Los mexicanos tienen el idioma más delicioso del mundo. En realidad es como el nuestro, pero aderezado con palabras que llevan eles detrás de tés y muchas, muchísimas, que empiezan por la letra ch. Por ejemplo, para ellos, alguien que es lo más es chido, chingón y chulo, que es todo lo contrario de alguien chatarra, chundo, chamaquito o chilpayate. ¿Entendéis adónde voy? ¿Veis por qué me pierdo siempre en los diez primeros minutos de 'Amores perros', 'Y tu mamá también' o esta 'Arráncame la vida'? El oído se me tiene que acostumbrar y, mientras eso pasa, la información circula entre mi oído izquierdo y mi oído derecho atravesando un vacío. Deliciosos e incomprensibles. Recuerdo haber visto películas de Arturo Ripstein en español subtituladas al español en Canal Plus.
De todos modos, la pérdida debida al desconcierto inicial no es enorme esta vez porque no hay mucho que rascar en los primeros compases de esta adaptación del best seller de Ángeles Mastretta. Y la razón es que es una cinta absolutamente visual. Se entiende sin diálogos porque el 'Arráncame la vida' del título se podría haber sustituido sin perjuicio para nadie por 'Arráncame el sostén'. La cantidad de sujetadores malogrados, siempre los de la cándida Ana Claudia Talancón ('El crimen del padre Amaro'), que observamos a lo largo del metraje es ingente.
Eso es debido a la urgencia, al hambre genital que emanan los protagonistas; un trío trágico por definición: el militar rudo, fascista y bigotón; la joven virgen (pero sólo el primer minuto o dos) encantadora, piadosa y autocultivada; y el barbón, rojeras y romántico. Mucha carne y poca chicha en la película presentada por nuestros hermanos los mexicanos a los Óscar, la más cara de toda su filmografía.
Valoración: 5/10
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