11 may 2010

Iván Ferreiro: "Soy el que ve la tele del pop"


Cinco años después de empezar a andar en solitario tras la disolución de Piratas en el punto más alto de popularidad y prestigio del grupo, el vigués Iván Ferreiro (nombre comercial que le engloba a él mismo y a su hermano Amaro, genio en la sombra) es uno de los pocos fenómenos musicales de nuestro panorama que puede jactarse de hacer lo que le da la real gana.

Tanto es así que, si con su anterior LP (Mentiroso mentiroso, 2008) dinamitó muchas de las normas de la ortodoxia mercantil de nuestro país regalándolo en su página web -con el beneplácito de Warner-, en esta ocasión ha querido presentar su cuarto trabajo, Picnic extraterrestre,  de manera insólita: tres conciertos consecutivos en Madrid un mes antes del lanzamiento (18 de mayo) para que el público atendiera a sus nuevas letras como si de una ópera se tratara.

Sus 12 nuevos himnos, carentes de estribillos, destilan la violencia y hermetismo acostumbrados y, sin embargo, este rey del pop, que dice haberse desnudado casi por completo partiendo del plano de la ciencia ficción, se siente más optimista que nunca en la frontera de la cuarentena.

Desconcertante táctica comercial la de presentar Picnic extraterrestre en directo sin que hubiera llegado a las tiendas...
Realmente no tengo un plan de marketing muy pesado. Habíamos terminado el disco, teníamos ganas de tocarlo y necesitábamos probar si funcionaba delante de la gente. La idea era dar un solo concierto, pero al final descontrolé y acabaron siendo tres (en la madrileña sala Joy Eslava los días 15, 16 y 17 de abril). Había puesto la fecha y no me daba cuenta de que el disco tardaba en fabricarse.  Son cosas absurdas que me siguen pasando.

En una ocasión llegó a declarar que algunas personas iban a ver a Piratas por razones que no eran las adecuadas. Con lo hermético que sigue escribiendo, el hecho de que el público coree canciones cuyas letras muchas veces no entiende, ¿no significa que lo está haciendo por razones inadecuadas?
Nunca sabremos si nos iban a ver por las razones adecuadas o no, pero quizá fue una chorrada por mi parte decir una cosa así. Ser músico no es sólo que uno comience a hacer canciones, las construya y las termine, sino también aprender a hacer un oficio, y tienes que darte cuenta de cómo los demás perciben esa historia.
¿Y en qué ha cambiado desde entonces?
Lo que intento ahora es escribir canciones que valgan para todos. Sigo procurando construir varios planos de profundidad, pero sin dejar de ser asequible para quien es adolescente y está aprendiendo las palabras. Mientras que en un momento determinado mi mala hostia me hacia desarrollar una fórmula que volviera todo muy oscuro, ahora me apetece que me entiendan.

Menos referencias que en el pasado al cine en las letras pero sí en casi todos los títulos. ¿En qué medida le influyen las películas?
En casi todo. Mi hermano Amaro y yo nos pasamos el día viendo cine y TV. Sin embargo, no nos interesa tanto el concepto de ir a la sala como lo que ponen en la TV, que nos afecta muchísimo.

En Farenheit 451 no para de hablar de los “hijos de puta”. No me va a decir quiénes son, ¿verdad?
Te lo explico encantado. La idea era hacer una canción hermosa que sublimara la mala hostia y el momento ese en que te cagas en todo, legitimar la pérdida de toda razón. Tenía que ser una verdadera falta de educación y, si no, no nos valía.

Pero, entonces, ¿hay algún “hijo de puta” en particular?
Hay miles y ninguno en concreto. Sin embargo, la canción creo que lo explica muy bien, que yo soy el que va metiendo el dedo en el culo a los demás y que hay momentos en los que uno está que no y se encuentra a punto de explotar. El título homenajea a Truffaut porque pensamos que la temperatura a la que arden los libros es un buen momento para llamarle hijo de puta a todo el mundo.

¿Es muy purificador gritar tacos en un escenario?
Claro, ésa es la idea. La gente viene al concierto y cantan como perros sus historias, y así como muchas veces decimos lo mucho que queremos a nuestra mujer, hay otro día que nos mola gritar lo mucho que nos gustaría follarnos a la vecina. El pop sirve para coger todas las emociones y sublimarlas. Llevarlas a un límite que sería intolerable en la vida real.

Parece huir vocacionalmente de los estribillos optando así por un trabajo de muy difíciles singles. ¿Cómo se cocina un disco así?
Generalmente trabajamos Amaro y yo, pero esta vez le pedí a Pablo Novoa que se uniera al equipo. Él se encargo de quitarnos las ferreiradas y armonizó todo mucho. Lo habitual es que Amaro tenga una idea, una pequeña estructura y algo de melodía para, a partir de ahí, trabajar los dos. Después aparecía Pablo, se llevaba la canción y nos la cambiaba de arriba a abajo. Nos decía: “La letra y la melodía están muy bien, pero a veces estáis con el mismo acorde una hora. Sois unos engañifes”. Él empezó a meter notas que creíamos que no existían. Pensábamos que sólo podíamos darle a las teclas blancas y él, de repente, metía algunas negras.

¿Y en cuanto a contenido?
Los tres discos anteriores hablaban mucho de nosotros dos en un plano aparentemente autobiográfico que a veces resultaba ser un poco mentira. Sin embargo, en éste nos apetecía llegar a nosotros a través de la ficción.

El primer LP lo promocionaron con videoclips amateurs; el segundo, con un cómic; y este tercero, con un teletexto cibernético (www.ivanferreiro.es). ¿Deja de ser músico y se convierte en artista multimedia?
No, no. Soy músico. Y ni siquiera sé si soy músico: soy cantante. Es muy triste la situación del negocio, que trata bien casi exclusivamente a los cantantes. Si eres bajista,  aunque seas el más capo no te dan mucha oportunidad…  Y yo, en concreto, juego un poco al pop y utilizo sus ingredientes habituales, que son los que forman parte de la memoria colectiva de los demás. No hay que ser un artista multimedia para controlar de cómic. Es comprar un número de Spiderman y leerlo.

¿Es el intelectual del pop?
No, qué va, hay gente mucho más intelectual que yo por ahí. Yo soy el que ve la tele del pop. Toda la cultura que yo tengo es cultura de la tele.

El aplauso a Relax (Piratas; Warner, 2003) fue unánime. Y entonces decide marcharse. Según se publicó, fue una decisión “para tocar los huevos”.
Ni fue una decisión mía ni fue tan así. En el presente las cosas parecen más míticas o estructuradas de lo que en su día fueron. En su momento el grupo se acabó porque ya no había motor. Creo que no fue culpa de nadie, que los grupos tienen una duración y que cuando la mitad de los componentes tienen hijos y familia, surgen una serie de circunstancias que hacen que, de repente, cinco tíos ya no anden tan sincronizados.

La sintonía con Amaro, por los lazos que les unen, ¿prevé que va a ser duradera y sólida?
La relación con mi hermano empieza en un sitio muy distinto. Los Piratas no éramos cinco colegas que montan un grupo, sino cinco tíos que encuentran a alguien que está dispuesto a ensayar los sábados en lugar de tomar una copa. Éramos gente muy diferente de ambientes muy diferentes que estuvimos  juntos mucho rato y que lo pasamos muy bien. En el caso de mi hermano, cuento una confianza plena que hace que nunca existan suspicacias.

El primer verso de Paraisos perdidos  dice: “Tengo la sospecha de que todo lo que empieza acaba mal”. ¿Los frontera de los 40 años (los cumple en agosto) trae pesimismo?
Creo que es al revés, que éste es un disco muy optimista. Lo que trato de decir es que muchas veces la gente está triste porque busca lo que no tuvo. Hay una idealización del amor a cualquier tiempo pasado cuando es cierto que el mundo está hecho una mierda, pero seguro que se vivía peor en 1623.

Al principio de Piratas le comparaban con Coque Malla, más tarde con Radiohead; ahora, ¿qué?
Creo que está Radiohead todo el rato, pero también Calamaro, Sabina, Josele Santiago, The Smiths  y The Beatles. Aún así, ninguno de los tres discos anteriores tuvo referencias y precisamente porque no buscaban nada eran demasiado Iván. Estaba descubriendo quién soy después de 13 años con Piratas, qué tipo de canciones hacía. Y en Picnic ya lo sé.

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