26 nov 2008

Ben Stiller ha venido a hablar de su peli, no de la huelga


Enseñan en la facultad de periodismo que las preguntas peliagudas o comprometidas dentro de una entrevista han de ir al final de la misma para que, si el invitado se enfada y decide coger las de Villadiego, tú tengas el material suficiente para contentar a los jefes y no te quedes con el culo al aire. En la rueda de prensa que ha servido para que Ben Stiller presentara hoy en Madrid ‘Madagascar 2’, en la que presta su voz al león Alex, he incumplido algunas de las normas del buen periodista, pero ha sido por un bien mayor. Se lo cuento cronológicamente.

Después de dos preguntas acerca de la perfección técnica alcanzada por los estudios Dreamworks en su nueva pieza de animación y del reto que supone para los actores (al acto también acudieron Chris Rock y Jada Pinkett-Smith —el Smith le viene dado por ser la mujer de Will—) el doblar a dibujos animados se hace un profundo silencio en la sala de conferencias del madrileño y lujoso Hotel Santo Mauro. "¿No hay más preguntas?", bromea el productor Jeffrey Katzenberg.

En ese momento recuerdo a todos mis profesores de Universidad y también al desaparecido Francisco Umbral queriendo hablar de su libro, pero Stiller amenaza con irse y alguien tiene que preguntarle por la huelga de actores que puede paralizar toda la producción hollywoodiense el año que viene. No porque sea actor y sea americano, sino porque mostró su apoyo explícito al principal sindicato de intérpretes (SAG) cuando, tras espirar el convenio trienal que ligaba a su gremio y al de los productores, se movilizó el pasado junio.

Las demandas del colectivo con el que se alineó se fijaban (y se fijan) en mejoras de salarios, pensiones y contribuciones para el seguro médico. Existe además una marcada discrepancia en las ganancias de los intérpretes derivadas de los ingresos de los estudios por la venta de sus productos en nuevos formatos, así como por sus apariciones en DVD.

Y pido el micro: "Me gustaría saber, señor Stiller, qué opina de que se pueda ir a la huelga en 2009, en qué estado están las negociaciones y cuál cree que va a ser el desenlace de esta situación". Jada, la mujer del Príncipe de Bel Air, empieza a negar nerviosamente como si le hubiera preguntado a su colega si confirma su supuesta relación con Rociíto (esto no es cierto, pero la cara ha sido justo ésa), le hace un gesto a Katzenberg que está a su izquierda y le dice algo así como "¿pero no hemos venido aquí a hablar de animales?". Katzenberg le da la razón y murmura disgustado, "lo sé". Y Ben por último, y más importante, tuerce el gesto pero sabe que está de promoción: "Espero que no suceda. Sobre todo con el estado de la economía ahora, creo que nadie lo quiere". Eso es muy políticamente correcto, sí, pero uno espera que diga algo más. Que clarifique si podemos esperar grandes producciones para el año que viene o incluso que utilice los medios de altavoz para explicar cómo ve el asunto. Debido a mis altas expectativas, su frialdad se me hace tan grande que agacho la cabeza y, con las orejas rojas, me hundo en mi asiento a seguir tomando notas.

Durante el tiempo que dura mi shock, Chris Rock habla de que "el principal mérito de los proyectos de animación de Dreamworks es la elección de los cómicos para dotar de personalidad propia a sus criaturas" (recordemos, por ejemplo que a esta factoría pertenece también 'Shrek', muñecote verde al que da vida el humorista Mike Myers).

Es entonces cuando Stiller vuelve a tomar la palabra para decir, alzando una grabadora que sostiene entre los dedos: "Esto ha dejado de funcionar. ¿De quién es? Parece que se ha quedado sin batería ¿No es de nadie? Vale pues me la quedo". El motivo de que nadie la reclame, y de que este artículo se narre en prepotente primera persona, es que todavía me encuentro un poco contrariado por la mala aceptación de mi pregunta. La grabadora es mía, sí, pero no me quiero exponer a la ingeniosa lengua de esta gente tan rápida. Tomaré apuntes como los cronistas de toda la vida.

Una vez superado y olvidado el chascarrillo, un compañero que tampoco se ha quedado contento con el anterior atajo de Zoolander, valiente —todo lo que yo no he sido a la hora de reclamar lo que es mío— vuelve a la carga. "Sr. Stiller, usted apoyó las manifestaciones del sindicato de actores en junio. ¿Lo volvería a hacer?" Mis oídos hacen chiribitas al oír el capote del artista periodista. "Es una situación muy complicada. Nadie la quiere, aunque así Jeffrey (Katzenberg) tendría un respiro —bromea—... pero no es el momento. Sería una cosa terrible", responde. No parece que le vayamos a arrancar un gran titular y lo cierto es que hasta la hora en que acaba el acto nadie más pregunta al respecto.

Cuando los actores se dirigen a comer, me levanto de mi silla con igual celeridad y grito dirigiéndome al estrado: "Sr. Stiller", a lo que él responde sin mirar a ningún sitio en particular, como acostumbrado a ello: "¿Foto?". Enfoca. Me mira. Le digo: "No, no; la grabadora. Es mía". Entonces cae en la cuenta, sonríe y se disculpa: "Ah, lo siento. Toma —dice mientras la saca del bolsillo interior de su abrigo de paño bueno—". La tenía súper arraigada ya entre sus posesiones el tipo. De todas maneras, no crean que escribo esto que ahora acaba cargado de bilis. El gesto amable de Ben dice que su olvido es más grande que sus ganas de dejarme sin mis herramientas de trabajo.

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