Nos piden la reconciliación con Pol Pot y los Jemeres Rojos pero ellos hacen lo que quieren. Hasta ahora, ¿alguien ha dicho que aquel acto del pasado fue un error, que los dos millones de muertos a manos de los Jemeres fueron un error? ¿Alguien ha pedido perdón? ¿Salió una disculpa de boca de los dirigentes o de los ejecutantes? Entonces, ¿cómo ayudar a que las familias de las víctimas y los supervivientes recobren la paz? ¿Cómo saber que fue un crimen? Ellos ni siquiera dicen que fue un error. No hay nada que perdonarles si ellos no han tenido la culpa.
El antiguo jefe de los Jemeres Rojos, Kaing Guek Eav, alias 'Duch', responsable del S-21, durante el juicio, ayer
Estas líneas pertenecen a un monólogo pronunciado por Vann Nath —pintor camboyano superviviente de la masacre de los Jemeres Rojos— en el documental 'S-21: La máquina roja de matar'*, una vuelta a la prisión de Tuol Sleng (Phnom Penh), conocida con el sobrenombre de S-21, donde sólo sobrevivieron tres camboyanos de los 14.000 que fueron recluidos durante la segunda mitad de los 70. Dichas instalaciones son en la actualidad un museo de gran interés turístico, debido en gran parte al impulso de Vann, protagonista de la trama del documental que nos ocupa.
Estrenada internacionalmente en 2003, esta pieza llegó a dos pantallas españolas (el Pequeño Cine Estudio de Madrid y el Cine Maldà Arts Forum) el pasado 20 de febrero. Ya no se proyecta y sólo la vieron 362 espectadores, pero su vigencia es incalculable a tenor del juicio que se celebra estos días en Camboya para depurar culpas sobre el genocidio acaecido hace 30 años. De momento el director de la prisión S-21, Kaing Guek Eav, alias 'Duch', pidió perdón de nuevo este martes (ya lo había hecho en una vista previa el pasado 17 de enero) y aceptó su culpa por la tortura y muerte de miles de camboyanos ante el tribunal auspiciado por la ONU que le juzga por genocidio y crímenes contra la humanidad.
"Reconozco mi responsabilidad en los crímenes cometidos. Me gustaría expresar mi arrepentimiento y mi pena más sincera". Estas palabras debieron reconfortar en parte a Vann, a quien su pintura le permitió sobrevivir por ser del gusto de 'Duch' mientras se hallaba recluido. "Me dedicaba a hacerles retratos a los carceleros y al director y, pese a que había otros que pintaban mejor que yo, creo que fui el único que sobrevivió", relata con amargura en la película que firma Rithy Panh.
Vann Nath, superviviente e hilo conductor del documental
El valor del documental reside en que cinco de los carceleros del centro reconocen el trato vejatorio para arrancar confesiones "verdaderas o falsas" y las ejecuciones de las que fueron responsables durante los cuatro años que permaneció abierto el S-21 (tan sólo uno de los 196 'centros de la muerte'). Hay amago de expiación y voluntad de redención, pero los verdugos encuentran autojustificaciones alegando en todo momento que no se atrevían a cuestionar las órdenes superiores porque ello habría supuesto su propia muerte.
Tal argumento no convence a Vann, quien, legitimado por su sufrimiento pasado, se erige en juez improvisado durante la mayoría de escenas: "Ustedes destrozaron a toda la humanidad. Si cada uno sólo pensaba en el Angkar (partido en el poder), disciplina y en la obediencia a las órdenes o ser asesinado, ése es el fin de la justicia: No hay más ideales ni conciencia humana".
Por si los carceleros que se prestaron a participar en este proyecto fílmico —llegando a recrear en las estancias reales sus inhumanas conductas y repitiendo muletillas y frases pronunciadas a los presos hace tres décadas—, pensaban que sus culpas les habían sido perdonadas, Vann Nath es duro y expeditivo en su discurso final: "Nos reunimos y es doloroso. Es la última vez que lo voy a hacer porque no es una linda historia la que nosotros evocamos. Sólo hablamos de ese pasado difícil de soportar del cual no podemos escapar. Trato de comprender para saber lo que pasó pero esta no es una ocasión en la que se lava el mal".
Tráiler de 'S-21: La máquina roja de matar'
Tampoco lava el mal 'Duch', quien dijo anteayer: "Mis crímenes, la muerte de niños y mujeres, no pueden ser tolerados. No pido que me perdonen ahora pero me gustaría que abrieran la puerta para que me perdonen en el futuro". De momento, él, cuya figura se encuentra muy presente en las alusiones de los guardas del documental, ha sido el único de los cinco imputados en el proceso que ha reconocido sus errores.
Los otros acusados, todos de mayor rango que 'Duch', son el presidente de la Kampuchea Democrática, Khieu Samphan; el ideólogo de los jemeres rojos y mano derecha del fallecido Pol Pot, Nuon Chea; el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Ieng Sary y la esposa de éste, Ieng Thirith, ministra de Asuntos Sociales. Los cuatro, a diferencia de él, se han declarado "desconocedores" de los hechos y su juicio no comenzaría hasta 2010. Hay serias dudas de que sobrevivan en pleno a las vistas, pues todos rebasan los ochenta años y su estado de salud no es bueno.
Tras la vista de ayer, monopolizada por el debate entre fiscalía y defensa en cuestiones de procedimiento, el juicio se reanudará el lunes 6 de abril de nuevo con 'Duch' para responder a las preguntas sobre su rol al frente de otro de los presidios de los que estuvo al cargo hasta 1974, el M-13.
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