8 nov 2008

¿Un presidente negro? Ésa ya la he visto


El dibujante manga japonés Kaiji Kawaguchi narró en 2000, en su novela gráfica 'Eagle', el meteórico ascenso de un japonés a la Casa Blanca; así lo recogía El Mundo en su edición del pasado sábado. Se jugueteaba en el artículo con las cualidades adivinatorias del autor, centrándose en el gran parecido con la actualidad que encerraba el protagonista Kenneth Yamaoka, senador demócrata asiático-americana destinado a dar un cambio de aires a la política yanqui. Hoy el amarillo de Yamaoka ha tenido su muy cercano reflejo en el negro de Obama. Entonces, ¿podemos llamar oráculo a Kawaguchi? En cierto modo sí, pero no ha sido el primero en imaginar que otro futuro (hoy, presente) era posible.

El cine desde tiempos remotos ha flirteado con la idea de un presidente negro, siempre demócrata, otra cosa sí que habría sido ciencia ficción gratuita. Recorramos históricamente los nichos fílmicos donde se forjaron los predecesores de Barack Obama:


‘24’ (TV) (Robert Cochran & Joel Surnow, 2000-???)

No es cine, pero es mejor que casi todo el cine. Todo es siempre tan inverosímil en este preciso (ayúdenme con el superlativo, sólo me sale "precisísimo") ingenio narrativo que el hecho de contar con un presidente afroamericano, el ecuánime David Palmer (Dennis Haysbert) a partir de la segunda temporada –en la primera sólo era senador-, no le chirrió a nadie. D.P. causó baja el quinto año y fue entonces cuando se intentó rizar el rizo al pretender que el cargo lo ocupara, tras la corrupta experiencia del presidente Logan, su hermano Wayne (D.B. Woodside). ¡No un Obama, sino dos! Si es blanco es malo e innoble, venían a decir los creadores de Jack Bauer. Nótese que el discurso de la serie enfrenta en múltiples ocasiones a los muy gallardos hermanos con terroristas de todo pelaje, saliendo victoriosos los buenos en la mayoría de las ocasiones. Y eso que no son republicanos (como la Fox, el canal donde se proyecta ‘24’).


‘The man’ (Joseph Sargent, 1972)

Obviando la recargada ensoñación que situaba al niño Sammy Davis Jr. (contaba con tan solo siete años) como hombre más poderoso del mundo en el corto ‘Rufus Jones for President’, el primer actor negro en servir de rostro a un presidente norteamericano fue James Earl Jones. Sí, el mismísimo Darth Vader cuando éste sólo era un boceto en la cabeza de George Lucas. The man es una inteligente sátira política casi imposible de encontrar (no ha sido editada en DVD ni siquiera en USA) en la que el senador negro Douglass Dilman hereda el cargo de rebote tras la muerte del presidente en un derrumbamiento y la declinación del vicepresidente por motivos de salud. La titularidad del protagonista durará hasta que se convoquen las siguientes elecciones, tiempo en el que lidia con la paradoja de ocupar un despacho oval tan ajeno a su raza hasta ese momento.

Precisamente ésta cinta es quizá la única de la retrospectiva que no se adhiera a un desquiciado marco de humor, futurismo o, directamente, de ciencia ficción. (Lo de ‘24’ también cuenta como fantasía: es imposible estar tantas veces al borde del holocausto nuclear). Lo que viene a continuación son aproximaciones a la realidad, dimensiones paralelas o directamente chorradas enormes:

‘Deep impact’ (Mimi Leder, 1998)

Si hay un tipo venerable en este negocio ese es Morgan Freeman. No en vano Clint Eastwood le dirige en estos momentos en el biopic de Nelson Mandela. La directora Mimi Leder, que venía de debutar en ‘El pacificador’ pese a su vasta experiencia detrás de las cámaras de ‘Urgencias’, pensó en Freeman para dar vida al aguerrido y honrado Tom Beck. Listo para dirigir a un mundo a punto de ser arrasado por un pedrusco volador. La cosecha del 98 también nos trajo 'Armaggedon', con un argumento calcado e igual de fantasmagórica, aunque más graciosa, pero como no tiene 'presi’ oscuro pasamos a la siguiente…

‘El quinto elemento’ (Luc Besson, 1997)

A Tommy ‘Tiny’ Lister, habitual secundario con cara de matón, todavía no le ha sobrevenido la oportunidad de su vida. Con veinte años de carrera a las espaldas ni siquiera su extravagante alto cargo en la paja mental espacial de Besson le situó en el mapa. En un mundo hostil en vías de extinción, los códigos morales se relajan y Lister imprime a su presidente Lindberg la hostilidad y modos de presidiario adecuados para retratar a una sociedad deshumanizada. Su protagonismo es limitado, casi de atrezzo, comparado con los demás del ranking.

‘De incompetente a presidente’ (Chris Rock, 2003)

El título ya lo dice todo, ¿no? Es la típica que pocos de ustedes han visto por su mamarracha declaración de principios. "El hombre más gracioso de América" se lo guisó y se lo comió delante y detrás de la cámara. Ecos de la precursora ‘The man’ (un accidente de avión en este caso) sitúan al cómico camino del peldaño más alto de la Casa Blanca. Desgarbado como un Eddie Murphy de saldo (quien también tocó el tema tangencial y fraudulentamente en ‘Su distinguida señoría’), Rock no pretende ser el prototipo de presidente ideal, al menos en un principio. El ascenso de Mays Gilliam, es... como si ‘Entre pillos anda el juego’ se hubiera rodado en Washington, con tontuna inicial y erosión de la gilipollez hasta dar lugar a un Obama sobradete.

‘Idiocracia’ (Mike Judge, 2006)

Abundando en el bessoniano planteamiento de que en el futuro las diferencias raciales serán poco obstáculo, el director de culto Mike Judge (‘Beavis & Butt-Head’) explora lo que puede ser la sociedad futura, donde un soldado criogenizado en nuestros días (Luke Wilson) despierta comprobando que es el tipo más listo de un colectivo consumido por los videojuegos y la comida basura. El presidente con el que le toca lidiar es Dwayne Camacho (Barack, borracho de anabolizantes), ascendido a su cargo político debido a su gran rendimiento como luchador de wrestling. Quizá no es un motivo demasiado académico. Pero es que ésa tampoco era la idea.


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