No todo el mundo lo sabe pero cuando llevas un traje a una gran gala (a la de los Goya, a la de los Óscar...), las actrices suelen vestir de prestado. Los periodistas les preguntan en la alfombra roja por el modisto que han elegido y sólo por nombrarle se ganan el derecho a ir más guapas que un San Luis. Al día siguiente devuelven el modelo a la tienda y todos tan contentos. Se conoce como simbiosis. Sin embargo, si la actriz quiere quedarse con la prenda, desembolsa y se hace una transacción normal, como la de cualquier hija de vecino. Aún así, cuando Maribel tuvo que posar con los vencedores de los Goya 2008 en la tradicional foto de familia, tanto le dio sentarse en el suelo sobre su Alberta Ferretti color antracita. Estaba pletórica y no pensaba quedarse fuera de la instantánea por andarse con miramientos. 'Siete mesas de billar francés' fue su "a la quinta va la vencida". Hoy, casi un año y medio más tarde, ha sido designada flamante Premio Nacional de Cinematografía. En ocasiones, las alegrías llegan todas juntas.
Maribel presentando 'Tetro' la semana pasada en Alicante
2008 fue un año en el que comenzaron a cobrar sentido 22 años de profesión, una que comenzó a los 15 y que la ha tenido bajo los focos independientemente de que los proyectos que le llegaban estuvieran o no a su altura. Descubierta por Vicente Aranda en 1985 en la TV-movie 'La huella del crimen: El crimen del Capitán Sánchez' pasó inmediatamente a sacar partido de sus curvas en 'El orden cómico', en la que interpretaba a una prostituta.
Después vendrían Trueba ('El año de las luces'), Eloy de la Iglesia ('La estanquera de Vallecas'), Martínez-Lázaro ('El juego más divertido') o Mario Camus ('La femme et le pantin'). Fueron años de despegue, de destetes, de mujer florero. Lolita, sí, prometedora, guapa y de carácter. Más bonita que actriz seria, se la pasaban recomendada los unos a los otros. Y fue Aranda, de nuevo, el que la situó definitivamente en el mapa de la interpretación. Tórridas fueron sus escenas con Jorge Sanz en 'Amantes', pero, a los 21, Maribel ya era una realidad que no necesitaba ser descubierta por nadie más. Los castings se hicieron cada vez más innecesarios. Lo que querías de ella, lo ibas a tener: frescura, furia, sensualidad y carne. Comedia ('Salsa rosa') o drama oscarizado ('Belle Epoque'), tanto daba, Maribel multiusos. En esta última, en la que repitió con Fernando Trueba, se cruzó con Penélope Cruz, más tardía, más internacional y de un registro similar. Ella, con no menos potencial, dijo siempre que no se le había perdido nada en el extranjero, que Hollywood no la seducía. Siempre intentó esquivar los cantos de sirena de 'la Meca del Cine' y se hizo imprescindible por aquí. Si era un personaje con morro, desparpajo y furia española, o era de la Abril o suyo, dependiendo de la edad requerida.
Tres veces fue nominada a los Goya en los 90 ('Amantes', 'La celestina' y La buena estrella'). Tres desgarros y sus correspondientes despelotes. Y después, casi una década para el olvido llena de papeles alimenticios con algunos grandes en horas bajas (Gonzalo Suárez, Martínez-Lazaro, Saura) y algunos pequeños con suerte (Lesmes, Herrero) que la tenían porque su estrella empezaba a languidecer. Pareció un grito desesperado su estupenda y otoñal participación en 'Y tu mamá también'. Rayana en el exhibicionismo, proponía, sin embargo, el himno generacional de un México que pujaba por hacerse grande en el concierto internacional. Hollywood no, pero Alfonso Cuarón bien mereció el desembarco en el continente americano.
'Siete mesas de billar francés' (2007) le supuso su tan esquivado Goya
Y bien que recogió frutos más tarde. No sería inmediato, pero Guillermo del Toro se apuntó su nombre para 'El laberinto del fauno' (2006), una película sobre nuestra guerra que vinieron a contarnos desde fuera y que, valores cinematográficos al margen, computa como artífice de una de las mayores resurrecciones que se recuerdan. La Verdú no estaba enterrada pero vagaba en un mar sin fondo, dejándose llevar de proyecto a proyecto sin rumbo fijo. Cuarta nominación al Goya y cuarto desengaño, pero nadie la veía ya como el florero de los comienzos. Su Ariel (Goya mexicano) en ultramar la catapultó inmediatamente a la categoría de gran dama y ya nunca volvió a bajar de la noria de la gloria.
Con el corazón partido entre su España y Latinoamérica ya no tiene miedo de tomar aviones. Han sido casi veinte años de cosecha para estos últimos tres de vendimia constante. Desde 'el fauno' le han llovido el Goya de 'Siete mesas de billar francés' —que valió un vestido arrugado—, la Medalla de Oro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, un Fotogramas de Plata, su tercera nominación consecutiva al Goya por 'Los girasoles ciegos' el pasado febrero, una cabeza de cartel con Coppola ('Tetro') y el premio Nacional de Cinematografía con el que sucede a Javier Bardem, Alberto Iglesias, Joaquín Jordá, Manuel Gutiérrez Aragón, Javier Aguirresarobe, Mercedes Sampietro, José Luis Borau, José Luis Guerín, José Nieto González (por limitarnos sólo a los vencedores de la presente década).
El motivo esgrimido por el Ministerio de Cultura para concederle tal honor, a través de un jurado compuesto por Javier Bardem, Álex de la Iglesia y Joaquín Oristrell, entre otros, ha sido su "excelente trayectoria profesional y su apasionado compromiso con el cine español e iberoamericano, brillantemente reflejado en su trabajo del año 2008". O lo que es lo mismo: 30.000 euros que se lleva, clin-clin.
Tiene un Óscar, un Goya y el respeto de todos. Le ha costado toda una vida lograrlo, pero por fin Maribel se ha cobrado todas juntas.
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