García es el apellido más común en España, pero el de este director colombiano de 50 años tiene pedigrí, pues lo hereda del Nobel autor de ‘Cien años de soledad’. “No me pesa y sólo lo recuerdo cuando me lo preguntan en las entrevistas”, ríe Rodrigo.
Su historia se parece a la del botones que poco a poco llega a director de hotel. Comenzó como operador de cámara en 1990 y bajo tal categoría firmó ‘Reality bites’, ‘Un paseo por las nubes’ o ‘Grandes esperanzas’. Su puesta de largo vendría en los albores del 2000 con el estreno de ‘Cosas que diría con sólo mirarla’, unánimemente aplaudida en Europa (premio ‘Un certain regard’ en Cannes incluido) pero estrenada directamente en la televisión americana. Paralelamente a su crecimiento como director catódico de gran prestigio (muchos de los capítulos de la mejor HBO le tienen detrás), cultiva una carrera cinematográfica modesta de la que ‘Madres & hijas’, de estreno el próximo viernes, es su último exponente.
Mostrado consecutivamente en los festivales de Toronto, San Sebastián, Virginia y Dubai el pasado otoño, el nuevo acercamiento de Rodrigo García al mundo de las relaciones paternofiliales -en la TV movie ‘Fathers and sons’ (2005) ya se interesó por el tema-, prefiere centrarse en el drama derivado de la separación provocada por un embarazo no deseado y su oferta de adopción que en los mecanismo de interacción cotidiana de toda familia convencional. Para mostrarlo, como ya es costumbre, reparto de campanillas: Annette Benning, Naomi Watts y Kerry Washington son las madres. Y Rodrigo, el padre de las tres.
Ha tenido la suerte de trabajar en algunas de las mejores series contemporáneas. ¿Es tan excitante como hacerlo en un producto cinematográfico?
Es excitante porque todas estaban muy bien escritas y con contaban con muy buenos actores, pero, para mí, sigue siendo mucho más satisfactorio hacer cine a partir de un guión que yo escribí, de un mundo que es mío y que incluye mis propias obsesiones. Me gusta mucho participar en productos como ‘Los Soprano’, ‘A dos metros bajo’ o ‘In treatment’, pero no es lo mismo.
¿Cuál es el personaje de ‘Madres & hijas’ del que más orgulloso se siente?
Los quiero a todos y todos me caen bien, pero supongo que me decanto por Karen (Annette Benning) y Elizabeth (Naomi Watts), a las que siento muy heridas y maltratadas. A pesar de ello, lo que sale en pantalla es sólo mérito del guión al 50 por ciento. Lo que han conseguido Naomi, Annette y Kerry es impresionante. Creo que han hecho a los personajes mucho más ricos y humanos de lo que yo pensaba.
Historias cruzadas y la familia como eje recuerdan a ‘Magnolia’ (P.T. Anderson, 1999). ¿Se sintió contaminado por ella al dirigir su cinta?
Hombre no, ojalá, porque me parece una película excelente, pero empecé a escribir la mía en 1998. Como me gustó mucho la película de Anderson, traté de no hacer lo mismo, pero hay una diferencia, y es que lo realmente importante para mí no es la maternidad ni las relaciones familiares, sino la separación que forma y deforma la personalidad de mis protagonistas.
¿Por qué madres con hijas en vez de padres con hijos?
Creo que la relación “madres con hijas” es algo más fuerte. Por supuesto que las madres se quejan de las hijas y las hijas de las madres, pero toda esa complicación viene de la fuerza de su unión.
Sus películas son casi todas corales. ¿Le gusta verse como un demiurgo gobernador de las relaciones humanas? ¿Por qué prefiere este tipo de formato?
En realidad lo prefiero cada vez menos y ninguno de los proyectos que estoy preparando ahora es coral. De cualquier manera, creo que esta opción ofrece la posibilidad de establecer conexiones y coincidencias entre personajes para explicar un tema con un poco más de riqueza.
Tanta gente junta... ¿así le gusta verse en la vida real o prefiere ir de ermitaño?
Lo cierto es que soy muy sociable, aunque también depende del sitio donde me encuentre. Normalmente siempre estoy rodeado de mexicanos (es amigo de Alfonso Cuarón y Alejandro González Iñárritu) porque, igual que los españoles, siempre están dispuestos a salir a comer o a tomar una copa. Creo que Los Angeles (donde vive) es menos social que México, Madrid o Barcelona.
El sexo interracial que pone sobre el tapete con los personajes de Naomi Watts y Samuel L. Jackson, mezcla color y edad. Mucha gente se escandalizó con el que mantuvieron Denzel Washington y Milla Jovovich en ‘He got game’ (Spike Lee, 1998). ¿Eso ya no es transgresor y ahora hay que meter también años de por medio?
Lo que me interesaba realmente era la diferencia de edad en cuanto a que la atracción de ella se pueda confundir con una especie de tema paternal no resuelto. Por lo demás, en una ciudad grande de Estados Unidos, donde la gente es profesional y con dinero, el color no significa demasiado.
Quizá la escena más celebrada de su carrera sea el segmento de ‘Nueve vidas’ en el que Robin Wright y Jason Isaacs se reencuentran en un supermercado. En ocasiones ha afirmado que todo el mundo que se acerca usted se la recuerda. ¿Supone una losa o una cumbre a la que llegar otra vez?
No es una cosa en la que reparara al rodarla, ni siquiera cuando se estrenó la película. El segmento ha tenido una capacidad de supervivencia muy fuerte y es cierto que allí donde voy me lo mencionan. Además, creo que lo usan mucho en escuelas de dirección de. Personalmente es un trabajo que me gustó, sobre todo en lo que respecta al trabajo de ellos, porque, al ser un plano secuencia, sus interpretaciones no están editadas. Me alegra que sea popular.
Con respecto a seguir los pasos del padre, anunció hace tiempo que quería adaptar ‘Tiempo de morir’, a la que ya se acercara Arturo Ripstein en 1966. ¿Cómo va la cosa?
Todavía no la tengo lista. Ahora estoy tratando de escribirla al modo de un western clásico.
¿Algún proyecto más que le interese de su padre?
Ésa me gusta porque es un western, pero nada más. En general creo que las traslaciones que se han hecho de su obra no han sido tan buenas como deberían ser, pero tampoco me interesa hacerlo yo porque tendría que dar 300 entrevistas.
¿Un Nobel sólo se iguala con un Óscar?
El Óscar lo dan por un trabajo que es parte de una película en un año y el Nobel lo dan por toda una obra. Es un poco diferente, pero supongo que sí, porque, junto con la Palma de Oro, es el más premio preciado.
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