27 sept 2008

San Sebastián (Palmarés): Lo raro hubiera sido otra cosa

Quizá la única manera de que a uno se le recuerde como miembro del jurado de un festival sea tomando la decisión más inesperada y cabreante posible. De ser cierta esa máxima, Jonathan Demme, Leonor Watling y Nadine Labaki (el resto me los ahorro por ser desconocidos para casi todo el mundo), serán muy recordados, puesto que han premiado casi todo lo que el público y la crítica habían rechazado con vehemencia y se han cargado a dos de las favoritas: la española 'Camino', y 'Auritemo, auritemo (Still walking)', del japonés Kore-eda, que parecía tener la Concha de Oro segura desde que se proyectara por vez primera.

La turca Yesim Ustaoglu.

En su lugar, ha sido la turca 'La caja de Pandora', la merecedora del premio máximo, el único que podrá verse al primer golpe de vista dentro de varias décadas en las Wikipedias de turno. No parece un justo representante de lo que esta 56° edición del Festival de Cine ha supuesto. Lástima.

Fue el propio Demme quien el jueves, en rueda de prensa, se encargó de dar pistas: "Puede que tengamos que matizar algo, pero lo que está claro es que hay una película por encima de las demás". No había que ser muy listo, 'Still walking', una deliciosa tragicomedia sobre las difíciles relaciones intrafamiliares era la única que no había molestado a nadie y, a su vez, había fascinado a un mayor número de personas. Los más recelosos sospechaban que de haber querido Demme imponer su voz, la danesa 'Fear me not' podría haberse visto beneficiada (a pesar de que su argumento se diluye como un azucarillo a medida que crece el metraje) por la consabida querencia por el cine Dogma del director de 'El silencio de los corderos' (su 'Rachel getting married', presentada en Zabaltegui es fruto de esa pasión).

El barómetro de la masa fue demoledor al conocerse la decisión del jurado. A los gritos de "!Qué horror!", "!Qué catástrofe!" fue recibida la noticia de una platea engalanada para ver si por una vez coincidían con esa gente lista venida de fuera. Redundó en el disgusto la Mención Especial del Jurado, que quiso celebrar la existencia de ese cruel filme que es 'El caballo de dos patas', de la iraní Samira Makhmalbaf. Había quienes decían en tono de broma que el joven que interpreta al caballo que da nombre a la película podría obtener el premio al mejor actor por adoptar un rol de no humano, pero eran bromas de bar, chistes inofensivos que nadie en su sano juicio esperaba pudieran concretarse; excepto los más viejos del lugar, esos han visto de todo. Y más gritos, y Demme, que no se sabe si es inocente o se lo hace, se cuestionaba si los pitos eran para celebrar lo acertado de su elección.


Cecilia Roth y Daniel Burman

Menos polémicos, en cualquier caso, fueron los premios actorales. El masculino, para Oscar Martínez, por su sobria interpretación de un dramaturgo inmerso en la crisis de la mediana edad en la argentina 'El nido vacío' (que también se llevó el gato al agua en el apartado de Fotografía). Por parte de las mujeres, reparto, ya que la norteamericana Melissa Leo fue distinguida ex aequo junto a Tsilla Chelton, nonagenaria protagonista de la vencedora 'La caja de Pandora'. Muchos eran los que barajaban nombres españoles para la Concha de Plata (a Verónica Echegui, por su yonqui en 'El patio de mi cárcel' y a la jovencísima Nerea Camacho, que da vida a 'Camino' en la cinta de Javier Fesser, debieron pitarles los oídos hasta el último momento, si bien no puede decirse que este apartado fuera uno de los más protestados).

A la categoría de ni frío ni calor, pueden adscribirse el premio al Mejor Director, Michael Winterbottom, que ya se hiciera con el de mejor fotografía con '9 songs' en 2004, y el Fipresci para la provocadora 'Tiro en la cabeza', de Jaime Rosales, que va ganando adeptos con el paso de los días. Hay quienes han apuntado que es incluso un premio demasiado menor para lo que se valorará este intento de arte (según la propia autodefinición del director de "artista") en el futuro.

Y entre tanto drama, la comedia. La única a concurso, 'Louise-Michel', de los franceses Benoît Delépine y Gustave Kervern, tiene según dice el acta oficial el mejor guión de San Sebastián 2008, año en que desfiló por Donosti Woody Allen con sus gafillas, su elocuencia desmedida y su pelo cada vez más cano. Año en el que la Streep y el Banderas fueron reconocidos por sus "carreras ejemplares" y año en el que se echó de menos a Brad Pitt, a George Clooney y a los hermanos Coen, que decidieron promocionar la divertida "Quemar antes de leer" (Premio del Público) en Venecia pero no en España. En su lugar vino John Malkovich, que junto a Bardem (sin Pe) y a los emergentes Miguel Ángel Silvestre y Verónica Echegui añadió más color aún al fucsia intenso de las alfombras de gala que les acogieron. Todo esto y algo más fue ese 2008 ya lejano que se borrará pronto como un recuerdo efímero en la memoria, porque lo raro hubiera sido que lloviera a gusto de todos. Eso, señores jurados, tomen nota; es lo que les haría únicos, y no al revés.

26 sept 2008

Meryl Streep: "Si gana McCain me mudo a San Sebastián"

Meryl Streep y su Donosti.

Un reloj anuncia las cinco de la tarde y Meryl Streep, segundo premio Donosti de 2008 tras Antonio Banderas, la gran dama del cine norteamericano, llega a la sala de prensa del Kursaal. Sin retraso. La expectación, insólita. Y no porque no haya habido gente de gran talla en esta edición del Festival de Cine: por aquí han pasado Bardem, Woody Allen, el citado Banderas y...'El Duque'. Pero es que Meryl es mucha Meryl. Es la Meryl de 'Memorias de África' y de 'Las horas'. La de las 14 nominaciones a los Oscar y las dos estatuillas: la Meryl de 'Kramer contra Kramer' y de 'La decisión de Sophie'. No ha habido en todos los días transcurridos desde el pasado día 17 menos periodistas por las calles de San Sebastián al llegar la actriz. Ni menos en el pase de prensa de las 4 de la tarde, porque nadie se quería perder a la diosa de blanca piel, de cutis inmaculado, de tacones y vestido. No aparenta sus 59.

Aproximadamente medio millar de acólitos se han reunido para ovacionarla, para aplaudirle y para darle las gracias por recoger el galardón, que premia toda su trayectoria, en persona; y ella lo ha correspondido con sentido del humor, con bromas y con risa. Con chistes y muecas, histriónica pero no falsa. Cercana. No al modo de una 'celebrity'. O, quizá al modo de una celebrity normal que no se siente acosada por la prensa. Le preguntan: Meryl, ¿cómo consigues que nadie se meta contigo, que no te atribuyan romances y que todos los actores con los que has trabajado hablen bien de ti? "Les pago mucho dinero". Y le hace gracia su propio chiste. Y a todos los demás también. La jalean por primera vez, y no será la última. Porque esta venerable actriz, que podría dar más miedo que muchas, dejémoslo en "imponer", merced a su papel de 'El diablo viste de Prada', no lo hace, seduce.

Salta otro: Meryl estoy muy nervioso, eres mi actriz favorita de todos los tiempos. "I love you too" (Yo también te quiero). No hace falta ni que se lo traduzcan a los 200 que nos hemos quedado sin auriculares. Unos la entienden mejor, otros peor, pero todos pueden ver que está de buenas, de muy buenas. ¿Qué es lo que habrá desayunado? Me lo pido. La cosa sigue, porque el fascinado muchacho le dice estaba triste antes de entrar a ver 'Mamma mía' y salió contento, lleno de alegría. "Perdona, el traductor no sabe traducirme la película de la que me estás hablando". Y no sabes si bromea, porque lo dice riendo. Y prosigue: "He entendido que te deprimiste con la película". Y cae en la cuenta. Y vuelve a hacer una fiesta. Se lo está pasando pipa, y todos a su estela. Es importante decir que el admirador la entretiene un buen rato porque es una pandemia. Cada periodista, dueño momentáneo del micro quiere su minientrevista con ella, y raro es el que no hace un par o tres de preguntas. El límite permisible antes de que los colegas te empiecen a mirar mal.

'Click, click', desde las cámaras, profesionales y chungueras, 'click', desde todos los móviles de la sala. 'Click, click', foto, tras foto, tras foto. No ha pedido que no se la retrate como hicieron Stiller y Downey Jr. la semana pasada y antes, en 2007, sin ir más lejos, Samuel L. Jackson o Lou Reed. No ha pedido tres filas de asientos libres enfrente de sí para que su oxígeno no se mezcle con el CO2 de los periodistas, fans por un día. Sabe que estar aquí es un honor y no lo va a empañar. Más de 30 autografiados a la salida lo corroborarán.

Es a los 30 minutos cuando viene la cuestión de rigor sobre política. El otro día, Ben Stiller se sorprendía de que siempre que viene a Europa le pregunten por quién va a votar. Si Meryl piensa igual que 'Zoolander', al menos no lo dice. ¿Qué vas a hacer si gana Obama?, reza la pregunta. Ella no emite respuesta verbal, al menos no en un primer momento, lo que hace la actriz más premiada de la historia es gritar como si le acabara de tocar la lotería y levanta las manos entrelazándolas por encima de su cabeza como quien gana una carrera de caballos. "Lo que haré será gritar y cantar tan alto que se me podrá oír aún estando al otro lado del Atlántico". Y después, Meryl triste, se sitúa en el escenario que menos le gustaría: "Si gana McCain, lo más probable es que me mude a San Sebastián". Lo han captado 20 televisiones, hay testigos. Hay una posibilidad de tener a la Streep de vecina el año que viene. Seguro que hay muchos que lo celebrarían.

San Sebastián (Día 9): Un Burman menor es mejor que la violencia de Kim Ki-Duk

Daniel Burman posa junto a los actores de 'Nido vacío'.

Por fin llegó el segundo viernes del festival y todo el pescado se encuentra ya en los mostradores listo para ser juzgado, tasado y premiado. Mañana se conocerán los agraciados en una edición cuyos ingredientes más controvertidos han partido del cine español, más concretamente de 'Tiro en la cabeza', con su alambicada, y en ocasiones ininteligible, reflexión sobre el mundo etarra, y 'Camino', que ha señalado los usos y maneras del Opus Dei. Pero, a la espera de que el director Jonathan Demme, presidente del Jurado de esta 56ª edición del Festival de Cine de San Sebastián, diga eso de "...And the Concha de Oro goes to...", hay que echarle un ojo a la última parada de las películas a concurso: dos propuestas dispares, una de las cuales es tremendamente disparatada.

Comenzando por la que nos toca más de cerca, Daniel Burman plantea en 'El nido vacío' las secuelas derivadas de la crisis de la mediana edad, con sus consecuentes choques emocionales (maritales y paterno-filiales). No es el argentino uno al que se le den bien las estructuras recovecadas, y por ello su intento de sofisticación narrativa sabe a burla o a impotencia ejecutura en el tramo final. A pesar de que los temas que toca son verdaderamente incómodos, le sale la flema porteña en su vena más cínica, característica común a tantas otras películas que nos suelen llegar desde la Argentina.

Aporta cierta dosis de solidez adicional el gran trabajo de Oscar Martínez (el Oscar se escribe sin tilde, no es una errata), y no tanto Cecilia Roth, cuyo personaje de esposa frustrada en busca de la autorrealización a sus 'cincuenta y...' no está demasiado matizado. Ya en sus anteriores trabajos, Burman había apostado siempre por los hombres como hilos conductores de sus filias y fobias. El actor Daniel Hendler, perfecto álter ego del realizador en 'Esperando al mesías' (2000), 'El abrazo partido' (2004), 'Derecho de familia' (2006) no aparece aquí por su juventud para el papel, supongo. Y se le añora.

Nada es achacable a Burman en el ritmo conversacional, salpicado de chistes, marca de la casa, de hecho, Leonor Watling, jurado del festival, se rió en varias ocasiones en el pase de ayer, pero falta ese salto de calidad y emotividad que desde 'El abrazo partido', Burman no ha sido concretar. Me decía el otro día una colega bonaerense, al amparo de sendas cañas, que 'El hijo de la novia' (de Juan José Campanella), 'boom' de taquilla (me refiero a índice de ocupación por butaca, que los verdaderos éxitos los copa todos el cine yanqui) y crítica en España se debió a que es el tipo de película hecha en su país para saciar el gusto de los de aquí. Con 'El nido vacío' dice que ocurre lo mismo, pero les aseguro que, ni de lejos, va a tener la misma repercusión. Le falta ese nosequé.

La prota de la peli de Kim Ki-Duk, en Donosti.

La que desde luego no está hecha para los europeos promedio es la última marcianada de Kim Ki-Duk, 'Dream', pero es que nada es simple con el director de 'Primavera, verano, otoño, invierno...y primavera'. Suya fue una de las notas de color del festival al dar la rueda de prensa de presentación desde su Corea del Sur natal, donde se encuentra recuperándose de un accidente de tráfico que sufrió hace poco. "El amor es un círculo de celos, ira y felicidad" es el supuesto mensaje de una cinta de ciencia ficción de paisajes urbanos cotidianos, pero llena de hechos paranormales, con los que comulgas a pies juntillas o acabas retorciéndote en la butaca, como ha sido mi caso.

Hay cierta belleza poética en sus imágenes, eso es indudable; no en vano Ki-Duk es uno de los padres de la innovadora imaginería que la última década ha golpeado con fuerte en Occidente, pero su intento de vender una moto en la que el protagonista sueña pesadillas que más tarde ejecuta una muchacha, con la que se verá forzosamente unido en pos del equilibrio social, es tan enrevesada como surrealista. Las melodías inquietantes, escuela Badalamenti, nos evocan al David Lynch más desquiciado, el de 'Carretera perdida' y 'Mulholland Drive', que suele buscar la misma provocación, pero de una manera mucho más evocativa. La violencia del tramo final es tan gratuita como desconectora. ¿De qué sirve mostrar escenas que casi nadie va a ver porque suscitan tanto asco que la mayoría del público aparta la mirada o directamente se tapa los ojos? Será porque el surcoreano no ha tomado nota de Campanella y sigue rodando para sus paisanos en vez de para nosotros, lo que casi le garantiza un premio en el palmarés.

25 sept 2008

El lento y armónico ocaso de Jonathan Demme

A la película número 22, Jonathan Demme dijo ¡Basta! No es que no lo viniera avisando, porque su trayectoria última decía que sus intereses no se encontraban en la ficción, pero el director de 'El silencio de los corderos', presidente del Jurado de la Sección Oficial de la 56ª edición del Festival de San Sebastián, lo ha confirmado hoy: "No estoy buscando guiones". Se veía venir con sólo cuatro películas no documentales rodadas en los últimos 10 años.

El director de cine estadounidense Jonathan Demme.

Lástima, supongo, para los que disfrutaran de la desprejuiciada locura que emanaba 'Algo salvaje', del comprometido y necesario ensayo sobre el SIDA que fue 'Philadelphia' y de la maestría que desbordaba por todos sus poros uno de los thrillers maestros de finales del pasado siglo, el que enfrentó a Hannibal Lecter con la única y verdadera Clarice Sterling (Julianne Moore es majica pero no es lo mismo que la Foster). "Me comí su hígado acompañado de un gran plato de habas tiernas y un buen chianti ... Smhmssss" ¡Maestro!

Pero los tiempos cambian y la revolución de los DVD ha mutado al público potencial de las salas. "Los equipos de cine estupendos que todos tenemos en casa", lo contaba el otro día su compañera de jurado, la española Leonor Watling, han conseguido que los estratos sociales económicamente desahogados no se acerquen demasiado a las salas. Los adolescentes hormonados mandan y hasta ahí Demme no se baja los pantalones. El de Long Island está ahora más pendiente de rodar los conciertos de su amigo Neil Young que de hacer la corte a nuevas superestrellas. Le han preguntado hoy si querría trabajar con Anne Hathaway ('Princesa por sorpresa', 'El diablo viste de Prada') de nuevo y él ha respondido: "Es una gran actriz joven. Tenía confianza en ella. Mi última película va a ser un punto de inflexión para ella". Si eso no es un no, que venga Dios y lo vea.

Precisamente, esa última película suya, 'Rachel getting married', presentada hoy en la sección paralela Zabaltegui, no es cine comercial norteamericano al uso, sino un intento de revolucionar las formas dentro del cine de estudio (Sony). Bebiendo del cine Dogma y de colegas de su quinta como Joel Schumacher (no por género pero sí por el estilo formal de 'Tigerland') o Wim Wenders (por su cámara al hombro), es un soplo de aire fresco entre tanto sufrimiento denso y descarnado de la Sección Oficial. Tiene sus dosis de lágrimas, si ustedes son de esos de sensibilidad pronunciada, pero parece que el guión haya sido lo que haya querido potenciar en esta película Demme, que indaga nuevos campos.

Así que 'rara avis', chico descarriado, cansado de los influjos de la industria que le coronó y que ahora le mira como un bicho por esa cosa suya de no rodar rollos tipo 'Armaggedon 2' y ahondar, en su lugar, en la música, su gran pasión. "Todos los cantantes son actores por naturaleza porque crean un personaje al interpretar cada canción", ha dicho quien en 2006 dirigiera 'Neil Young: Heart of gold' y tiene en posproducción 'Neil Young Trunk Show'.

Matrimonio dorado el que viven el 'folkie' y el realizador, como dorada le parece a Demme la unión cine-música que conforman para él "un excelente maridaje". Habrá sido por la mala hora a la que se ha programado la rueda de prensa, entre el pase de 'La clase' (última Palma de Oro en Cannes) y 'El nido vacío' (primera de las películas a concurso de la jornada de mañana); o porque los periodistas le ven como alguien de la familia después de siete días presidiendo el jurado; o porque pasa del cine o porque el cine pasa de él (tanto como él del cine); o porque ahora las niñas prefieren a El Duque que ver su último documental... El caso es que la primera y última rueda de prensa en este Festival de quien fue todo en el Hollywood de los 90, estaba sólo a la cuarta parte de su capacidad. Bendito él, que le da lo mismo.

San Sebastián (Día 8): Fesser 'no critica' al Opus Dei con 'Camino'

Javier Fesser

Javier Fesser ha roto la baraja de la comedia y se ha metido hasta las patas en el drama más salvaje con su tercer largo, 'Camino', que centra su mirada en el Opus Dei, basándose en la historia real de una niña de 14 años (Alexia González Barrios, interpretada por Nerea Camacho), aquejada de un tumor maligno, que demuestra fe inquebrantable, alentada por su madre (la actriz Carmen Elías, que ya suena para la Concha de Plata), una creyente convencida.

Los 'protas' de 'Camino': Carmen Elías, Manuela Velles, Nerea Camacho y Mariano Venancio.

La estructura culebronácea del director de 'El milagro de P. Tinto' y 'La gran aventura de Mortadelo y Filemón' tiene un desarrollo modélico y es, ante todo, una película muy inteligente que salpica mala leche sin demasiada obviedad. Fesser lo desmiente: "He mostrado argumentos de todas las posturas, ya que mi opinión al respecto no interesa a nadie ni me interesa a mí mismo como autor". En 'Camino', insiste, "no hay crítica ni burla", pero lo cierto es que, durante la proyección, muchas de las réplicas de la gente adscrita al Opus fueron jaleadas con carcajadas nerviosas. Tiene Fesser "la absoluta convicción de que nada de lo mostrado va a disgustar al Opus Dei, y si así fuera no sería por culpa de esta película". Esa es su coartada. Otra cosa es que los espectadores opinen lo mismo.

La extrema crudeza de las imágenes que narran el proceso de la enfermedad creciente (no escatimando en planos de intervenciones quirúrgicas) se acentúa al descubrir, poco a poco, al optimista personaje creado por Nerea Camacho. Los lazos de unión entre la actriz y los espectadores no hacen sino causar una mayor sensación de desasosiego que no abandona hasta horas después del final de la proyección. Eso si no se va uno del cine antes. El martes se contabilizaron 74 deserciones entre las 500 personas que acudieron al primer pase de 'Tiro en la cabeza', una desbandada del 14,8%. En 'Camino', 53 de 374, un 14,2%. También exagerado. Y no porque el que maneje Fesser sea un código complicado o levante ampollas ideológicas. Dudo que todo el mundo que no se quedara hasta el final ayer fuera partidario de la institución; es sólo que el dolor cebándose en una niña ordenada, obediente y muy rubita escuece más que los decesos que provoca el bandarra Stallone.

El calvario por el que atraviesa a lo largo de su enfermedad Camino —nombre de ficción que atribuye el director a su protagonista basándose en un libro del fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer—, no acaba en sus dolencias físicas. Fesser mete más el dedo en la llaga de esta 'santa Job', en proceso de beatificación en la vida real, al cargarla además con un desamor 'shakespeariano'. Encaprichada del pastelero del barrio, espera una carta suya que nunca termina de venir, lo que le lleva a cuestionarse por qué Dios desoye todas sus plegarias. Dos horas y veinte plenas de sufrimiento con interpretaciones sólidas alejadas de la caricatura (lo más difícil), para acabar abriendo infinidad de interrogantes que tienen que ver con la utilidad del dolor "como algo redentor, como algo que te hace sentir privilegiado", según la propia definición de Fesser.

Más relajada ha sido la canadiense 'Mamá está en la peluquería', que bien podría haberse llamado 'Un verano de mierda', de la directora Léa Pool ('El último suspiro'). El primer día de las vacaciones de 1966, una familia aparentemente feliz queda fraccionada por una infidelidad homosexual del marido. La madre a la que hace referencia el título hace un poco de ruido para acto seguido abandonar la casa en busca de un puesto de periodista en Londres. Océano de por medio y uno no se explica cómo le puede costar tan poco la decisión de dejar a los vástagos atrás. Abre frentes Pool y no cierra apenas ninguno, pero lo que en Winterbottom es dolor irresoluble comprensible, aquí deja la sensación de ser una serie ilimitada de carpichos de guión. O de pinceladas sin tino. Los comportamientos de todos los miembros de la familia son tan viscerales como injustificados; todas las decisiones se toman sobre la marcha y aquí nadie recula. No se puede decir que hablemos de una mala película, aunque sí de una contada en otras ocasiones. El despertar sexual, los inadaptados y los abandonados, todos tienen su hueco en esta cinta que alberga segmentos tiernos y otros divertidos, pero que, analizada con la perspectiva que da un café postrero, sólo sugiere un sabor neutro. ¡Fallida!, que no me salía la palabra.

24 sept 2008

Marketing viral en San Sebastián

Los blogueros se han convertido en armas de destrucción masiva cinematográfica en los últimos tiempos hasta llegar al punto de que los grandes estudios temen como plagas bíblicas las filtraciones en internet de sus productos para no ser vapuleados antes de la fecha del estreno. Cuando se toca la pela, la psicosis se desata. En ocasiones, los cibernautas reputados adquieren talla de celebridades, hecho que la teleserie 'Entourage' retrató muy bien en su capítulo 'I love you too' (17º de la segunda temporada). En éste se llegaba a sobornar a un chantajista con opinión acreditada en la red para que no boicoteara el estreno de 'Aquaman'.

En el otro extremo, más famosa incluso es la historia según la cual 'Snakes on a plane' se convirtió, a pesar de su muy discutible calidad, en un fenómeno de taquilla en su primera semana gracias a la labor de varios blogueros que la pusieron en un altar. Siete días después, cuando la gente se dio cuenta de que el tirón inicial no estaba justificado, los réditos de esta serie B de pseudo terror descendieron hasta los subsuelos, pero el experimento había funcionado.

El éxito en Youtube del vídeo musical 'Amo a Laura' y las campañas engañosas de películas como 'El proyecto de la Bruja de Blair' o de 'Cloverfield (Monstruoso)', en la que se mostraba el trailer sin títulos de crédito, hablan de internet como una genial plataforma de lanzamiento. Eso mismo debieron pensar XXXXXX (me lo guardo hasta el final, que si no se me despistan), cuando empapelaron el pasado miércoles 17 la ciudad de San Sebastián con octavillas, algunas pegadas en muros, otras directamente tiradas por las calles, que rezaban lemas como "El ganador del Goya 2007 al mejor montaje, David Gallart se vio anoche en el Hotel Mª Cristina con el ganador del Festival de Sundance Alex Pastor ¿Aún no ves la conexión?"

Más o menos media docena de mensajes que citaban a la directora de 'Lo mejor de mí', Roser Aguilar, y a distintos miembros de los equipos de 'El orfanato' o 'El laberinto del fauno' salpicaban el paso de quienes recorrían el 'casco viejo' o los aledaños de los distintos cines. Conexión, conexión, ¿pero dónde estás, conexión? Ah, y chapitas, que no se me olviden las chapitas, redonditas y rojas; en el macuto llevo una pinchada.

El secreto ya ha sido desvelado, me lo anticipó Aguilar y lo descubro en la página web del producto (conexionescandalo.com), que ya no está construida en clave de acertijo. Los pillos que están detrás y que han buscado (y conseguido) cientos de visitas por parte de los periodistas congregados en el Festival de Cine son los estudiantes de la Escuela Superior de cinema i Audiovisuals de Catalunya (ESCAC) y los trabajadores de su productora asociada, ESCÁNDALO FILMS (ya tienen solución para el hueco en blanco que dejé en el párrafo anterior), presentes en la filmación de las películas anteriormente citadas y de otras como 'Bajo las estrellas' (de Félix Viscarret), 'The machinist' (de Brad Anderson) o '[REC]' (de Jaume Balagueró y Paco Plaza).

La web, de rudimentaria construcción, es descriptiva y no apunta a ningún contacto para que la gente se matricule. Es un canto de sirena, una llamada de atención, para darse a conocer, para que la opinión pública se dé cuenta de que de la ESCAC están saliendo talentos contrastados. De momento no se puede calcular el impacto real de la promoción en el número de inscripciones, pero lo que está claro es que han dado que hablar en San Sebastián y que el marketing viral está más vivo que nunca.


San Sebastián (Día 7): Dos cintas agridulces sobre la importancia de sobreponerse

El director japonés Hirokazu Kore-Eda

Al final, como correspondía, la arena artística no se confundió ayer noche con la política ni la violenta. El pase de gala de 'Tiro en la cabeza' estuvo rodeado de normalidad, sosiego y calma. Los más agoreros esperaban revueltas, o microrrevueltas al menos, pero ese arte y ensayo que Boyero masacra en El País y que El Mundo, ABC y Gara, entre otros, ponen hoy por la nubes en sus críticas, sólo se diferenció en su estreno de cualquier otro por la presencia de media decena de efectivos de la Ertzaintza inactivos a las puertas del Kursaal 1.

Rashid Masharawi, junto a los actores Mohamed Bakri y Areen Omari, antes de presentar su película 'Eid Milad Laila'.

Y si en lo social la cosa se revisitió de una moderación inesperada y loable, las que siguen dando que hablar son las tertulias periodísticas. Los grupitos a la salida de los pases se preguntan entre sí "¿Te ha gustado la japonesa?" "¿Qué tal la palestina?" Pero pronto el 'tema Rosales' sale a escena de nuevo. Tomadura de pelo y clarividencia se mezclan en un magma indistinguible. La segunda opinión radica, no sabe uno si en la pose, en la apuesta de futuro (es tan inteligente como maquiavélico defender lo difícil de defender a la espera de que la historia le dé una lugar de culto en el olimpo de la innovación) o en la convicción plena, pero cierto es que algunos sucumbieron a las palabras del director en la rueda de prensa y posteriores entrevistas. Se puede ser partidario o no de su discurso, lo que está claro es que el catalán sabe revestir de misticismo sus respuestas. Hasta los detractores reconocen su oratoria. Hasta los más obcecados en destapar la mentira de su "arte" hablan bien de su educación.

A partir de este párrafo, toca carpetazo a la contaminación 'Rosaliana', a no ser que ocurra una sorpresa inesperada en forma de pellizco en el palmarés, porque hoy se han presentado dos películas y, por cierto, bastante buenas. La primera, 'Still walking', del realizador Hirozaku Kore-eda, ha dado lugar a uno de esos excepcionales escenarios en los que el público se pone casi masivamente de acuerdo en la alabanza. Nadie cuestiona que sus planos están escritos en formato de pequeño gran cine.

'Still walking', del realizador Hirozaku Kore-eda, ha dado lugar a uno de esos excepcionales escenarios en los que el público se pone casi masivamente de acuerdo en la alabanza

La trama nos enseña una reunión familiar, conmemorativa de la muerte prematura del hermano mayor, que tiene como consecuencia la confrontación de caracteres de una unidad disfuncional formada por el padre, altivo y clasista; la madre, abnegada y servicial y dos hijos de distinto sexo, ambos en la treintena. Ella se ha casado con un idiota (en el mejor de los sentidos, un 'parras' usando la jerga de mi barrio) y su unión es respetada. El hijo, que desde la desaparición de su hermano mayor debe convertirse en el sólido sucesor, llega con su mujer, divorciada de otro hombre y con un hijo del mismo. La inteligencia y educación de ella son elevadas, pero su condición de 'usada' molesta a la suegra, que no tiene reparos a la hora de demostrarlo.

Es imposible no sentirse repelido por la estructura jerárquica de las castas orientales, al menos de las que nos llegan en forma de bobinas fílmicas, que suelen otorgar una importancia menor a la mujer; pero, de la misma manera, resulta paradójicamente tierno el amoroso sometimiento con el que la hembra acepta y disfruta de su rol de ama de casa todoterreno. Emociona Kore-eda con su fresco de mezquindad, que salpica en todas las direcciones, pero, que, con ojos humanos, se sabe comprender, asimilar y superar.

La cámara, recreativa, espectadora amable y nunca molesta, recoge retales de un día de verano en el que se hacen promesas a la ligera que adquiren su belleza poética en un futuro de incumplimientos. Cuatro protagonistas principales y un par de secundarios para enmarcar redondean el elenco de una de las más bonitas perlas salidas de la Concha en los últimos años.

Por otra arte, si densa y concéntrica resulta la reunión anterior, liviana y esplendorosa es la segunda película que se ha presentado este miércoles a concurso, y en lo de 'esplendorosa', aviso, me quedo casi solo. 'El cumpleaños de Layla' del director palestino Rashid Masarawi, recrea la jornada laboral de un recto taxista, antes juez, en el día del cumpleaños de su hija pequeña. Cada pasajero es un gag y cada carrera, un cúmulo de divertidos despropósitos. El conflicto con los israelíes no es tratado más que de rebote, pero sirve de mucho para destapar la verdadera esencia de un personaje admirable que se va convirtiendo con la sucesión de las horas en un descendiente lejano del Michael Douglas de 'Un día de furia'. Para muchos ha sido una de las frivolidades del festival por su aparente poco peso, pero el cine, en ocasiones, sólo pretende contar fábulas, y ésta, como fábula, es sólida como el cemento.


23 sept 2008

San Sebastián (Día 6, parte 2): Cómo distraerse en el pase de Rosales


A los cuatro minutos: "¿Qué es esto?". A los ocho, se van las dos primeras personas. A los 12, murmullo generalizado. A los 14, se van otros dos. La gente suele ir al cine, por norma general, en grupitos de a dos, mínimo, y de la misma manera lo abandonan. Se oyen toses que en condiciones normales pasarían desapercibidas, pero es que 'Tiro en la cabeza' es una película muda. Ha pasado a la leyenda que hubo tiempos en los que una ardilla podía atravesar la península ibérica sin tocar suelo, de árbol en árbol. Hoy nace otro chascarrillo: En la proyección de las películas realmente aburridas (y mudas), es posible que las toses de 1.000 personas se vayan sucediendo unas a continuación de otras sin dejar ningún segundo en blanco.

A los 21 minutos aparece en la pantalla un señor viejo y con muletas intentando subir a un tren. Ese plano (mudo) dura 30 segundos. Plano fijo, ni que decir tiene. Una señora se toca el pelo mientras fuma (también en la peli, en el cine no se puede fumar). Tos. Alguien del público dice "Por favor" y arrastra la 'o' de favor con desesperación y asco. Primera risilla nerviosa. Tos. Tos. Triple tos. Suena un Nokia (sé que es un Nokia porque tiene el alegre tonillo de 'tinonino-tinonino-tinoninoni') que alguien se ha dejado encendido cerca de mí.

De vuelta a la pantalla, una individua en sus cuarentaypico gesticula alegremente. No es, a simple vista, y sé que es malo cerrarse, la típica a la que querría de amiga. Ruido de butacas cuando alguien se levanta. Cuadruple desbandada a los 28, entre ellos el señor que tenía sentado dos puestos más alante. En ése precisamente depositaba yo confianza para que se quedara hasta el final, tenía cara de listo.

El protagonista entrado en carnes se empieza a desnudar y desnuda a la que parece ser su chorba. "Qué horror" dice una voz femenina. Y enfatiza: "Es horrorosa". Pero aguanta. No se va, se revuelve pero se queda. En el minuto 32 pienso que aunque oyera los diálogos de Rosales, seguiría sin gustarme.

En el pase de las 9 de la mañana del Kursaal 1 no hay sólo periodistas. También hay público no especializado que se mezcla hasta componer una masa de espectadores no tan pedante. Esa inyección de savia carente de cinismo hace que los aplausos predominen aunque la película sea un espanto. Son los más humanos, pero también los menos preparados para el horror y se van cinco mientras la de "Qué horror" dice "Enfoca dos cabezas de espaldas, ¿qué me quiere decir con eso?". Dos minutos de cabezas. Intento leer los labios de los actores pero no vocalizan. No me importa demasiado, a estas alturas no me interesa ni como tocada de huevos. Cuarenta minutos. Cabeza. Tos.

El protagonista abre la puerta de su nevera a los 45 y la palabra diarrea mental rebota en las esquinas de mi cerebro como un salvapantallas de Windows. En 'Antes del amanecer', el protagonista (Jesse) se planteaba hacer un gran hermano basado en una sola persona a tiempo real y se cuestionaba su éxito. Te lo digo yo, Jesse: un coñazo. "Es que no es posible", chilla bajito un señor bajito situado delante, en diagonal a mí. A los 51 minutos la mayoría del público está anestesiado. Dijo un crítico reputado que 'La soledad' (anterior película de Rosales) era lo mejor que se había rodado en España en los últimos 20 años y creo que ésta es la peor de los próximos 20.

No sale ni un@ solo tí@ buen@ en todo el rato, reparo en eso. No quieren que nos desviemos del mensaje, supongo. Me llaman para concretar la entrevista de Watling y me retiro un poco hacia la salida. Vuelvo. A partir del minuto 70 hay algo de chicha. A los 71, la única línea de diálogo comprensible: "Jodidos policías". Tiro en la cabeza. Fin. Espero que valoren mis tentativas de objetividad.

La segunda película presentada hoy a concurso, la francesa 'Louise-Michel', de los directores Benoît Delépine y Gustave Kervern, no es la gran maravilla. Bueno, depende de con qué la comparemos, si saben a lo que me refiero. Seguro que vista mañana sería peor, pero hoy cualquier cosa con verbo parece gloria bendita. Hay risas, y no pocas, en la única comedia que compite en Sección Oficial, lo que han agradecido los realizadores en su rueda de presentación. Simpáticos los muchachos, que han obsequiado un jamón al periodista dueño de la pregunta que, a su juicio, ha sido más ingeniosa (y no se me amontonen, que no he sido yo). La portera de 'Amèlie' es la protagonista de una chifladura que habla de la deslocalización laboral y de la reubicación de los efectivos damnificados. Hasta ahí todo normal, lo curioso del asunto es cuando las trabajadoras contratan a un asesino en serie para liquidar al jefe. Un tema menos denso, sí, y menos intelectual, pero gloria bendita, oigan.


Leonor se quiere mudar con Almodóvar


'Un poco más de Leonor, por favor' es el primer título que se me viene a la cabeza con respecto a lo que ha pasado hoy, pero es más periodístico el que va arriba. Más Leonor porque sabe a poco, porque está hasta arriba de actos sociales, viendo al menos seis horas de cine al día y conociendo la ciudad, qué menos, que para eso es miembro del Jurado de esta 56ª edición del Festival de Cine de San Sebastián. Ella es nuestra conexión nacional dentro de un heterogéneo grupo en el que la acompañan Jonathan Demme (director), Michael Ballhaus (director de fotografía), Martina Gusman Urruti (productora), Masato Harada (director), Nadine Labaki (directora) y Clare People (directora).

En una de sus apariciones en el Festival.

A veces se la puede ver corriendo de una sala a otra de la mano del cantante Jorge Drexler para llegar al siguiente pase. Con su piel blanquita, marca de la casa, y su panza enorme, que le da ese brillo especial que dicen que tienen las embarazadas. Y por eso de que va de un sitio a otro con cierto estrés, meterse en su agenda de entrevistas es misión casi imposible, misma razón por la cual, un tête à tête computa como algo cercano al milagro. Nos dice su jefe de prensa que la actriz 'tiene que atender a todas las teles y a ocho periodistas de prensa escrita en una hora. Os corresponde un 'pool' conjunto, os repartís las preguntas. Era eso o tres minutos para cada uno'. Y claro, qué le vas a decir, que vale.

Pero por favor, un poco más de Leonor para la próxima vez. Y un poco más de Watling también. Entre su llegada a la suite 103 del hotel María Cristina, con su ropa inmaculadamente negra y sus zapatillas doradas, y su despedida pasó exactamente lo siguiente: fotos, sonrientes saludos y todas estas preguntas:

En tu calidad como jurado, explícanos un poco cómo está siendo tu mecánica de trabajo.

Es un regalazo estar aquí. He tenido mucha suerte por el grupo que se ha juntado este año. Somos muy respetuosos con el trabajo de los artistas con el de las películas que estamos viendo. Cada uno es de una parcela, pero estamos siendo todos muy generosos en la manera de expresarnos. Además de juntarnos a discutir y a opinar, aprendemos un montón. Intentamos ver juntos las películas, no por nada en concreto, porque cuando salimos de las proyecciones no hablamos, pero intentamos ir todos al mismo ritmo, saber más o menos dónde estamos todos y evitarnos un superconsenso todos el último dia.

¿Crees que un jurado con tantas sensibilidades distintas será capaz de ponerse de acuerdo?

Yo creo que eso es lo bonito. Venimos de tipos de cine muy distintos y de generaciones muy distintas, pero eso es lo maravilloso del cine. Hay algo que trasciende en él que está más allá de la altura a la que te impacte, porque es raro que no te dé un golpe una película que ha golpeado a otro. Puede ser un gancho de izquierda del que sales tumbado, como diciendo 'esto es la bomba', y que el otro te diga 'a mí me ha dejado sin aire un poquito, aquí en en el bazo', pero normalmente a todo el mundo le da. A lo mejor concretar va a ser mas dificil. Llegar a ver quién se lleva mejor foto igual es más complicado y ahí lo haremos con mas cuidado.

¿Por qué crees que te han elegido para componer el jurado?

Leonor Watling y Jorge Drexler en San Sebastián.

Es una buenísima pregunta (ríe Leonor). La verdad es que es la tercera vez que me proponen ser jurado y me hacía muchísima ilusión y estaba convencida de que nunca más me iban a invitar si no lograba venir este año. Creo que la razón es porque siempre componen los jurados con una mezcla muy interesante entre gente muy 'senior' en su trabajo, o que tenga una opinión muy experimentada; y siempre hay alguien joven, un actor un productor...

¿Cómo te ves a la hora de elegir?

Hombre, es que no estoy sola. Es como estar en un bar opinando de fútbol y que te nombren seleccionador, pero creo que he trabajado lo suficiente y he visto lo suficiente como para ver lo difícil que es hacer algo con independencia de que salga bien o mal. El hecho de que no te salga bien del todo es como que no te salga un 'soufflé'.

¿Qué produce más nervios: juzgar o que te juzguen?

Desgraciadamente, que te juzguen, porque no depende de ti.

Pero se debe sentir una gran responsabilidad a la hora de intentar no dejar nada que merezca la pena fuera del palmarés...

Hay cosas que puede que valores mucho y que no consigan nada, pero sólo por el hecho de estar en Sección Oficial ya están valoradas. Es interesante ser jurado porque (cuando premias) estás diciendo qué quieres que vea la gente, decides dónde poner la linterna para ver dar un poco más de luz a un producto de manera que pueda darse a conocer.

Estadísticamente, están casi destinados a que tu veredicto, con un 90% de probabilidades, sea pateado. ¿Se juega ya con ese conocimiento?

Sí, pero es algo que no puedes tener en cuenta. Es importante saber que el nivel de las películas, por el mero hecho de estar aquí, es alto. Es como el valor de los militares, que se sobreentiende. Más alla de eso, sólo hay que decidir a quién le vas a subir el volumen.

Pero a veces se puede pecar de paternalismo 'poniendo esa luz' en cinematografías más pequeñas a las que el premio pueda apoyar más que a aquellas que tienen mucho más aparataje.

Eso depende del resto de peliculas que compiten ese año. A lo mejor hay algunas que están bien, pero la que te ha pateado el bazo es una muy pequeña. Parte del lema del festival se refiere al intercambio cultural. Lo que se buscan son películas que muestren un mundo que no conoces, que puede ser el de debajo de tu casa. No me refiero sólo a la lejanía geográfica.

Posiblemente, como actriz, te fijas más en los aspectos interpretativos...

Para mí una buena interpretación no es sólo el resultado de un individuo, sino que conlleva un esfuerzo sobrehumano, dirección, es maquillaje, vestuario, todo... Además en el jurado está Jonathan Demme (director de 'El silencio de los corderos') y respeto más su opinión sobre los actores que la mía propia. Creo que puede ser mucho más objetivo que los actores que formamos parte del jurado.

¿Te has puesto en la situación de decir: 'Jo, yo esto lo haría de esta otra manera'?

No, la verdad es que a mí no me pasa eso. Nunca 'se me va' para allá, creo.

¿Cómo se siente un miembro del jurado ante una proyección en la que a los cinco minutos la gente empieza a irse de la sala ('Tiro en la cabeza')?

A mí no me afecta. Yo sé que en este sentido, en Cannes, según acaba la película, se llevan al jurado, como escoltados por una guardia pretoriana, para que no vea si hay aplausos o abucheos. Pero yo miro otras cosas. Cuando me hace gracia algo, me río, pero no quiero decir que cuando una película me hace llorar o reír me parezca mejor o peor.

¿Qué género prefieres?

Depende, voy por rachas, pero disfruto mucho de las comedias, y no son muy bien consideradas. Cierto es que están muy sobrevaloradas por la producción pero, claro, hay que compensar por algun lado y por eso la crítica no les da tanta bola.

¿Eres asidua al cine?

Sí, pero cada vez menos de las salas, porque, como casi todo el mundo tengo uno de esos excelentes equipos de cine en casa, y no salgo. Y es por ahí por donde viene la crisis del cine español. Pero aquí, ser jurado es que te lleven a comer comidas riquísimas y a ver cuatro películas y eso es un regalo por el que no te tienes que sentir mal. No tienes que salir del cine y hacer algo útil, porque estás a eso.

"Yo me mudaría a vivir a la productora de Almodóvar, tipo Charlot, que tenía a todos los actores ahí para cuando los necesitara"

Los dos pasados años estuviste en el Festival de Jazz de San Sebastián; éste en el de Cine; ¿qué es lo te que toca el próximo?

¿Que más hay, de publicidad? (Leonor vuelve a reír).

¿Qué prefieres: la música o el cine?

Es que tengo la suerte de no tener que elegir. Yo sé que a los músicos les da mucha envidia el concepto de festival de cine porque no existe en su campo. No existe un lugar donde te juntes a conocer a los otros artistas, a los productores... No hay el nivel de compañerismo que hay en el cine. Independientemente de que te gusten las películas, supone el hecho de formar parte de algo que está sucediendo.

¿En el futuro, qué lugar ocupará la música y cuál la interpretación?

Lo desesperante es que no se puede calcular mucho. Depende de las ofertas que tienes y de los guiones que te llegan, eso no se puede elegir. Si pudiera mantener el nivel de ambas facetas, tanto la de Marlango como la del cine... Supongo que irá por rachas, pero en principio lo que tiene prioridad es escribir canciones y atender a los guiones, porque éstos son como icebergs, que se mueven poco. Son 50 personas y un dinero que hay en un momento dado. Una gira se puede mover más, es más fácil.

"Ser etiquetada es raro, luego entras en la sección de ofertas y te etiquetan de otra manera. No lo sé, creo que de alguna manera hay que llamar a las cosas. Hay nombres e insultos para todos los gustos"

A corto plazo, la Leonor cantante y la Leonor actriz serán deudoras de lo que pase con la Leonor madre, ¿no?

¿De esto? (Leonor ríe por tercera vez —sólo contamos las carcajadas— y se señala el vientre). Yo voy a estar tocando hasta el 20 de noviembre, y espero que se lo tome bien, porque no pienso parar porque tenemos la gira cerrada hasta entonces. Luego, como el trabajo de actriz depende del físico, hasta que no vuelva a mi fisico, me irán todos los papeles muy pequeños, pero a partir de primavera sí estaré leyendo guiones.

¿Cuál es tu opinión sobre los Donosti y sobre la presencia de Almodóvar para entregarle el premio a Antonio Banderas? ¿Pudiste hablar con él? ¿Te apetece volver a trabajar con él?

Hombre, claro, pero se lo dejé de decir porque me di cuenta de que mi conversación estaba empezando a ser muy aburrida. Yo me mudaría a vivir a su productora, tipo Charlot, que tenía a todos los actores ahí para cuando los necesitara. Y con respecto a Meryl Streep, me parece una diosa. Ella es la que hace el tipo de cine que me gusta. Un drama y, de repente, 'Mamma mia', que dices 'Olé, olé ese pelo rubio'. El cine consiste en contar cuentos. Es hacer llorar un día y al siguiente, lo contrario.

¿Cómo se lleva la etiqueta de icono 'cool' e intelectual para casi toda una generación?

Ser etiquetada es raro, porque luego entras en la sección de ofertas y te etiquetan de otra manera. No lo sé, creo que de alguna manera hay que llamar a las cosas. Hay nombres e insultos para todos los gustos.

A los 15 minutos que nos había prometido su jefe de prensa pudimos arañarles 30 segundos más, pero a ninguno nos supo a victoria, porque queríamos un poco más de Leonor y un poco más de Watling.

San Sebastián (Día 6): La cotidianidad del etarra no convence

Jaime Rosales e Ion Arretxe

Se presenta Rosales dueño de su elemento. Las ruedas de prensa al hilo de sus Goyas por 'La soledad' le han dado tablas. O a lo mejor es que es listo de serie. Sabe lo que se le viene encima tras el estreno de 'Tiro en la cabeza', que ficciona el asesinato de dos policías en Francia tras un encuentro fortuito con tres miembros de ETA el 1 de diciembre de 2007. Le han llegado ecos de que su película no ha gustado demasiado, de eso no cabe duda. Es el tema del día. Y del festival.

"La película cuenta el absurdo de la violencia con fines ideológicos. Hay que buscar otro camino democrático por difícil que sea". ¿Pero qué camino es ese? Él dice que va a contestar pero no lo hace: "La violencia es absurda". Su película tibia cuenta la cotidianeidad de un etarra. Le sitúa en su entorno humano; Rosales actúa de voyeur. "Tengo muy buenos amigos en el PSOE, en el PP, en HB, en IU. Y a todos nos gusta lo mismo, las cañas, las mujeres, a quienes les gusten las mujeres, como es mi caso, y los hombres a los que les gusten los hombres. Pero parece que una persona del PP y del PSOE no se pueden sentar a comer porque no tienen nada en común". Tira de dialéctica pero no se moja.

Durante el pase para los periodistas de esta mañana ha habido desbandada masiva de público, pero no a causa de su mensaje, sino de su código, ininteligible (la película está narrada con teleobjetivo y ningún diálogo es revelado al espectador, es cine mudo). Él dice que es porque "el lenguaje del cine tiene que evolucionar. No se entiende y eso viene a reflejar lo absurdo de la violencia". Absurdo es una palabra que el director catalán ha repetido mucho. "He tenido que hacer una película en un primer momento initeligible para que no fuera de fácil adhesión ideológica".

Cuando es cuestionado por la "utilidad" de su propuesta, Rosales argumenta que las dinámicas que se están llevando a cabo "no están llevando a ningún sitio. Quiero que mi reflexión llegue a la ciudadanía y luego a los políticos". [...] Soy un profundo demócrata y pienso que la democracia no ha agotado todas sus vías". A pesar de que no tiene "la pretensión de hacer una reflexión sobre la sociedad vasca" con su arte, sí reflexiona en voz alta: "La solución definitiva al conflicto vasco no puede ser satisfactoria para todos. El problema pasa por tener en cuenta a todos los implicados".

El marco elegido por Rosales para su presentación, este festival de cine donde en 2003 Julio Médem levantó una gran polvareda con el estreno de 'La pelota vasca', de momento no vive el clima convulso que algunos auguraban. En los dos pases de prensa que de momento han tenido lugar, los pitos y pataleos han estado compensados por casi la misma cantidad de aplausos. San Sebastián está tranquila a la espera del pase de gala, esta noche a las 22.00 horas, con alfombra fucsia y toda la parafernalia. A lo mejor será entonces cuando el pulsómetro de la medida real de lo que ha significado en Donosti 'Tiro en la cabeza'.

22 sept 2008

San Sebastián (Día 5): El cine femenino se estrella en San Sebastián

El equipo de 'El patio de mi cárcel'

La cárcel es un buen entorno para el cultivo de los clichés. Y las películas de los directores españoles noveles que tiran por lo social, también; así que esas inevitables charlas de porteras en las que suelen convertirse las cantinas donostiarras, donde entre pincho y pincho se digiere el festival, eran ayer un hervidero de malas esperanzas y pereza al ver que la Juani se iba a vestir hoy con un pijama de rayas. Belén Macías, madre de 'El patio de mi cárcel', se inspiró en la odisea ochentera del grupo teatral Las Yeses, que alentado por una funcionaria de prisiones (Elena Cánovas en la vida real y Candela Peña encarnándola) utilizaron el arte escénico como plataforma de reinserción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, viene a decir Macías en la rueda de prensa, quien orgullosa de su producto y flanqueada por ocho de las actrices principales de su drama coral explicó cómo sólo Peña trabajó un personaje real.

A la cabeza, Verónica Echegui es Isa, una ladrona heroinómana (cliché), paleta (cliché) y madre soltera (cliché, cliché), pero con un corazón que no le cabe en el cuerpo (redoble de clichés). Incapaz de sobrellevar una vida libre fuera de la cárcel porque donde se siente coartada es más allá de los muros, no es líder de nada. No dirige revueltas y no hace nada por el bienestar de las demás. Sólo se mete en problemas y desafía la norma establecida por el mero hecho de tocar las narices. Por ahí se le puede echar un capote a la directora, que no busca a una mártir en ella sino que le interesa el proceso de descomposición que ejerce la prisión sobre los seres humanos. Y más concretamente sobre las mujeres. Además, para hacer de antihéroe, ya tiene a la Peña, que se pelea contra vientos y mareas con quien sea menester para sacar su compañía adelante. No es algo nuevo esto; ya lo había trabajado, entre otros, John Huston en 1981 con 'Evasión o victoria'. De hecho, propongo que El Deseo (Almodóvar anda detrás) le dé una propina por los derechos de autor a sus herederos.

Tenemos a la lesbiana buena, a la mala y a la que baila de cama en cama aunque lo que en realidad le gustan son los hombres; a la prostituta descarriada y noble; a la asesina simpática y a la inmigrante estafada que reza a la virgen para que se arregle la confusión. Poco elemento subversivo en busca de un objetivo muy claro: los malos son buenos y los funcionarios, los que cortan las alas. No se entienda esta crónica como una negación taxativa de la redención, pero sí contra la peligrosidad de un enfoque maniqueo en temas de calado social como el presente, porque no relata una realidad y se acaba convirtiendo en propaganda.

Poco más que decir sobre la primera de las cuatro películas españolas a concurso este año, sólo que Echegui, la nueva Penélope Cruz, así la quieren vender en el cartel promocional los distribuidores, todavía tiene mucho camino que recorrer para convertirse en la Raimunda de 'Volver'.

Si creían que me había despachado a gusto ya, es porque todavía no sabían lo que tenía que decir sobre la franco-turca-germano-belga 'La caja de Pandora', película únicamente destinada a reventar la paciencia de gente justa y honesta que viene a San Sebastián a hacer un trabajo digno, a ver películas y servir de radar de joyitas, a cubrir ruedas de prensa para acercar a las celebridades a la tierra firme y a comer pintxos rápidos para no perderse el siguiente pase sin perder la línea en el intento. He de reconocer que el único punto positivo que le encuentro a este tostón infumable es que mis queridos compañeros de las agencias tienen la entradilla hecha sólo con hacer mención a todos los países que participan en su producción. Así pueden retrasar hasta el segundo párrafo la sensación de nadería que transmite la primera hora y de alargamiento innecesario que empapa la segunda. El alzheimer y la confusión que produce a los arraigados al campo su migración a los cementos de la urbe se podría haber contado en mucho menos tiempo y, sin embargo la directora Yesim Ustaoglu se va hasta las casi dos horas (provocando grandes desbandadas de aburridos espectadores) para finalizar con un plano supuestamente evocador cuya única enseñanza neta derivada es que las cosas son como son y así se las hemos contado.

21 sept 2008

El día que confundí a Javier Gutiérrez con Javier Gutiérrez


Llegué a Donosti el miércoles agotado y moribundo, me acredité con prisas y subí las escaleras que llevan hasta la oficina de prensa como un ave de rapiña ávida de presas que entrevistar para llenar páginas cibernéticas de ídolos caducos, que tienen tirón. "Si me dices qué actores vienen, igual acabamos antes", le digo a la joven y perfumada secretaria sin ánimo de ofender ni de decirle cómo hacer su trabajo.

Me dice unos cuántos; le indico los que quiero, y cuando llega a 'Tres días', ganadora del pasado Festival de Málaga, me dice por esta vienen Víctor Clavijo, Javier Gutiérrez... "Para, para, Javier Gutiérrez, apúntamelo, por favor". Sabía que aquella película no me valdría para vendérsela a los jefes porque pertenece a una sección alternativa de películas españolas ya estrenadas, pero Gutiérrez es el protagonista de 'Santos' (comedia sobre un superhéroe español que llega en octubre); ese tipo no se me podía escapar. Cuando me llaman al día siguiente para confirmar la cita, me dicen que qué tipo más majo, que cómo no iba a hacer la entrevista, que es un chico estupendo que da mil facilidades.

Pues qué bien, pienso, y lo cuadramos. Y es entonces cuando mi vida de hedonista festivalero torna en caos insoportable, el instante preciso que cualquiera de los 40 periodistas que ahora me rodean mientras escribo ha vivido: los horarios se superponen. Hay que elegir. Para poder ver todo lo que querría y escribir todo lo que debería me harían falta días de 136 horas. Y Javier era una bola que podía mantener en el aire más tiempo que Ben Stiller y Robert Downey Jr., que acudían a la vez a hacer sus graciosas monerías a una rueda de prensa super multitudinaria.

Le digo a prensa que lo muevan. Lo mueven. Llamarán para confirmar, para decirme que el artista es un tipo mucho más flexible que yo y menos pijotero. ¿Dónde se ha visto que el periodista sea la prima donna? Y suena mi móvil mientras estoy en el pase de prensa de 'Tropic Thunder'. Salgo como alma que lleva el diablo pisando a un montón de periodistas que me rodean y no quiero mirar atrás para no ver sus caras de odio. Que sí, que el director confirma, que le viene bien. ¿El director? Sí, el director de 'Tres días', Javier Gutiérrez.

¿Sabéis cómo es ese momento en el que Brad Pitt, ya rapado y con un abrigo horterísimo apunta a Edward Norton en la habitación de un hotel y de repente el segundo se da cuenta de todo el tinglado en plan catarsis? Pues eso me pasa a mí. Javier Gutiérrez, el de 'Santos', sí hombre, ese que salía en 'Los Serrano' y que trabaja en la compañía Animalario, no era un secundario de 'Tres días' del que yo no me acordaba como había pensado en un primer momento, sino el director novel del que Banderas habla como un sobrino querido. F. Javier Gutiérrez, lo que pasa es que la gente nunca pronuncia esa ambigua F.

Fue en la rueda de prensa de agradecimiento del premio Donosti cuando le preguntaron al chico Almodóvar por su faceta de productor y habló con orgullo de Javier. Dijo entonces que quizá en los años venideros sería él el que recogería, quizá, un Oscar, como Garci, Trueba y Pedro hicieran antes. Javier, cordobés, que no es su hijo, pero sí su ojito derecho, presentó en Málaga su drama rural contracorriente sobre el fin del mundo y triunfó. A este tipo no le puedo dejar de entrevistar, me digo; su peli ya no es novedad pero Banderas no es padrino de cualquiera. Tengo que entrevistarle aunque sólo sea para decirle que no quería entrevistarle a él. Y quedamos, hace tres horitas, en la presentación al público previa a la proyección de su cinta. Aparezco cargado de bártulos y una disculpa dibujada en la cara. Abro fuego:

-'Te llamas igual que un actor'.

-'Es verdad, a veces nos confunden', responde.

-'Te voy a contar una historia super extraña, Javier'.

[...]

Cuando se hace cargo de mis estulticia, sonríe francamente con ojos de director hambriento y manso. Tiene ganas de rodar, me cuenta. "Cine fantastico, dramas o cualquier género. Incluso alguna cosa friki de vez en cuando", confiesa. Cuando le relato, porque no lo vio, cómo 'El Zorro' le puso por las nubes se sonroja entero, desde su franca sonrisa hasta toda su cabeza afeitada y me enseña unos paletos un poquito rotos que se debió golpear haciendo alguna travesura adolescente. No se los ha empastado, porque simplemente no es necesario, porque multiplican la pillería de un tipo que siempre fue para director pero que estudió derecho entre medias y como no encontraba el camino se enredó en cosas tan alejadas del celuloide como las catas de vinos.

Tiene pasión por su trabajo y se sabe profesional. Una parte es la dirección y luego un montón de promoción. 'Cuando estrené el corto 'Brasil'', por el que se llevó 10 premios nacionales e internacionales, "me pasé varios años de promoción". 'Brasil' le puso en la esfera como a otros del gremio, ahora grandes. Desde los vídeos de Super-8 hasta las películas el camino más corto es el 'corto'. 'F.', como me gusta llamarle, pena por el cine español, por esa renovación que no termina de llegar, pero que busca. Aún así dice esperanzado que ahora hay gente como Vigalondo que estrena películas de viajes en el tiempo y 'Fresnadillos' que hacen las Américas. Sabe que hay que trabajar duro para salir adelante. Y si te encuentras a un Donosti por el camino que cree en ti, mejor que mejor.

San Sebastián (Día 4): Dos películas europeas visten de gala la cuarta jornada de San Sebastián

Michael Winterbottom y Colin Firth

Y entonces llegó Winterbottom al rescate. El director de 'Un corazón invencible' es impredecible y no sabíamos por dónde saldría después de haber tomado los más dispares caminos a lo largo de 18 películas en 14 años, con cinco de ellas presentadas en San Sebastián. Esta es la tercera vez que va a concurso en la Sección Oficial.

Los radicales, los críticos heterodoxos y gustosos por las vanguardias, se quejaron de que '9 songs', su acercamiento al porno musical no se llevara la Concha de Oro en 2004. Si no le conocen de nada, los tiros efectivamente van por donde se pueden imaginar, por caminos en los que un coito real puede dar paso a un concierto de Franz Ferdinand y vuelta a la cama. Y así hasta nueve. Pero también tiene dramas de época ('Jude'), comedias chifladas ('A cock and bull story'), documentales de guerra ('In this world'), ¡coño!, si tiene hasta un western ('El perdón').

Esta vez carga con un drama familiar que habla de la pérdida y el perdón. ¡Piiiiiiiii! Error. Qué va, es un thriller de terror inquietante con escenas donde la incertidumbre que desemboca en catástrofe te atan a la butaca, te revuelven, te deshacen los nervios. Winterbottom, pese a que se resiste a reconocerlo, ha filmado un thriller con elementos sobrenaturales que requiere una tila doble al final de la proyección. Y que conste que me contengo, no les quiero destripar, porque si algo se va a estrenar seguro en las pantallas españolas de entre las decenas de filmes que se proyectan estos días en Donosti es 'Génova'. Antes o después (todavía no hay fecha de estreno, pero la tendrá). Porque si una cosa ha sabido hacer muy bien el de Blackburn es cultivar una horda de legionarios fieles que esperan su sorpresa anual como quien abre un Kinder chocohuevo.

Transmite una sensación de errático, de que se mueve por impulsos y que cualquier tema que le llame la atención es susceptible de acabar dando lugar a una pieza festivalera de enjundia. Tanto da que el formato sea documental o ficción, con actores profesionales o sacados de una esquina de Kabul. En este caso, acude a gente del primer grupito; a la cabeza un chico de la jet set del firmamento británico, Colin Firth, el novio 'mondrigas' de Bridget Jones. Y le rodea de dos hijas, una en su primavera sexual; y la pequeña, todavía infanta.

Los problemas derivados de su problemática edad se multiplican con una tragedia gestada en los primeros compases que desencadena el que los naturales vínculos de sangre sean sacudidos de manera comprensible para el espectador. El afrontar una pérdida, que tiene un culpable con nombre y apellidos, fuerza a que el público se plantee cómo se puede perdonar al mismo y cómo se le puede no perdonar. De esa forma, la película, que no aporta ninguna solución, sino que lanza interrogante tras interrogante, va creciendo en la cabeza de quien la tiene que digerir incluso horas después de su visionado.

Es cine que crece y se expande, que reta y cuestiona, que toca las narices sin que seas consciente. Sin efectismos. Planteando un campo florido de preciosas violetas que es arrasado por una tormenta de granizo. Te gustaba tu campo florido, pero no vas a olvidarte de él porque ahora esté arrasado. Quizá con mimo, vuelva a ser hermoso. Silencio y algún silbido tras la proyección de prensa. Indiferencia, rechazo o perplejidad, decidan ustedes, que lo harán mejor, ante la propuesta mansamente radical de un inclasificable e inquieto maestro. La acción transcurre en Génova, pero eso no debe ser nunca un reclamo para los amantes de la región, porque tanto da que se hubiera rodado en Salamanca. Las emociones no entienden de lugar.

La segunda película a concurso de esta cuarta jornada ha sido la francesa 'La belle persone', otro drama muy acorde con el tono de lo que debería ser la Sección Oficial. Si para algo tiene ojo estos últimos años la dirección del festival es para traer interesantes trabajos del otro lado de los Pirineos, cosa que en rara ocasión hace Cannes con nuestra industria. El invitado en este caso ha sido Christophe Honoré, que ya firmara el año pasado el musical 'Les chansons d'amour'. Repite con su actor fetiche Louis Garrel (el hijo de Louis, aclamado director), el moreno de 'Soñadores', para que le pongan cara; un tipo que, en tiempos de reivindicación permanente de Heath Ledger como heredero natural de James Dean, podría disputarle el trono cualquier lunes por la tarde.

El eterno adolescente, interpreta a un mujeriego profesor de italiano en un colegio atemporal. Su magnetismo es tan evidente que docentes y alumnas se lo disputan con vehemencia. En el momento en el que se disipan las escalas jerárquicas, el vodevil queda servido, y solo falta un elemento más: la aparición de la chica morena de cabellera eterna, piel dieciochescamente pálida, y ojos de azul ultramar (Léa Seydoux, apunten su nombre, que les espero) para que todos enloquezcan de amor.

Es exagerada la propuesta de Honoré, quizá innecesariamente explicativa y muy cercana en ocasiones al 'remake' de cualquier comedieta de instituto, pero se aprecia cierto sello de calidad, claves que confieren permanencia en ella, seguramente derivada de su punto de partida original "La princesa de Clèves", datada en 1689. No se preocupen, no es como aquella 'Fierecilla domada' que manoseó Jil Junger y se llamó '10 razones para odiarte'. En aquella salía el desaparecido Ledger y, si comparamos ambos productos: nuevo punto para Garrel.

20 sept 2008

Stiller titula por Cruise

Ben Stiller y Robert Downey Jr.

Quizá no sea un arranque adecuado hablar de los 26 minutos de retraso con los que se presentan Ben Stiller y Robert Downey Jr. a la rueda de prensa de presentación de Tropic Thunder. No sorprende que Hollywood se retrase, ellos llevan el reloj en otro horario GMT. Aparecen por fin después del 'photocall' (para mí que les tenían secuestrados) para hacerse más fotos en sala. Parece que se les van a desgastar las caras. Pero no voy a tirar por ahí, porque es una metáfora y se puede tomar como manipulación.

Cachis, ¿por dónde empiezo? Las crónicas de famosos a veces tiran por el factor moda. Pero no puedo decir gran cosa sobre eso. Con mi discernimiento reducido sobre la materia, sólo alcanzo a decir que Ben va inmaculado de traje negro y camisa gris marengo y Robert lleva pantalón oscuro, chaleco informal y camiseta de manga larga en una declaración de principios de lo que será la sesión. El primero, director, da seriedad, el segundo, contrapunto. Un dúo complementario. Pero es que de ahí tampoco saco un titular espectacular. Ojalá estuviera Ana Serrano para echarme un gancho; ella sí que sabe de esto.

Diré que son obsequiosos en sonrisas, que tiran balones fuera, que responden a lo que les apetece y si no, hacen un chiste. Sí, sí, vamos bien. Los dos afeitados y maquilladitos, para que no salgan brillos, que estas fotos las va a ver mucha gente. Vamos a montar un teatro, parecen pensar. De repente empiezan a hablar sobre la película y yo todavía sin saber por dónde orientar. 'Tropic Thunder (Una guerra muy perra)' es al cine lo que Zoolander era al mundo de la moda. No deja títere con cabeza en cuanto al proceso creador y comercial de las superproducciones de Hollywood. También bombardea a los egos maníacos de la industria y a las excentricidades de las estrellas más relucientes. Pero no esperen una crítica ni una sinopsis que lo que estoy haciendo es desgranar a estos chavales tan simpáticos que ya se han reconciliado con sus feligreses. Qué aluvión de felicitaciones. Cómo dice haberse reído todo el mundo.

Abre fuego el mismo periodista de siempre. Para mí que es amigo del moderador. Le hace una pregunta que lleva respuesta incorporada, cómo nos gusta escucharnos a los periodistas. Para mí que nos pensamos que si se cree Ben Stiller que somos superlistos, nos va a contratar de guionistas para la próxima película. Tatatata... divaga. "Nos lo pasamos muy bien", acierta a responder Stiller. ¿Eso es un titular? Vamos a dejarlo pasar, a ver si dice algo mejor. "Nos reímos de nosotros mismos". [...] "Pienso que Robert es un actor maravilloso". "Piensas o lo sabes", contraataca su 'parteneire'. "No le hagáis caso, es un gilipollas" (Ahora, ahora, ¡titular!). "No, es broma" (Sniff, con lo bien que quedaba "Ben dice que Robert es..."). Bueno, seguimos.

"¿San Sebastian es un festival serio —le dicen a Ben— pero usted no va a concurso, quizá su comedia es demasiado alocada. Cree que alguna vez podría participar por el premio?" El acento de esta pregunta es latinoamericano. ¡Han venido de todos los sitios a verles! "Ir a concurso sería maravilloso, no se me ocurre ninguna razón por la que no poder competir. Creo que aunque no estemos inscritos deberíamos ganar de todas las maneras". La gente ríe porque su humor es fino y amable y sonríe. Pero salta Downey y le replica: No podríamos participar. En los carteles de todas las películas que vienen aquí sale gente muy seria. Gente que sale así (pone cara muy seria). La gente se ríe. Dos carcajadas en una sola respuesta. Vamos, vamos. La cosa está molando.

"¿Y no ha pensado, Sr. Stiller, en hacer comedia sobre la política estadounidense, ya que se mete con todos?, pregunta hábil un compañero aspirante a guionista de Stiller. Onomatopeya y cara de puñetazo en la tripa de ambos actores. Y balones fuera. Por ahí no les pilla. No han venido a hablar de política. Es algo que no dice pero que se intuye en su sonrisa relamida. Seguimos sin nada que poner en el encabezado.

"Señor Stiller, ha conseguido que Tom Cruise parezca buen actor", le dice otra sorprendida, retadora. Y entonces Stiller defiende a capa y espada a su amigo y compañero. Y no se le caen los anillos al contestar con su mejor cara de buen actor que "Tom Cruise es uno de los mejores actores que hay, todo un icono desde hace 25 años que ha sabido elegir siempre a grandes directores. Esto es bizarro, amigos, creo que se merece un titular. Está claro que le contrató por algo, pero ha venido a nuestra casa y nos lo ha dicho en la cara. Lo puedo entrecomillar porque esas han sido sus palabras. "Tom Cruise es uno de los mejores actores que hay". Lo he encontrado. ¡Eureka!

San Sebastián (Día 3): Levring y Hunt hablan de la revolución cotidiana

El equipo de 'Fear Me Not' ante la playa de La Concha

Diecisiete grados centígrados son los que arroja el sol sobre los viandantes en Donosti. Sólo enturbian algunas nubes que a la media tarde darán un aspecto blanquecino al de momento inmaculado cielo azul que corona la playa húmeda y aconchada. La ciudad se ha despertado temprano, como cualquier día laborable. Este es el sábado en el que más gente trabaja en todo el año en San Sebastián. Los colmados a pie de acera preparan su mercancia en el 'casco viejo'. Los periodistas, en manadas de a docena, emergen a buen ritmo de cada uno de los hoteles y pensiones que rodean los tres principales cines proyectores. Son invitados queridos que llenan de frenesí las calles, con sus acreditaciones al cuello para no levantar sospechas, para que no dé la impresión de que son pícaros que buscan minutos de celuloide por la patilla. Una cafetería por el camino les salva de la posibilidad de echarse un pequeño sueñecito a las 9 de la mañana. Esa sesión y la de las 4 de la tarde son proclives a recibir críticas airadas, y no por la mala calidad de su planteamiento (aunque pasa a veces), sino porque el periodista piensa la culpa de que Morfeo se haga con la suya es del torpe pulso del director y no de un cuerpo comprensivamente falible.

Lejos ya del artificio comercial de los primeros compases de esta edición, la tercera jornada ha sido una de perfil festivalero más que aceptable, ceñida a la ortodoxia, ofreciendo sufrimiento en frasco tamaño industrial. No ha habido brillo de ninguna estrella que empañara el juicio sobre la sección oficial. Dos propuestas tan lejanas como Estados Unidos y Dinamarca, pero con varios denominadores comunes: la reinvención, el colapso de la vida cotidiana y los intentos de dinamitar la rutina en pos de un futuro con más futuro.

Kristian Levring, autor de la cuarta película nacida al amparo del movimiento Dogma ('The king is alive', 2000) compite con 'Fear me not' ('No me tengáis miedo', a falta de su traducción oficial), drama burgués en el que Michael (Ulrich Thomsen), un funcionario ministerial aburrido, decide tomarse una excedencia para recolocar su mundo. La falta de objetivos y el abandono hacia una existencia ociosa hacen que su matrimonio se deteriore. La improductividad es un estigma en la sociedad de consumo. Ajeno a la crítica marital, Michael decide cuidarse, dedicarse tiempo a sí mismo, y se integra en un ensayo clínico en el que sirve de conejillo de indias de un nuevo fármaco antidepresivo. La evolución del personaje derivada por la nueva droga dibuja un recorrido reconocible dentro la ciclotímica conducta humana, tocando todos los palos desde la euforia violenta hasta el autismo. La felicidad propia muchas veces es mirada con perplejidad por el prójimo porque en una vida de grises se tiende a pensar que los felices están locos. El fotógrafo Jens Schlosser muestra la naturaleza danesa con una belleza digital pasmosa hasta el punto de que a los espectadores les gustaría que sus ojos les dejaran observar la realidad con tanto grano y saturación de color como suelen retratar las cámaras noreuropeas.

'Frozen river', la segunda película oficial a concurso del día viene avalada por Quentin Tarantino en el 'flyer' promocional incluso por encima del propio título. Para el director de 'Reservoir dogs', el debut de la norteamericana Courtney Hunt es "uno de los thrillers más inquietantes del año"; pero no se dejen llevar los fans por su juicio hiperbólico, porque es tan ecléctico como los peinados de Guti. De lo que no cabe duda es de que se aprecia cierta voluntad de devolver la esencia del cine independiente americano a la realizadora que se hizo con el Premio Especial del Jurado en el pasado Sundance. Su propuesta es tan pequeña en la trama como odiseica a ojos de su protagonista, maniatada por la vida, y para contarla se vale de interpretaciones cargadas de roma y seca verdad, como uñas desconchadas. Melissa Leo, a quien mucho se le tendrían que torcer las cosas para no recoger la Concha de Plata a la Mejor Actriz (es precipitado decirlo, pero es que está e-s-p-e-c-t-a-c-u-l-a-r), es una Gena Rowlands de caravana acuciada por las deudas, abandonada por su esposo alcohólico y juzgada por su hijo adolescente. Ella no es dueña de vicios que le sitúen en el umbral de la pobreza, simplemente no ha dado con el código descodificador para adentrarse en la sociedad del bienestar y busca monedas entre los cojines de su sofá para pagar el almuerzo de sus hijos y una nueva caravana menos cochambrosa, que está a 3.000 dólares de distancia. Hunt habla de gente que no tiene dinero para pagar la conexión de internet que permite leer este periódico digital, no de ludópatas drogadictos. Cuando se presenta la oportunidad de un salto cualitativo, Ray (Leo) se presta a traficar con inmigrantes desde un punto de vista inicialmente honesto. Lástima el tufo enjuiciador final, el cariz demiúrgico que adopta la directora al situar a sus delincuentes de medio pelo en la orilla más bonita del río helado.