, porque existe una división simétrica entre lo original, y casi genial (pese a las muchas trabas de crítico amargadete que os he reseñado) y el esperpento más miserable. Me subtitulo:

El bueno de Burton hizo del bizarrismo creativo una de las bellas artes. Excesivo como siempre, epidérmico como casi siempre, y comercial como casi nunca, dio un puntapié en la puerta de quienes no le consideraban todavía autor. Puede que sea complicado de digerir el que partiendo de un material en apariencia tan ajeno le encumbre como tal, pero, si se fijan, la soledad, el gusto por lo lúgubre y el esperpento se encontraban muy presentes. Como si 'Bitelchús' se hubiera enfundado una capa negra y unas orejas de goma muy tiesas. El héroe es intenso, pero su antagonista, no. No existen dos actores entre los que medie más distancia que Keaton y Nicholson. Fue un gran acierto de casting que originó un equilibrio perfecto y que se prolongó en la segunda entrega, más espectacular, más densa y más enrevesada argumentalmente. Las referencias a la infancia del Pingüino (muy cercanas al espíritu de Pesadilla antes de Navidad) hablan de ensoñaciones, de películas dentro de películas —esto es, metacine—... dosis de profundidad en arte de usar y tirar. Fue un gran despliegue que cosechó un merecido éxito.

Pero luego vino el armaggedon. Estoy seguro que hasta el más cabecita loca de mis lectores hubiera elegido a un mejor sucesor para el genio del pelo crespo que el arrabalero Joel Schumacher. O quizá el director de Línea mortal enloqueció con el encargo del mismo modo que pasaba con su Enigma (personaje de Jim Carrey en Batman ForeverBatman III, para quienes quieran llevar la cuenta—). Quedó demostrado que su visión del superhéroe era más lúdica que la de Burton y eso chocó a la audiencia, que donde antes había visto negro ahora veía flúor. Val Kilmer intentó estar a la altura cariacontecida de Keaton y ni eso salió bien. Lo maldito, misterioso y triste de Bruce Wayne quedaba anulado en el momento de buscarle compañero de aventuras. De alguna manera Robin (Chris O'Donnell) anulaba el encanto de Batman por saturación. No cabía. Carrey, Tommy Lee Jones y la Kidman se añadían a la ecuación como valores seguros y acabaron restando. Por allí también campaba la muy joven Drew Barrymore (aunque no tanto como en E.T.). Qué fiesta tan rara. Suspenso para Schumacher.

Pero los de Warner, que deben de ser como el profesor enrollado del colegio que siempre da una segunda oportunidad (los desconfiados pueden argumentarme que la película, a mi pesar, fue un éxito bestial), confiaron de nuevo en él como no hicieron con Kilmer. Por aquel entonces George Clooney no sólo era guapo como ahora, también era mucho más joven y emergente. Se frotaban las manos. Pero tal fue su megalomanía, tan se les fue la olla, que decidieron multiplicar por mil millones la saturación escénica y colórica de Batman Forever con la nueva Batman y Robin. Para que se hagan una idea de lo poco que pintaba Clooney en el asunto, Schwarzenegger fue contratado para darle la réplica villana cobrando 25 millones de dólares —el sueldo más alto de siempre— por apenas 12 minutos en pantalla. Hacía de Mr. Frío y su papel resultaba tan absurdo como su nombre. No menos ridícula estuvo Uma Thurman, que, remakeando el papel de Catwoman pero en versión plantígrada, paseaba palmito en una apología del dragqueenismo. No me entiendan mal, apoyo cualquier manifestación pública de carácter político religioso o sexual, pero es que el escenario de partida era el Batman de Burton, oséase las antípodas. El público, que puede ser indolente pero no imbécil, montó en cólera. Habían dado su mano y les arrancaron el brazo. Schumacher fracasó y a partir de ahí se consagró a una especie de movimiento Dogma a la americana (Tigerland). Una vez escupió su última dosis letal de patetismo, se volvió trascendental. Pero menudos marrones nos dejó. Enterró una saga que prometía como ninguna y que tardó ocho años en levantar cabeza.

LOS SUPERHÉROES: Capítulo IX: La Liga de la Justicia, Los Vengadores, The Spirit & Sin City 2 (Lo que está por venir)


Para los que creían que habían visto todo; para los que pensaban que no había más jugo que exprimir; para los que todavía no se han aburrido de este serial; para los que pasan de Juegos Olímpicos; para quienes quieren volar alto; para los que no se cansan de soñar; para los que quieren encarcelar a los supervillanos y para los que quieren que los frikis se lleven a la chica guapa; para los que son frikis y quieren llevársela ellos; para ellas, para que no se enfaden con los frikis cuando las lleven a ver pelis de mutantes y les den por lo menos una segunda oportunidad cuando estrenen la segunda parte de El diario de Noa. Para todos ellos, podemos decir que los mutantes son, hoy por hoy, una cantera inagotable de material fílmico y que, si mucho se ha filmado, otro tanto, por lo menos, queda por filmar.

Como decíamos en anteriores entregas, Marvel (X-Men, Spiderman & Co.) y DC Comics (Batman, Superman & Co.) son las dos principales mastodontes productores de personajes sobre los que crear ficciones. Pues bien, van a cambiar en el futuro, relativamente, y su forma de hacer las cosas. Había una metodología consistente en partir de un universo grande para desgranarlo poco a poco con los tipos más destacados. Pasó con X-Men y los spin-offs de Lobezno (previsto para el 1 de mayo de 2009, con Hugh Jackman a la testa) y Magneto (también 2009, fecha inconcreta; Ian McKellen a la ídem), que se esperan para la temporada que viene: una gran familia va fijándose, uno a uno, en sus hijos. Caso parecido fue el Daredevil que dio lugar a Elektra y el Batman del que surgió Catwoman.

Eso ha cambiado, la tendencia se revierte en los próximos meses. Si se venía disociando, la moda futura será la de aglutinar. Lo anunció Tony Stark en su cameo al final de Hulk 2: Los Vengadores tendrán película. Se la merecían y hasta cierto punto es hasta ilógico que no se les hubiera ocurrido antes. 'Los Vengadores' no es ni más ni menos que el 'All Star de los iconos más pintones de Marvel', todos diseñados por Stan Lee. Este grupo tuvo infinitas versiones y estuvo compuesto en un primer momento por Thor (que en su versión en solitario será dirigido por Matthew Vaughn —Stardust, Layer Cake— y será encarnado por un actor desconocido), Hulk, Iron Man, Capitán América, El Hombre Hormiga y Avispa. Veremos quiénes de ellos conforman finalmente el reparto definitivo.

Por otro lado, el supergrupo La Liga de la Justicia, equivalente de DC, en cuyo cast cómico se encontraban Superman, Batman, La Mujer Maravilla, Canario Negro, Linterna Verde, La Chica Halcón, Relámpago Negro, Geo-Fuerza, Vixen, Flecha Roja, Tornado Rojo y Flash, tiene más o menos confirmados para su puesta en escena para 2011 a Superman, Linterna Verde, Batman, Aquaman, La Mujer Maravilla y Flash (más que suficiente). Se encargará del combo, si nada se tuerce, George Miller, veterano director australiano de la trilogía Mad Max.

Así pues, el torrente se presenta infinito. Marvel y DC morirán matando y no pretenden enterrar nada que huela a potencial dólar. ¿Sobresaturación? Es posible, pero basta con no ir al cine a verlas.

Pero si algo tiene de bueno este artículo, si hay motivo de enhorabuena con el que frotarse las manos, no viene, al menos para mí, de lo que os he desentrañado a modo de lista de la compra hasta ahora. El verdadero motivo por el que merecía ser publicada esta novena pata de la mesa es que Watchmen va a llegar, más pronto que tarde, a sus pantallas. En rigor no es una historia de superhéroes, aunque habla de gente enmascarada que se une con un fin común. Su creador fue Alan Moore (autor de V de vendetta, Desde el infierno, La Liga de los Hombres Extraordinarios y Constantine) y su obra magna, de la que les hablo, datada en 1986, figura entre las 100 mejores novelas publicadas desde 1923 según la revista Time.

Moore, que es raro donde los haya, reniega del trabajo que el director Zack Snyder ha llevado a cabo a partir de su novela gráfica, pero el artífice de '300' promete diversión a raudales. El Dr. Manhattan es el único miembro con superpoderes dentro de un grupo de justicieros pasados y presentes que se reúnen para resolver el asesinato de uno de ellos con el marco de una guerra nuclear entre EEUU y la Unión Soviética. El reparto, que no es muy destacado, cuenta, no obstante con Carla Gugino, Malin Akerman, Billy Crudup, Matthew Goode y Patrick Wilson, un puñado de futuras estrellas, seguro, de la misma manera que Gerard Buttler lo fue a partir de su interpretación de Leónidas. El estreno está fijado para el 6 de marzo del año que viene.

Hasta entonces, podrán ir disfrutando del debut en solitario como director de Frank Miller (guionista de 300 y codirector de Sin City —cuya segunda parte llegará en 2010 con reparto enriquecido—): The Spirit, con Scarlett Johansson y Paz Vega desembarcando en nuestras pantallas el día de Navidad.

10 ago 2008

LOS SUPERHÉROES: Capítulo VIII: Los Increíbles, Hancock & Superhero movie (Riéndose de los héroes)


En Hollywood todo es susceptible de ser parodiado. Desde los goriláceos bailes de Tom Cruise en el programa de Oprah hasta los afectados argumentos del intrigante indio M. Night Shyamalan. Las películas setenteras de catástrofes fueron despachadas en Aterriza como puedas, las ochenteras de policías, en Agárralo como puedas y las noventeras de sustos en Scary movie (añádanse sus respectivas secuelas).

La fiebre saturadora superheroica debía ser también carne de burla y, a su estela, se estrenó en marzo Superhero movie, ya totalmente desvinculada de los gurús Jim Abrahams y Jerry Zucker, si bien su director, Craig Mazin, fue guionista y productor de las últimas Scarys. La parodia de la que hablo sirve de pretexto para inaugurar la nueva... ¡chantatachán! (ruido de tambores)... entrega del especial sobre superhéroes de Soitu.es.

Cuando algo se repite hasta la náusea, da para que los corrillos de amigos en los bares creen metacódigos y chascarrillos. Las referencias a las referencias facilitan la aparición de microlenguajes y bromas de tercera y cuarta generación. Si llega un momento en el que se puede hablar de forma reconocible sobre gente ridícula que va por la vida como si vistiera calzoncillos por encima de los pantalones, es el momento de filmar una parodia. Lo más sencillo es hacer un mix de todo utilizando un hilo conductor universal para denunciar los excesos de la sociedad de consumo en la que vivimos. Los chistes raciales, los de caídas tontas adornadas con risas crueles y las tetas de silicona que explotan, son buenos aderezos. Es importante no contar con ninguna estrella en el reparto que desvíe la atención de la broma y sí con un par de conejitas Playboy (Pamela Anderson, Carmen Electra y Jenny McCarthy suelen prestarse porque, todo hay que decirlo, no les dan papeles en ningún otro sitio) y con Leslie Nielsen, icono y padre espiritual del género.

Superhero movie
En el caso de Superhero movie, el bueno es una derivación tontorrona de Spiderman con detalles de la infancia de Batman. Pero no tiene ninguna de las cualidades de ambos. Su talento se debe a otro insecto; le debe su fuerza a ¡una libélula! Si a alguien se le ocurre un superhéroe más ridículo, aparte de el Hombre Garrapata o el Hombre Ladilla (cuya forma no sería reconocida por el gran público), que tire la primera piedra. Es fácil discutir la calidad de tan contracultural producto y estoy lejos de defender las cualidades de su humor inmediato y verdecillo, pero lo que sí que hay que valorar es la capacidad de los cómicos recicladores para ejercer de perro guardián consiguiendo que no nos tomemos, de vez en cuando, tan en serio ese divertimento llamado cine.

Pero no sólo de comedia chusca y facilona vive la parodia de la temática tratada.

Hancock
Considerada de manera desigual desde las torres de marfil de los críticos, permanece todavía calentita en su cine más cercano. También hace la broma pero de modo un tanto más sutil. Hay quienes valoran el tirón de la simpatía de Will Smith por encima de cualquier otro valor fílmico de los proyectos en los que participa, pero yo, que fui uno de los mártires que padeció estoicamente Soy leyenda (y arrastré a tres personas queridas a la penitencia), agradecí la frescura de la propuesta del superantihéroe más pólíticamente incorrecto.

Desde que a principios de los 90 se instauró la prohibición tácita de fumar en las películas de Hollywood, dejando tal 'asquerosa' costumbre en manos de villano, putas y mendigos (no se ofendan, en este preciso momento estoy fumando sin manos mientras aporreo las teclas de mi portátil como un auténtico Jack Lemmon), no se veía nada tan antisistema en un gran estudio como un Will Smith volando borracho y pegando traguitos a una botella de bourbon mientras persigue a los malhechores. Esa imagen choca frontalmente con la lozanía que vende, por ejemplo, Warner, con su discurso smalvillano del Clark Kent granjero como piedra angular de su sociedad aldeana. Los malos siempre han sido más apasionantes, y el ex príncipe de Bel Air participa del juego de las ambigüedades hasta el punto en que no sabes si simpatizas con él cuando es un desastre auténtico o un golfo redimido.

La incorrección política de Hancock, que se resiste a vestir uniforme por miedo al ridículo (chinita al canto), sirve como prolegómeno a la reinvención y a la reivindicación de los valores familiares como elemento fundamental de la integración social, y por ahí se puede pillar a un producto que no es tan macarra como en un principio se nos quiere presentar.

Los increíbles
No se me ocurre mejor manera de abrochar este fascículo que con Los increíbles. Yo no sólo odio Los Simpsons, tampoco puedo soportar Padre de familia ni nada que atufe mínimamente a los rancios ideales tradicionales del criogenizado Disney. Será tara mía, pero los dibujos animados, excepto en contadas (-ísimas) ocasiones, son incapaces de remover nada en mi interior. Quizá sea uno de esos comentaristas de cine que sólo se emociona cuando un Brando o un Stiller hacen determinada meritoria mueca. Puede ser, pero dije touché mientras hacía chapó al ver la cinta de Brad Bird (con Lasseter moviendo los hilos por detrás, claro) en el extinto cine Benlliure. Si sólo me faltó ponerme en pie y dar palmas. Su denuncia del acartonamiento social y de la inmersión en la burguesía del sueldo mensual y las cucamonas de Jack Jack hicieron que me hiciera fan de Pixar (no se pierdan WALL•E, ya en sus cines) a perpetuidad. Tampoco tenía precio la panza del desentrenado cabeza de familia en un intento de poner en el suelo a todos esos prepo- y omnipotentes surcacielos taquilleros. Hay veces que una buena denuncia es mejor aún que un redondo producto original. Porque, aparte de su calidad intrínseca, destila la audacia de la mala leche. Dos por el precio de uno. Mejor así, porque, si no, todos los críticos cinematográficos se quedarían en el paro.

LOS SUPERHÉROES: Capítulo VII: Daredevil & Cía. (Fracasos de dimensiones heroicas)


La película es buena "para ser de superhéroes" es una frase que me gustaría erradicar, de manera tolerante y justificada, del ideario colectivo. Las películas son buenas o malas y punto. Nadie suele decir: "esa película es buena a pesar de ser una comedia" o "esa película me gusta aunque esté enmarcada en el mundo de la abogacía". La calidad. Ésa es la piedra filosofal del celuloide.

Cuando alguien va al cine y disfruta como un enano (¿alguien se ha parado a pensar por qué los enanos disfrutan tanto?) viendo Tigre y dragón no pasa nada porque la han nominado a chorropotocientos Oscars de la Academia y además está rodada en mandarín (frase que sería cool salida de nuestra boca si no nos hiciera falta leer los subtítulos), pero si quien da los saltos es un personaje enfundado en un uniforme de vivos colores parece que hay que pedir perdón. Espero que la tendencia a estas chorraacotaciones cambie pronto con el estreno de El caballero oscuro, que, o mucho me equivoco o acabará por disipar las barreras de los géneros.

Mientras tanto, me propongo hacer un recorrido por todas esas películas "malas y punto" que en tan mal lugar han dejado a las franquicias extraídas de las páginas de cómic.

1) Flash Gordon (Mike Hodges, 1980)
Si no tuviera un look tan reconocible y una canción de Queen en su cabecera que la hizo famosa hasta la estratosfera, habría sido candidata segura a entrar en la sección nebulosa de Federico Volpini, pero, por mucho que me pese, las historias de esta vergüenza ajena de jugador de fútbol americano atrapado en el planeta Mongo perdurarán por siempre jamás. El malo era Ming (una especie de Fu-Manchú espacial interpretado por Max Von Sydow) y entre los secundarios se encontraban unos jóvenes Timothy Dalton y Ornella Muti. Del resto del reparto, incluidos Flash y su pija novia, no se volvió a saber nada. Me encantaría, no obstante, volver a verla para intentar entender por qué de pequeño no paraba de verla una y otra vez.

2) Supergirl (Jeannot Szwarc, 1984)
Si Richard Donner consiguió enrolar a Glenn Ford, Marlon Brando y Gene Hackman en la primera película del primo de Supergirl, el francés Jeannot Szwarc (viejo y aún en activo en series como Private practice, Smalville o Heroes) debió de pensar: "Si meto a Mia Farrow, Faye Dunaway y Peter O'Toole en el reparto, a lo mejor la gente no se da cuenta de que mi guión es un puro infumable". El efecto falda voladora ni siquiera atrajo al personal masculino porque la actriz Helen Slater no era lo suficientemente atractiva como para ejercer del florero que requería el papel. Las escenas de acción, de risa. Es de esas veces en la vida en las que te dices lo fácil que es hacer películas.

3) Capitán América (Albert Pyun, 1990)
Decía el crítico Mateo Sancho que los años 80 duraron hasta mediados los 90. Me temo que a esta película de serie Z la atrapó incluso la ola de los 70. El director Albert Pyun tiró por tierra un material muy interesante ocasionando el que los ejecutivos de los grandes estudios dieran de lado a uno de los superhéroes más políticos (El Capitán América, como Iron Man, es la Guerra Fría) hasta la actualidad. Matt Salinger interpretando al protagonista, cavó su propia fosa. Le deseamos más suerte al que venga. Se habla de Leo DiCaprio. Mientras no se lo den a Ben Affleck...

4) Juez Dredd (Danny Cannon, 1995)
No sabe uno si calificarla como película de cómic o película de Stallone. El único poder que albergaba el potro italiano en su bizarrada futurista era el de ser más bruto que un venado. Difícil de distinguir estéticamente de otra joyita que protagonizó en los 90, Demolition man. Imposible de distinguir interpretativamente de cualquier otra joyita que haya protagonizado en los últimos 40 años. Bueno no, en John Rambo (Rambo IV) ya no tenía cara como tal.

5) The Phantom (El hombre enmascarado) (Simon Wincer, 1996)
El malo de Titanic, otrora actor de porno soft a las órdenes de Rafael Eisenmann, hizo la menos heroica de cuantas noventeras adaptaciones se recuerdan. The Phantom tiene su origen en la tira cómica que alumbró Lee Falk en los años 30. Con un ojo puesto en Robin Hood y otro en Tarzán, Falk plasmó con cierto tufillo facha la superioridad del hombre blanco sobre los indígenas. He colado esta cinta aquí por lo mala que es y porque el prota va disfrazado, porque la verdad es que su repercusión fue nula a pesar de la participación de Catherine Zeta Jones.

6) Daredevil (Mark Steven Johnson, 2003)
El director de El inolvidable Simon Birch decía tener muy claro desde que era un adolescente cómo dirigir la historia del abogado ciego Matt Murdock, una de las más jugosas del cómic. Pues si no lo llega a tener claro... Poseer radar, eso sí que es un superpoder (no bromeo). Ayudado de un bastón desmontable que se convierte en arma bicéfala, el angelito repartía estopa a malhechores mutando en un justiciero implacable tan delincuente como los malos con los que tenía que lidiar en los juzgados. Jugosa la dicotomía moral propuesta por Stan Lee, abominablemente asumida por Ben Affleck, un tipo que nunca más debería actuar y sí dirigir, si es que lo de Adiós pequeña, adiós no fue pura chorra.

7) Catwoman (Pitof, 2004) y Elektra (Rob Bowman, 2005)
Debe ser una tendencia extendida en la meca del cine el creer que un producto que cuenta con un personaje principal perfectamente matizado por su autor (véanse Daredevil o Batman en la época decadente de Schumacher) y que no funciona, sí lo hará cuando a quien se dé peso sea a un secundario carismático del film de partida. Pues bien, el secundario puede ser más salao que Melody, pero nadie se compra (-aba) tebeos por él. Michelle Pfeiffer estaba soberbia en Batman vuelve, pero a Halle Berry le brindaron un guión cercano al despropósito sideral. La dama de ébano con leche no pudo hacer nada en aquel tinglado ridículo porque su personaje no daba para una película. Lo mismo pasó con Elektra Natchios, una justiciera igual de psicópata que su letrado partenaire Daredevil. Es verdad que Sydney Bristow (Alias) enfundada en cuero ninja era lo mejor del apocalipsis según Steven Johnson, pero tampoco daba para tirar de un carro sin más bueyes. Si bien ambos spin-offs fueron ridículos y prescindibles, este segundo al menos sirvió para que se encendiera la llama del amor y Affleck pasara un poco más de tiempo cuidando de sus críos que actuando. Un salve por Jennifer.

8) El castigador (Jonathan Hensleigh, 2004) y El motorista fantasma (Mark Steven Johnson, 2007)
Dos ejemplos de cómics de segunda trasladados a la gran pantalla con actores de segunda (Thomas Jane y Nicolas Cage —ridículo—), directores de segunda y guiones made in Humor amarillo. Tan poco fue el tirón comercial que de momento no se han atrevido a hacer segundas partes. Aunque esto es Hollywood, amigos. Todo se andará.

9) Los Cuatro Fantásticos (Tim Story, 2005 y 2007)
Cierto que el universo de Los Cuatro Fantásticos era delirante, móvil (medio espacial-medio terráqueo) y rico en superpoderes y su adaptación se presentaba ardua. Pero es que nada les salió bien aparte del proceso en que los protagonistas empiezan a ser conscientes de su mutación. Se vendió como vehículo de lucimiento de Jessica Alba, que ni siquiera llegó a parecer muy sexy por culpa del extracolorido e infantil marco de referencia. El habitualmente muy interesante Julian McMahon (Nip/Tuck) reptaba como un cordero a medio morir en su papel de Doctor Muerte. No conscientes del fracaso, repitieron acompañados de Estela Plateada.

10) Mi super ex novia (Ivan Reitman, 2006)
(Es mi boutade particular porque no parte de un cómic, pero dispénsenme). No se puede catalogar como parodia porque le falta inteligencia y sentido del humor para serlo. Luke Wilson, el soso de los dos hermanos, y Uma Thurman hablaban de los problemas de pareja que surgen cuando tu novia es más fuerte que tú. Todo suena muy ochentero, ¿a que sí? El único que salvaba los platos era Rainn Wilson (el Dwight Schrute de The office), quien no se prodiga demasiado en cine. Qué tiempos aquellos en los que Reitman era capaz de parir obras maestras como Los cazafantasmas.

LOS SUPERHÉROES: Capítulo VI: Iron Man Vs. Superman Returns (Diferencias entre dos superhéroes 'new wave')


Un par botones, a modo de ejemplos, para saber lo que debéis y no debéis hacer a la hora de rodar vuestra película de superhéroes: Iron Man y Superman returns. Son dos películas pertenecientes a la nueva hornada. Con todos los efectos especiales disponibles a su alcance y un buen porrón de millones en la recámara (el dinero no suele ser problema si has conseguido convencer a un gran estudio de que tu producto merece la pena, y la verdad es que las películas de superhéroes les suelen reblandecer el bolsillo). El mérito o el demérito está sólo en las cabezas pensantes que hay detrás de los proyectos.

Paso a desmenuzar las razones por las que un producto como la revisión del clásico Superman fue un fiasco mientras los primeros pasos del Hombre de Hierro (tan anticomercial a priori) han ido miel sobre hojuelas. Atentos todos, porque este pentálogo (que ocupa justo la mitad que un decálogo) os puede salvar la vida y daros la gloria eterna.

1) Apostad por un director nuevo en quien, a priori, no os habíais fijado. Puede tener la clave para reinventar las bases del género.
Cuando los ejecutivos de Warner apostaron por Bryan Singer, que dejó la franquicia de X-Men colgada para que el Hombre de Acero (qué lío, ¿verdad? Les estoy enfrentando al Hombre de Acero con el Hombre de Hierro. El primero es el de la capa y los calzoncillos por fuera) retornara, pensaban que tenían un caballo ganador. Con un esquema engañoso, hacían ver que nada había cambiado pese a que la historia se ubicaba temporalmente varios años más tarde que la cinta original de Donner. El retruécano que significaba empezar de cero pero sin olvidar los orígenes confundió al personal. Ni que decir tiene que Singer es bueno pero no es Dios, y el cambio de aires le sentó mal.

Por su parte, Jon Favreau era un tipo sin gran cartel, un actor solvente perteneciente a la tropa de Vince Vaughn pero sin nada demostrado como director en el universo cómic. Su currículum como realizador le mostraba como un buen brazo ejecutor en manos de los productores de las majors. Zathura y Elf fueron rentables y no dieron problemas. El orondo realizador se presentaba como una marioneta ideal.

2) El casting es fundamental. ¿En qué estaban pensando con Brandon Routh?
El invento del malogradísimo Christopher Reeve resultó más que satisfactorio y para el renacimiento de Súper volvieron a apostar por una cara amable. Músculos e integridad adivinada en un rostro armónico. Creían que si había salido bien una vez, saldría bien ciento. Creo no equivocarme si digo que muchos de los que estén leyendo este artículo no tendrían ni idea de quien es Brandon Routh si le descuadramos de este reportaje y se lo cruzaran por la calle. Le falta eso tan necesario llamado carisma.

Robert Downey Jr., ése sí que es un tío. El intérprete de Chaplin y Golpe al sueño americano mutó en actor de culto cuando se disparó su fama de enfant terrible, debida a sus juergas de alcohol y drogas, y al hacerse cargo del papel del matizado editor homosexual Terry Crabtree en la genial Jóvenes prodigiosos. Tenía ese punto macarra que requería el millonario, nihilista y mujeriego Tony Stark. Para su papel de Iron Man se barajó durante largo tiempo el nombre de Tom Cruise. Huelga decir que el mundo es un lugar mejor desde que ese rumor no se consumó.

Con respecto al reparto femenino, la Loise Lane interpretada por Kate Bosworth, prometedora en un principio, se convirtió en una doña nadie sosona comparada con la secretaria Pepper Potts de Gwyneth Paltrow en Iron Man. La elección de la ahijada de Spielberg para el papel daba toda la pereza del mundo a todo el mundo, pero la rubia 'ex ex' de Brad Pitt acabó torneando uno de los papeles más ajustados y llenos de encanto de su despreciable filmografía.

3) Hay que transgredir las normas. Desde South Park ya no se lleva lo políticamente correcto.
Tony Stark es comerciante de armas a escala mundial. Sus producciones nutren los arsenales de los radicales de Oriente Medio. Le gustan los chistes verdes y las mujeres de usar y tirar. La frivolidad es su pose favorita y prefiere un buen vaso de licor en vez de el gran vaso de leche que te imaginas siendo bebido por el sanote Superman al llegar a un bar. En el momento en que la Warner decidió dar volantazo en el año 99, apostando por Cartman, Stan, Kyle y Kenny en detrimento de los Looney Tunes, la sociedad global cambió para siempre. La era post Irak tiene un poso cínico en su ADN.

4) La duración de tu película debe ser ajustada.
No sé a ustedes, pero yo sólo aprecio una buena película de más de dos horas y media cuando tienen que contarme una catástofe de proporciones épicas con infinidad de personajes, la historia de una familia de la mafia italoamericana o una revisión detallada de la independencia de Escocia. En todos los demás casos, hagan el favor de abstenerse de metrajes milenarios. Los 126 minutos de Iron Man, aún siendo un poco excesivos, dan sopas con onda a los 154 de Superman 5.

5) La humanidad vende.
Si se fijan, Iron Man, por más que sea catalogado de superhéroe, en realidad no tiene ninguna cualidad especial aparte de una integridad conseguida a base de disgustos. Sólo tiene un traje biónico que le permite hacer virguerías espectaulares. Su actitud no es tan prepotente como la de un granjero venido arriba debido a sus miles de gadgets genéticos. La superprepotencia, aparte de que la historia sea un coñazo, hace que Superman se estampara contra las taquillas. La segunda parte de la segunda saga del hombre de la gran 'S' en el pecho esta cada vez más lejana (con su guión encerrado en el cajón de un despacho), mientras que quien más y quien menos se frota las manos esperando los futuros quehaceres del traficante de armas acorazado, deslenguado y majete.