3 oct 2010

Diego Luna: "No sé cuando los hombres nos desentendimos de la educación de nuestros hijos"


La comunidad internacional comenzó a reconocer a Diego Luna (México D.F., 1979) a raíz de su interpretación en la referencial 'Y tu mamá también' (2001), donde daba pasaba por ser hermano de sangre (en la ficción y en la vida real) de Gael García Bernal, menos veterano pero artífice en gran medida del boom mexicano que supuso 'Amores perros' un año antes. Tal era el grado de filiación de ambos que llegaban incluso a compartir carnalmente a una recuperada Maribel Verdú en un guiño a nuestra península.

Gracias a aquel himno generacional firmado por Alfonso Cuarón, Luna se convirtió en moneda de cambio habitual entre las facciones hispanohablantes de ambos continentes, y fue algo más tarde, en 2003, que David Trueba le dirigiría en 'Soldados de Salamina'. El dato viene a colación porque aquel rodaje cristalizó en amistad. Ahora, siete años después, Luna nos confiesa que fue Trueba quien imaginó una enfermedad por la que un niño se siente adulto, idea que él se ha encargado de reciclar en su primer guión cinematográfico, 'Abel', cuyo estreno en las pantallas españolas está previsto para el próximo 1 de octubre tras su paso por la sección Horizontes Latinos del 58º Festival de San Sebastián que tendrá lugar entre los días 17 y 25 de septiembre.

En la cinta, que supone el debut en la ficción de Luna tras las cámaras, se explora la célula familiar mexicana en una transgresión de roles que alude a cierto realismo mágico. Nada más comenzar el film, Abel (Christopher Ruiz Esparza), un niño con tendencias autistas, es dado de alta de un psiquiátrico en el que milagrosamente ha recuperado su sociabilidad, eso sí, adoptando la personalidad de su padre ausente (José María Yazpik), lo que pone todo patas arriba.

Gran parte de su película habla de la importancia de la madre para sacar adelante la familia…

En efecto hablo de una madre que va a defender a toda costa a los suyos, pero también de una cosa que está muy asumida en mi país, que es que de repente hemos dejado la educación de los hijos en manos de las mujeres. En México se ha asumido que los cabezas de familia crucen habitualmente la frontera para ganar dinero, como si esa labor de proveedores les bastara para cumplir. Con Abel me pregunto por qué y cuándo es que decidimos que la responsabilidad de educar no nos corresponde a los dos y por qué como padres hemos dejado ir eso.

Usted perdió a su madre con tan sólo dos años. ¿Cuánto de homenaje hay en la cinta?

La película es una reflexión acerca de cómo las ausencias de los padres marcan a los hijos. A pesar del dolor, uno aprende a vivir con esas carencias hasta tal punto que creo que nos hemos relajado frente al divorcio y al abandono de una manera muy peligrosa. En Abel, a través del personaje de la madre, estoy haciéndole un homenaje a mi padre, que tuvo que encargarse de la labor de ser dos en uno. Ahora que yo soy padre de dos criaturas y me doy cuenta de que no sólo es una responsabilidad maravillosa, sino que también es una carga muy pesada, siento que es muy injusto que hayamos dejado esto en la espalda de las mujeres.

Los rodajes y promociones han de tenerle mucho tiempo alejado de casa. ¿Se siente alguna vez padre ausente?

Al contrario. Cada vez tiendo más a fijarme un centro, y, si hago viajes largos, son acompañados. Ya no me veo separado de mis hijos ni siendo un simple espectador de sus vidas. Quizá el tiempo ya no llegue para otras cosas, pero hay que entender que la paternidad es el adiós al individualismo y que para ellos siempre se puede sacar un rato. En este momento mi prioridad es que mis hijos estén bien, que estén acompañados de quien quiero que estén acompañados y que vivan una realidad en la cual yo tenga un grado de injerencia. Es el gran reto de la paternidad: lograr todo eso sin abandonarse a uno mismo.

¿Debutar en la dirección es una sensación parecida a la paternidad? ¿Cuánto está mimando a Abel?

Sí que es como un hijo porque pasa por ser lo más personal que he hecho en mi vida. Yo, que siempre he sido una herramienta para que otros cuenten sus historias, ahora puedo contar la mía propia finalmente. La génesis del proyecto resultó ser un viaje que necesitaba hacer para convertirme en papá y partió de una historia inventada por David Trueba, en la que un niño se sentía adulto, sumada a una peculiar revisión de Hamlet que vi con mi padre. No nos había gustado nada la puesta en escena, pero tenía una cosa especial y es que a Hamlet lo interpretaba un actor muy joven con cara de niño. Abel a su manera también tiene que ser rey y no está listo.

Usted inició su carrera a los 6 años. Al igual que Abel empezó a tomar responsabilidades de muy pequeño, ¿verdad?

Debido a la ausencia de la figura materna empecé a vivir muy pronto en un mundo de adultos por las ganas que tenía de estar cerca de mi padre, y es un poco lo mismo que le pasa a Abel, lo que ocurre es que con él está llevado al extremo. Pero sí que hay mucho de mí en él, y de forma muy consciente, además.

¿Es algo común en México lo de despertar antes?

En la película procuro reflexionar sobre mi generación. Mis amigos y yo nos convertimos en adultos antes de tiempo, trabajamos desde hace mucho y vivimos solos desde los 15 años. Ahora percibo que se repiten esos patrones y creo que los niños están siendo empujados a ser adultos cada vez antes. Partimos de una realidad social (pobreza, falta de oportunidades) que tiene a niños de 12 o 13 años trabajando y encargándose, si no completamente, de gran parte de la estabilidad del hogar.

En sus habituales visitas a España y EE.UU., ¿percibe contraste y siente pena por México?

[Baja el tono de voz] Si, mamá... Bueno, más que pena siento una terrible frustración y desesperación porque es donde vivo. Por más que viajo y trabajo fuera, mi casa está en México y mi familia también. La realidad que se está viviendo en mi país es muy triste y las cosas se están saliendo cada vez más de control. Son tiempos duros.

Cuando viaja por el mundo, ¿se siente embajador de una marca llamada "México"?

No sé si embajador, pero me encanta promover mi país y hablar de él porque hay mucha falta de información y cantidad de clichés y mitos que se han vendido alrededor de él. Por suerte hay muchísimos “Méxicos”, todos con caras diferentes, muchas de las cuales yo adoro y de las que me siento muy orgulloso. Pero también hay otras de las que me preocupo y que me entristecen. Al final estamos hablando de un país muy complejo que atesora una gran cantidad de talento, pero que se está marchando porque lo celebramos poco.

No hay comentarios: