16 nov 2008

Baby mama (Michael McCullers, 2008)


Tina Fey existían antes de '30 Rock'. Había sido guionista y profesora desaprovechada en Chicas malas. A mí me pasó desapercibida y nunca seré capaz de perdonarme mi poca visión panorámica. Tampoco salió del cascarón en aquella locuela comedia adolescente, sino que era ya escritora jefa del equipo de Saturday Night Live (la primera mujer en 30 años de existencia). ¿Nos encontrábamos ante una genia? Obviamente sí, lo que pasa es que el porograma en cuestión no se televisa (catástrofe) en estos lares. Fue, pues, replicando a Alec Baldwin cuando casi todos nos enamoramos de ella y comenzamos a desearle próspera carrera en el cine, la televisión o donde quisiera, porque es imposible no sentirse seducido ante la estratosferización de la normalidad y la autoparodia, de la soltería reclacitrante y frustrante enmascarada por helados de litro de Hägen Dazs. Liz Lemmon, que es mucho más que Liz Lemmon alberga un talento, quizá monocorde que la sitúa por derecho propio en el olimpo de las comadiantas de raza. Cuando te paras a pensar en humoristas españolas que hagan verdadera gracia (estas preguntas surgen a veces ante una caña y un platillo de cacahuetes, puedo asegurarlo) surge el nombre de Paz Padilla y ríes por no llorar. Si extrapolamos la encuesta al nuevo continente, falta tiempo para decir Fey (aka Sarah Palin 'de palo') y todo el mundo ríe, pero sin sarcasmo.

Baby mama no está escrita por ella y, ciertamente, no es una comedia brillante, pero se la puede observar en absoluta ebullición durante cerca de hora y media, cosa que para poder hacer con el televisor hay que esperar tres semanas. ¿Merece la pena acercarse a verla? Fucking yeeeeeah.

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