Hay quienes verán el cartel por la calle y, resacosos de aquellos 15 minutos de lucidez friki que se sacó de la manga Brendan Fraser hace ya más de una década con 'George de la jungla', picarán en el anzuelo. A mí me resulta un actor incómodo. Su gesto no es armónico. Vale para estar quieto de perfil y poner cara de hacer una multiplicación complicada, como Joey el de 'Friends', pero no para correr, divertir o reír. Cuando ríe —como un amigo feo que yo tenía que, pese a los consejos de todos, nunca se quedaba serio en las fotos— la cara se le distorsiona como un churretón de rimmel tras acalorada ruptura sentimental. Brendan Fraser, fichado para ser figurín aquí, fracasa porque la comedia es un género que no se adapta a su fisonomía.
Lo que hoy nos trae este Nicolas Cage de segunda es una bienintencionada aventura infantil (inspirada por la novela de Cornelia Funke) que reivindica el amor a la literatura. Su hija (la de Fraser, no la de Cage ni la de Funke), rubita y marisabidilla como sólo saben serlo las lectoras de más de mil y un libros de muy corta edad, intenta insuflar a su torpe padre la valentía que necesita desde que mamá desapareciera en extrañas circunstancias hace muchos años. Pese a la frontal animadversión y urticaria que nublan mi juicio con la injustamente millonaria cabeza de cartel, reconozco la agradable presencia de los notables Andy Serkis, Helen Mirren y Jim Broadbent —y ese ensueño en forma de cameo a cargo de una Jennifer Connelly sin frase— en una película amable que debería encontrar cómodo aposento en un 'target' que no es el mío.
Valoración: 6/10
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