'Pesadilla en Elm Street' se ha reinventado. Cabe la duda si llamarlo 'remake' (volver a rodar) o 'reboot' (reiniciar una saga con aire nuevo, en este caso eliminar el tono humorístico que siempre caracterizó a Wes Craven, su autor original). Lo cierto es que tiene pinta de las dos cosas, pero, a la espera de acuñar un término híbrido adecuado, fijémonos en lo único importante: Freddy Krueger, el tipo de mal cutis y manos de tijeras que viene a molestarnos (e incluso a matarnos si nos descuidamos) mientras dormimos. Un maleducado de cuidado.
Es graciosa la historia, porque, si de tijeras en las manos se trata, nos viene a la cabeza el Eduardo de Tim Burton, inmortal Johnny Depp, protagonista a su vez de la pesadilla original. El círculo se cierra cuando constatamos que Jackie Earle Haley se presentó en 1983 a la audición para el papel que finalmente recayera en el prospectivo Jack Sparrow. A raíz de aquello, y de su inclusión en la serie 'Nuevos Policías', Depp comenzó a pavimentar una carrera que le ha llevado a convertirse en una de las estrellas más brillantes de Hollywood. Por su parte, el entonces humillado Haley, redimido por el karma, vuelve hoy a los orígenes como sucesor de Robert Englund en la piel (escaldada) del tenebroso Freddy.
Son cuatro las escenas en las que vemos el rostro verdadero del menudo actor en el estreno de esta semana, cuatro flashbacks en los que juega con los niños de la escuela cuyo jardín arregla, admira el dibujo de una de ellas, huye delante de los encolerizados padres y finalmente es quemado vivo. Cuatro recuerdos que no suman ni cuatro minutos. El resto del tiempo se muestra como un remedo de Leatherface, fan de todo lo afilado y adicto a la hemoglobina. "El objetivo del director Sam Bayer era regresar a los orígenes. El primer filme era exagerado y destacaba por su humor sarcástico. Nosotros apostamos por ofrecer un producto aún más terrorífico, que diera más miedo y provocara más sustos", dijo a su paso por Madrid hace un par de semanas.
Refiriéndose a su predecesor, el californiano muestra reverencia: "Sentí toneladas de presión y de entusiasmo a la vez. El trabajo de Robert fue de enormes proporciones y es algo que asusta. Pero también encontré fascinante que me dieran la oportunidad de reinventar el personaje. Traté de hacer mi trabajo lo mejor posible para introducir esta historia a las nuevas generaciones".
La marca de la casa de Haley, y principal diferencia con el monstruo de la saga original, son sus hiperbólicamente erosionados rasgos. Guardando más similitudes con el Lord Voldemort de Harry Potter que con las facciones prestadas por Englund, su cometido de repulsión adquiere pleno significado. Lo cierto es que ni de paisano ni después de la chapa y pintura podemos decir que sea un tipo guapo; no, señor. Pero eso no quita para que quien fuera considerado como uno de los niños más prometedores del cine (fue número 87 en la lista propuesta por el documental de 2005 ‘100 estrellas infantiles’ después de participar en la trilogía deportiva 'The Bad News Bears') haya encontrado por fin la senda.
Tras 13 años alejado de la interpretación, entre 1993 y 2006 (periodo en el que se ganó la vida conduciendo limusinas, reparando muebles, haciendo de guardia de seguridad o repartiendo pizzas), un golpe del destino le proporcionó el lucido papel de pedófilo (el sambenito ya no hay quien se lo quite) en la muy turbadora 'Juegos de niños', nominación al Oscar incluida. Su renacimiento (a Hollywood le encantan los renacimientos) le valió el estreno de 'Todos los hombres del presidente' ese mismo año, otra vez junto a Kate Winslet, y a encarnar al icónico (y también enmascarado) Rorschach de los 'Watchmen' de Snyder la pasada temporada. Ya estaba en la agenda de la industria, pero no como protagonista. Hasta ahora.
Tan feo como la ocasión lo requiera y sin complejos a la hora de taparse la cabeza con un saco, Haley vive de unas cuerdas vocales cazalleras y espeluznantes ("La voz de Freddy es todo cosa mía, aunque con un poco de ayuda del ordenador", confesó), suficiente currículum para involucrarse en una de las franquicias de terror más prolíficas de la historia, aunque sea en segunda instancia.
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Lee el artículo original en El Mundo.
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