29 abr 2009

¿'Los hombres que no amaban a las mujeres'? Pches, pches...

Debo admitir, señor párroco, que no llegué virgen al pase, que me había leído el libro, y eso, sospecho, lo cambia todo. No porque quisiera, me retrasé y es el típico tren que si coges tarde, todo el mundo te reprocha que haces como Vicente. No tengo problemas con los best-sellers siempre que no alberguen ínfulas de grandeza y, según pude comprobar en las dos sentadas aceleradas en las que me cepillé el primer volumen de 'Millenium' este fin de semana, es 'fast food' no demasiado perniciosa.

Noomi Rapace se parece mucho a Lisbeth Salander

Eso sí, no soy fan: no aporrearé las puertas de El Corte Inglés antes de la apertura el día en que el finado Stieg Larsson publique en España 'La reina en el palacio de las corrientes de aire' como ya ocurriera en noviembre con la segunda entrega. Creo que su fenómeno no sería tan valorado como el de Méndez, Kennedy Toole o Salinger si en una realidad paralela todos hubieran seguido frecuentando la escena pública.

Desconozco si estaréis familiarizados con lo que es un pase de prensa. Por si acaso diré que es lo mismo que ir al cine pero con montones de compañeros de trabajo. Nos abren ciertas salas convencionales por las mañanas en horarios no comerciales y allí que nos juntamos un montón de gafapastas con bolígrafos de lucecicas y cuadernos de espiral. Los pases suelen ser varios días antes del estreno para que las críticas y reportajes estén listas para el consumo el viernes de su puesta de largo. Tengo que decir que desde el pase de Almodóvar no veía a tanta gente congregada. Había expectación por ver lo que habían hecho con tan cacareado material. La peli de la que todos hablarán a partir del próximo 29 de mayo no es una que nadie se quisiera perder.

Ciento cuarenta y cinco minutos suelen ser un jarro de agua fría a las 10 a.m., pero si tenemos en cuenta que la novela de partida cuenta con 665 páginas lo único que queda por hacer es suspirar a ritmo de "no le pidas peras al olmo". Y te sumerges. Mikael Blomkvist aparece en la segunda escena, Lisbeth Salander en la tercera. Ello crea cierto anticlímax porque el vendaval que provoca en el libro la tardía —y ansiada— aparición de la hacker (a la altura de la página 47) es sofocado por su pronta revelación aquí. De todos modos condescendemos y nos hacemos cargo de que hay que jugar al narrador omnisciente y a un montaje algo más ágil de lo que permiten los códigos literarios para que no se duerma el personal.

Podría pasar a relatar lo que entra y lo que no, lo que se altera para que encaje y lo que permanece para no soliviantar a los más de 13 millones de lectores de la franquicia, pero no os aburro más con discursos y, evitando destripar el contenido a los neófitos, paso a hacer una lista de la compra que comprende lo que mola y lo que no de la traslación que ha llevado a cabo el director Niels Arden Oplev ('We Shall Overcome', 'Worlds Apart'):

Lo mejor:

  1. Lisbeth Salander. Sin duda. La actriz elegida —una especie de Eva Nasarre punki— es la viva imagen de lo que cabía esperarse de ella: delgadez cuasi-anoréxica, tatuajes, piercings y cara de mala hostia, la actriz Noomi Rapace conjuga todo eso. Para mi gusto habla demasiado. La Lisbeth original es algo más hermética, da menos explicaciones. Citando a Tomas Alfredson (director de 'Déjame entrar'), "para los suecos, no contestar o darse la vuelta y partir constituye una forma de respuesta en sí misma". Y en el libro, la protagonista ejerce ese comportamiento con más frecuencia.
  2. La ambientación. Tanto la redacción de la revista Millenium como el pueblito de Headeby son iguales a lo que nos habíamos imaginado. Los 20 grados bajo cero de media que soporta Mikael durante su investigación son muy perceptibles, sobre todo si al encargado del mantenimiento de la sala se le va la mano con el aire acondicionado como ha ocurrido hoy.
  3. Ejercicio de síntesis. Estamos a la espera de que nos llegue una miniserie televisiva de seis capítulos (los rumores dicen que habrá dos por libro) en los que se complemente todo lo que ha quedado en el tintero. Se han descartado las tramas secundarias y, a pesar de que hay ciertos tijeretazos que pueden hacer que echemos algo de menos, hay que valorar que no se ha montado ningún antecedente que no tenga su consecuente. Todo el metraje empleado tiene un porqué (menos el pegote final, que es pegote en ambos formatos).

Lo peor:

  1. Mikael Blomkvist. Para entender al personaje hay que entender su pasión, la cual le hace incurrir en una subrayada poligamia. Aquí se ha optado por potenciar sólo una de las tres relaciones que mantiene en la novela, lo que hace que nos perdamos algo de su carácter ambicioso. Ya chocaban las fotos promocionales de hace meses en las que podíamos percibir cómo Michael Nyqvist era un actor entrado en kilos y con la cara picada de viruelas, pero a tenor de lo poco que usa la cama para no dormir no hacía falta nadie más guapo. He de admitir, aún así, que en uno de los planos largos del final se le puede confundir con un Hugo Silva veterano y aficionado al McDonalds.
  2. La no apología del periodismo. La novela contiene dos líneas argumentales: una investigativa —cercana al thriller puro aunque algo perezosa, con sus golpes de efecto requeridos y su buena sarta de clichés— que permanece y otra en la que Mikael se destapa como un adalid de la independencia, la honestidad y del buen hacer profesional. Para poder condensar, se ha optado por abordar tan sólo la trama de acción, lo que perjudica al film como documento perdurable (véanse 'Todos los hombres del presidente', 'Nothing but the truth' o 'La sombra del poder'). Thrillers como éste, fríos y discursivos, los habíamos visto ya, pero encendidas defensas del derecho a la información, que es por lo que en algún momento llegó a interesarme Larsson, nada de nada.
  3. Incoherencia temporal. Hacia la mitad de la cinta, hay que encajar las piezas para poner el lacito y dejar todo visto para sentencia. Hay un punto de inflexión en la narración tras el momento en que los personajes nos han sido presentados (lo único verdaderamente interesante). Da la sensación de que Oplev ya no sabía que hacer con ellos y los remata de cualquier manera. En un intento de justificar el cierto autismo de Lisbeth, acude a claves extraídas del segundo volumen para no cerrar en falso una película que no podía acabar como el original porque le faltaban ingredientes que previamente había descartado. (Y cuando eso ocurre, genera cronologías imposibles).

Hay una cara B de todo esto. Sería injusto que vierais este avance sólo a través de mis ojos, por lo que he sondeado a otros compañeros gafapasta no lectores del libro a ver si les funcionaba. La respuesta ha sido abrumadoramente positiva. "Son dos horas y media y no me he aburrido en ningún momento", ha sido mi primer jarro de agua fría. "Es previsible pero inteligente", me suelta otro virgen. "Tiene factura de serie B, pero creo que puede funcionar", el tercer aguafiestas.

Así que "Serie B divertida, previsible pero inteligente y con previsión de éxito" podría ser un resumen a modo de collage que dé voz al colectivo crítico madrileño... Hagámosles caso a ellos, que seguro que son más listos.

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