Las elecciones a Presidente de la Academia de Cine han tenido menos chiste que las del Real Madrid. Por mucho paripé y fuego de artificio que haya habido en las campañas satelitales al advenimiento del gran Florentino, debería ocurrir una hecatombe para que el cetro blanco no sea de nuevo empuñado por el constructor todopoderoso.
Compatibilizará su nuevo cargo con su trabajo de director. En 'La marca amarilla' tendrá a sus órdenes a Kiefer Sutherland y a Hugh Laurie
Álex de la Iglesia no ha tenido ni eso. Ayer se cerró el plazo para que se presentaran las candidaturas a sucesor de Ángeles González Sinde y el de Bilbao, sin oposición, ya es dueño del puesto de manera tácita por incomparecencia de cualquier otro rival. Será investido el día 21 de junio con Icíar Bollaín y Emilio A. Pina como escuderos.
Se oía su nombre desde hace tiempo. Era sujeto recurrente en los corrillos de periodistas especializados después de que la guionista y directora aceptara suceder a César Antonio Molina como titular de la cartera de Cultura. El perfil del cargo hasta la fecha había sido mediano. El padre de la ministra Sinde(scargas) fue el primero en ostentar tal honor. Fue entre 1986 y 1988. Después vendrían Fernando Trueba (1988), Antonio Giménez Rico (1988-1992), Fernando Rey (1992-1994), Gerardo Herrero (1994), José Luis Borau (1994-1999), Aitana Sánchez-Gijón (1999 y 2000), Marisa Paredes (2000-2003), Mercedes Sampietro (2003-2006) y, finalmente, la saliente Ángeles González-Sinde (2006-2009). Todos tipos diésel a excepción de Fernando Rey, el más internacional de nuestros actores hasta la aparición de Banderas, Bardem y Cruz, y Trueba (dueño de dos Goyas y un Óscar).
La diferencia de De la Iglesia con este último es que él no tiene nada que demostrar (Trueba haría sus mejores cosas a principios de los 90). Con seis Goyas acreditados en su filmografía y reputado amo de la taquilla, llega —parece— con intenciones de cambiar las cosas en vez de buscar titulares. Lo único que podría conseguir si su aventura 'política' no salen bien sería emborronar su imagen pública. Todo que perder. A simple vista nos encontramos ante una vocación de servicio plena.
Nominado o no es de los pocos fijos en la gala de los Goya
"No tenía ninguna intención de presentarme, pero mucha gente muy distinta me lo pidió y eso me hizo recapacitar. La situación es muy complicada y necesita el apoyo de todos. Creo que la Academia ha hecho mucho por mí y quiero devolvérselo", explica hoy en La Razón.
Pero, ¿qué es lo que hace un director de la Academia, cuyas competencias son un tanto difusas y se confunden en ocasiones con las del ministro de Cultura o la del presidente del ICAA (Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales)? Pues, grosso modo, gestionar subvenciones, dar el discurso de la gala de los Goya y salvar el cine. Esta última misión, en apariencia imposible, tiene nombre: la nueva ley aprobada en diciembre de 2007, que todavía no se ha hecho efectiva y abarcará desde la regulación de las desgravaciones fiscales (para atraer capitales ajenos al mundo audiovisual a la producción cinematográfica) hasta la creación de un nuevo fondo para películas en lenguas cooficiales. Ésa es la parte confusa.
La pirotécnica pasa por atraer de nuevo hacia la entidad a desertores constantemente peleados con el mundo como son Almodóvar y Garci. "No me ha prometido nada, pero me ha dicho que si algún día vuelve a la Academia será conmigo" declaró el bilbaíno la semana pasada. Garci, descolgado hace diez años después de la polémica desatada a raíz de la presunta compra de votos para que favorecer a 'El abuelo' en los Goya de 1999, puede esperar también su llamada. Son dos medidas inmediatas en su decisión firme de unir a la prensa y al cine, dos gremios a la gresca sobre todo desde que anteayer el director de 'Los abrazos rotos' 'declarara la guerra a El País' a través de su blog.
No vende humo. Sabe que la situación es difícil y que la generalizada antipatía del público hacia la actual situación cataclísmica de la industria no ayuda, pero él tiene varias teorías al respecto de lo que ocurre y de cómo se puede solucionar. Su carta abierta a los lectores el pasado febrero en el periódico de Prisa es reveladora al respecto:
Si queremos jugar en primera división, hay que mover el culo. Creo que es posible. ¿Cuál es la síntesis del proceso dialéctico? Eliminar de la tesis los elementos que producen contradicciones. En este caso, a mi parecer, la solución pasa por intentar que nuestro cine sea menos español, aunque suene fuerte decirlo. Abrir los contenidos a mercados internacionales.
Se antoja necesaria la figura de alguien con la cabeza (en apariencia) tan bien amueblada y un carisma aún sin mácula para declararle la guerra a la piratería y defender rabiosamente la propiedad intelectual sin perecer en el intento. De momento, su trayectoria inmaculada y una evidente falta de enemigos le avalan. De ahí a que pase a la historia por sus logros media un paso de gigante.
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