4 jun 2008

Rojos (Warren Beatty, 1981)


Treinta y un millones de dólares en la taquilla norteamericana del año 81, a pesar de un título tan explícito, hablan de que el tema del comunismo podía saltar ya a la palestra del debate público porque la caza de brujas del senador McCarthy era, por fin, un tema superado.

Rojos narra la vida del periodista John Reed, un reportero de primera línea en Europa en la segunda década del siglo XX con ideas marcadamente filocomunistas. Un dandy agitador y apasionado, amante de la política sindical y de lo transgresor, lo extraordinario y lo prohibido.

La película, escrita, protagonizada, producida y dirigida por Warren Beatty (izquierdista declarado), en un alarde pluridisciplinar similar al que solía llevar a cabo Orson Welles, se acoge a un gran metraje para adoptar una estructura bipartita casi simétrica que sirve para dibujar en una primera instancia la figura de un Reed romántico, emparejado con la intelectual feminista Louise Bryant. En la segunda parte, a partir del minuto 100, la cinta pasa a convertirse en una epopeya que lleva al activista hasta el centro del Kremlin (único norteamericano que lo consiguió), donde se da cuenta de que las ideas por las que tanto había luchado, son intoxicadas por los padres del bolchevismo, sistema que aspira a instaurar en su patria.

La pérdida de los valores, la manipulación de los ideólogos de todo sistema político y el descreimiento van ganando terreno al entusiasmo inicial de los estudiosos que piensan que los libros, bien interpretados, tienen en su seno la solución de las cosas. A pesar de que se puede extraer un aroma de defensa de los sistemas socialistas del conjunto de la obra, Beatty habla de la caída de los idealistas y de la naturaleza inmutable de todo ser humano, que, llevado al extremo, no es capaz de renunciar a su esencia, una que le hace amar al amor tanto como a las ideas.

Es especialmente atractiva la opción del realizador de intercalar dentro de la historia una gran cantidad de testimonios, a modo de documental, de personas que vivieron los hechos en primera persona. Protagonistas como Henry Miller, que conocieron a Reed personalmente, hablan de lo que significó su figura, con lo que el hábil vehículo comercial, perfectamente detallista en aspectos de ambientación, se ve respaldado con una parte de no ficción que otorga rigor al conjunto.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La vi hace muchos años, en alguno de los fines de semana en casa de los yayos: era un ritual ver pelis con mi tio Jordi (entonces soltero, jovenzuelo) y mi yayo Pau. Seguramente todavía llevaba coletas o trenzas o moños a los lados, como la princesa Leia.
Otra más para los deberes ;-)

26 de enero de 2008 14:56