Existe un grupo español en Facebook con casi 70.000 fans que se titula
“Yo tampoco he visto nunca una paloma pequeña ¿Nacen ya grandes?”.
Nosotros aceptamos el envite y lanzamos otro: “Todo el mundo conoce a
Anthony Hopkins (Gales, 1937), pero, ¿alguien le recuerda de joven?”.
Porque, para bien o para mal, y aún después de trabajos tan estimables
como ‘El hombre elefante’ (1980) o ‘Motín a bordo’ (1984), el Sir
británico nació para las grandes audiencias en 1991 con el estreno de
‘El silencio de los corderos’. Entonces contaba con 54 años y
aterrorizó a las plateas de medio mundo explicando por boca de su
alter ego Hannibal “el caníbal” que su plato favorito era “el hígado
humano acompañado de alubias y un buen chianti”.
De cualquier modo, la simplificación sería injusta porque Hopkins
comenzó su carrera hace 44 años, siendo nominado al BAFTA por su
segunda interpretación: ni más ni menos que el Rey Ricardo en ‘El león
en invierno’ (Anthony Harvey, 1968). Paralelamente sucedía a Sir
Laurence Olivier a bordo de la Royal National Theatre británico
cosechando la admiración del mítico intérprete. Según la biografía
oficial de Hopkins, publicada por Quentin Falk en 2004, Olivier llegó
a decir de él: "Un nuevo actor joven de la compañía llamado Anthony
Hopkins es una promesa excepcional. Fue suplente mío en ‘La danza de
la muerte’ de Strindberg y, cuando me sustituyó al sufrir yo una
apendicitis, se aferró al papel como un gato con un ratón entre sus
dientes".
Tras el halago de tiempo remoto, y comprobando una encuesta publicada
por la BBC en 2005, que le designaba mejor actor británico de siempre,
por delante incluso del propio Olivier (once veces nominado al Óscar)
y de Sir Sean Connery, al llegar al set de rodaje de ‘El rito’,
película estrenada en las salas españolas la semana pasada, la
pregunta parecía pertinente: “¿Ha sentido alguna vez que el alumno
había superado al maestro?”. “No. No leo en ese tipo de cosas y no
creo en ellas”. Directo.
Nos encontramos a 13 de Julio, dos días después de que España se
hiciera con el Mundial de fútbol, a 40 kilómetros de Budapest. Un
descampado en el que se encuentran las roulottes de Hopkins, Rutger
Hauer, Alice Braga y el casi debutante Colin O’Donoghue es también el
entorno que alberga la carpa donde entrevistamos al actor, que, a 40º
y con la humedad derivada del lago aledaño, se siente obviamente
sofocado. Es por ello que, a pesar del enorme y ruidoso ventilador que
nos asiste, no pare de secarse la frente con un pañuelo y despache las
preguntas que no le apetecen con un escueto “No”.
El padre Lucas, exorcista veterano en la cinta dirigida por el sueco
Mikael Hafstrom y arropado en el rodaje por los citados bisoños Alice
Braga y Colin O’Donoghue, dice no sentirse maestro de nadie y sí muy
cómodo con la savia nueva: “Alice y Colin son muy jóvenes pero me
encanta trabajar con ellos y no creo que les intimide en modo alguno
compartir escenas conmigo” Y concreta: “Mi manera de trabajar con
ellos es muy impulsiva y mi método de actuación se parece al de un
puño. Me muevo rápido”.
Desde el momento en que su padre Lucas es mentor del padre Michael
(O’Donoghue), un escéptico sacerdote estadounidense desembarcado en el
Vaticano para aprender a combatir al maligno, surge la inevitable
cuestión de la veteranía y el relevo, pero Hopkins no quiere ni oír
hablar de ello. “Nunca me he planteado que mi trabajo sea cansado o
que me incomode ir de un país a otro rodando diferentes proyectos”,
cuenta a sus 73 años. “Lo cierto es que soy un privilegiado y que
nunca he pensado en retirarme”.
Y cierto ha de ser, puesto que Woody Allen (75 años) le utilizó como
élter ego suyo el pasado verano en la cinta ‘Conocerás al hombre de
tus sueños’, en la que dio vida a un acaudalado jubilado seducido por
una prostituta (Lucy Punch). Si el genio neoyorquino no interpreta
ciertos papeles porque se considera demasiado mayor para ellos (‘Balas
sobre Broadway’, ‘Celebrity’), tuvo que ver cierto ardor vigoroso en
Hopkins que no veía en sí mismo.
Para el director de ‘Manhattan’ solo tiene palabras de admiración:
“Cuando leía por primera vez alguna de las escenas del guión con él,
me decía (Hopkins le imita perfectamente): ‘Ok, eso está bien, ¿puedes
repetirla?’ u ‘Ok, esa está bien, pasemos a otra cosa’. Soy fan suyo,
porque es un genio, además de muy amable y tranquilo, pero hay que
respetar su espacio y no es muy bueno conversando (aunque no lo dice
como algo peyorativo, sino en el sentido de torpeza). Rueda muy rápido
y piensa muy rápido. Es especial”.
Se nota que el método de trabajo callado y rápido de Allen le
convenció y confiesa ahora que él también ve la actuación como una
prolongación de su carácter natural. “En el mundo de la actuación no
es necesario hablar mucho, solo llegas y lo haces. Mi padre era igual
que yo. Creo que debe ser algo que llevo en los genes, pero aún con
eso no me considero impaciente, lo que ocurre es que llevo haciendo
esto mucho tiempo y no tengo tiempo que perder”.
A tenor de los proyectos que baraja, no podemos quitarle la razón,
pues tiene en cartera al menos cinco proyectos: Thor’, dirigida por
Kenneth Branagh, en la que interpreta a al dios Odin; ‘360’, lo nuevo
del brasileño Fernando Meirelles; una biografía de Ernest Hemingway
dirigida por Andy García, un proyecto que le emparentará con Dustin
Hoffman titulado ‘The song of names’ y una nueva versión de Aladino. A
sus más de siete décadas, este actor hiperactivo, metódico y
energético como un puño no cree en la excelencia sino en desarrollar
su trabajo de la mejor manera posible: “Soy actor y hago lo que venga,
porque no puedes estar esperando a que te propongan una cosa especial.
Si lo que te ofrecen es bueno, es lo que hay que hacer. Eso de esperar
para mi es una chorrada. Hay que trabajar”. Palabra de Sir. Y luego
hay quien dice que la nobleza es vaga.