Jigsaw contraataca como cada año y va camino de alcanzar el mítico estatus gremial de Freddys, Jasons o Michaels. El justiciero (si él lo dice) sanguinario siembra terror y desconcierto por quinta vez rizando el rizo de la chaladura argumental. Malos que no lo parecen, y viceversa, nutren la habitual angustia de la saga, cargada de visceras, cercenamientos y gore recargado. No se puede criticar, no obstante, que el productor James Wan (director de la primera parte) se haya acomodado y explote una gallina de los huevos de oro moribunda, puesto que el presupuesto es escaso, los réditos cada vez mayores, la idea original ya auguraba siete partes y a los espectadores, atestiguo, les gusta, de tanto en tanto, morirse de miedo.
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