10 ene 2003

La señal (Gore Verbinski, 2002)


Buenas:

Esta semana no les voy a hacer una crítica al uso, les voy a contar una historia. Es la historia de un joven muchacho que el pasado viernes en vez de salir por ahí, de juerga con sus amigos, muchachos como él en edad de darlo todo, tomó la sensata y nada dañina determinación de acercarse al cine de su barrio para que pudiera ser posible que ahora mismo tengan su atención centrada no en la anterior página ni en la siguiente, sino en esta misma.

El joven y apuesto muchacho de quien les hablaba sufrió una crisis de ansiedad al ver la enorme cantidad de estrenos que ante sus ojos se agolpaban en la cartelera de la gran ciudad donde se encontraba, pero fue capaz de sobreponerse cuando se preguntó: ¿Cuál de todas las películas de entre la enorme cantidad de estrenos que ante mis ojos se agolpan en la cartelera de la gran ciudad donde me encuentro es más sugerente y/o apetecible a mi estado anímico hoy viernes, día que he decidido abandonar a mis amigos muchachos porque soy una persona con alto grado de responsabilidad y he de hacer mi habitual colaboración semanal con ese agradable y populoso periódico que es La Comarca?, y la rápida respuesta que salió desde sus entrañas fue: Puede que me equivoque, pero The ring tiene una pinta fabulosa.

En esto que se encaminó a la taquilla donde cívicamente respetó la cola hasta que pudo adquirir su entrada, de la que hizo uso al introducirse en la macrosala del macrocine en el que se hallaba inmerso. Cuál fue su sorpresa al darse cuenta de que la citada macrosala del citado macrocine estaba repleta de adolescentes con la boca llena de palomitas y cocacola de garrafón y los ojos inyectados en sangre a la espera de un film de terror donde las vísceras y descabezamientos estaban a la orden del día. ¡Ay, Dios!-pensó el joven y apuesto y encantador muchacho- son de los que comentan y dan grititos.

Hizo gestiones el protagonista de nuestra historia para poder canjear su entrada momentos antes de la proyección por la de otra macrosala donde los adolescentes sanguinarios fueran un tanto menos adolescentes y otro tanto más menos sanguinarios.

Para asombro del joven y apuesto y encantador y siempre peinado a raya muchacho, a aquellos discípulos de Atila se les congeló la sangre ya en la primera escena, y aunque de vez en cuando se oía un ¡Uy! ahogado, la verdad es que el murmullo no era demasiado pronunciado, al menos no tanto como para descentrarle de la hipnótica y paranormal historia ante la que se encontraba.

Por lo que había oído era una nueva versión de una película japonesa del 99 con el mismo título que en su día fue un gran éxito. Se dio cuenta de que Naomi Watts (revelación de Mulholland Drive), a su juicio una de las más firmes promesas del cine norteamericano actual, mezcla de Gwyneth Paltrow y Jennifer Anniston, pero dotada de una sonrisa más cínica y afectada, era la protagonista que, ayudada de otro desconocido actor neozelandés, se dedicaba a resolver el misterio que la película planteaba: "Quien ve una misteriosa cinta de vídeo, inmediatamente recibe una llamada telefónica que le comunica que morirá dentro de siete días". Pues bien, nuestra rubia amiga, como no puede ser de otra manera, empujada por esa fuerza sobrenatural que obliga a todos los protagonistas de las películas de terror a hacer cosas que no deben hacer la ve y se angustia cuanto no se pueden imaginar.

Pero es astuta, y ayudada por su satánico hijo pequeño, decide no quedarse con los brazos cruzados y lucha contra su aciago destino. Les diré que el joven y apuesto y encantador y siempre peinado a raya y pragmático muchacho se quedó sorprendido por el trepidante ritmo y por los derroteros nada convencionales por los que se desarrollaba el guión, tan alejados de los de la última hornada de cintas tipo Scream a las que estaba acostumbrado, y si bien echó en falta parte del sentido del humor que éstas desprendían, agradeció el haberse topado con una muy sobria, atractiva e interesante puesta en escena.

Me dijo también que lo mejor de todo era que el final es como es. No hay un malo explicando el por qué de su enajenada conducta, de lo enfurecido que está con la sociedad...mientras el bueno gana tiempo para deshacerse el nudo de las muñecas.

Es correcto cine de terror orientado hacia una audiencia adulta. Es fresca, nueva y está bien hecha. La historia de amor no canta y el niño es estremecedor. Así, satisfecho de su decisión, el joven y apuesto y encantador y siempre peinado a raya y pragmático y respetuoso con sus mayores muchacho se encontró con la sensación del deber bien hecho y me dijo que se la compraría en DVD.

Hasta otra.

3 ene 2003

Harry Potter y la cámara secreta (Chris Columbus, 2002)


Sean Connery dijo en una ocasión que le encantaría ver un Bond protagonizado por Daniel Day-Lewis y dirigido por Quentin Tarantino. Esto, hoy por hoy, parece impensable; en primer lugar porque Day-Lewis ha abandonado momentáneamente su carrera de actor para dedicarse a coser zapatos en Italia y en segundo porque Tarantino, enfant terrible de la industria, es incapaz de hacer cine de género, no porque no sepa, sino porque no le da la gana. Y pensarán ustedes: ¿qué tendrá que ver esta deliciosa utopía con las nuevas hazañas del niño mago? Pues nada más y nada menos que o se reinventa o caerá en el tedio de la agotada saga 007.

Lejos de innovar de algún modo, Columbus se ha adherido a la vertiente continuista para ofrecernos más de lo mismo: un colorido mosaico dotado de una exclusiva atmósfera con unos personajes cada vez más de la familia pero que sugiere una sensación de déjà vu.

No es reprochable el no haber sido un tanto más arriesgado, si con esta fórmula se consiguió hace solo un año la gallina de los huevos de oro (segunda película más taquillera de todos los tiempos), aunque eso no quiere decir que no nos acabe saturando.

El talentoso mago infantil Potter deja tras de sí una estela agridulce, ya que aún siendo más completa esta historia por desarrollo y desenlace (daba vergüenza ajena ver con qué precipitación se remachaba la anterior entrega), resulta también bastante más complicada e incapaz de abarcar todos los frentes que aborda.

Una vez superado el aparatoso, y por momentos brillante, planteamiento inicial, observamos un film confuso, henchido de subtramas y demasiado dependiente de la obra literaria, de la que bebe absolutamente.

Podían adoptarse dos posturas a la hora de afrontar el farragoso producto: intentar extraer la esencia dejando muchos detalles por el camino, o ser todo lo fiel posible (que es por lo que han optado) obviando también parte de las infinitas anécdotas, pero a la vez retorciendo de mala manera el metraje. Se tiende a esto segundo, en mi opinión, para no defraudar a los seguidores de la saga, que ya se cuentan por millones. "Pues esto no sale", "pues esto otro se lo han inventado"... Señoras y señores, nos encontramos ante dos medios totalmente distintos, no hace falta que la película sea una milimétrica transcripción del texto.

El objetivo es entretener y a ser posible hacer una buena película, pero de tan fiel que se intenta ser, de tanto ir el cántaro al fuente, el proyecto se hace latoso, pesado y se convierte en un ejercicio de maniqueísmo consistente en exponernos: “mirad cuanta tecnología tenemos, mirad qué cosas tan sofisticadas sabemos hacer...”, el cántaro se desparrama por el camino y nos quedamos con las ganas.

Llegados a este punto se plantea una duda: ¿es lícito hacer una película de ¡más de dos horas y media! para ganar potencial descriptivo si con ello no se defrauda a los potterófilos?

Aún así, quizá la mayor flaqueza la encontramos en el reparto, donde el principal protagonista no establece la empatía con el público que el resto de los niños prodigio. Es soso, aburridote y lo peor de todo, tiene una sonrisa muy muy fea.

Además, ¿a quién se le ocurrió dar un papel de rompecorazones a Kenneth Branagh?. Si lo pretendido era dar un poco de prestigio actoral británico, ¿no tenían suficiente con Maggie Smith, Richard Harris y Alan Rickman? Ya puestos, podían haber traído a Kate Winslet, Judi Dench, Emma Thompson y a toda la pesca.

Por lo menos nos queda la esperanza de que la próxima adaptación la realizará el mexicano Alfonso Cuarón, ahora que el cine de su país se ha puesto tan de moda.

Éste, que ya se reveló con la entretenida versión de Grandes esperanzas de Dickens y con la soberbia Y tu mamá también, posiblemente sea capaz de dar esa vuelta de tuerca que los amargados críticos tanto estamos esperando. Quién sabe, a lo mejor se desmarca cambiándole al inefable Harry la varita por un sombrero de mariachi.