27 jul 2010

El club de los payasos tristes


Ben Stiller desembarcó canoso, bigotudo y maduro en la pasada Berlinale con la idea de despojarse del sambenito de payaso oficial de Hollywood. Su pretendido vehículo de lucimiento dramático, de nombre 'Greenberg', no enfadó a la crítica, pero desconcertó a casi todos y desprendió un marcado aroma de incomprensión. Cinco meses después, se ha sabido que la cinta de Universal, cuyo estreno estaba previsto para el pasado 16 de julio y más tarde para el 24 de septiembre, no se exhibirá en salas en nuestro país, según un comunicado de la distribuidora.

Su extrema acidez hizo que parte del público huyera despavorida de los pases oficiales a mitad de la proyección. ¿El motivo? El enervante papel de Stiller. Para que se hagan una idea de la criatura, el papel que para él escribió el mordaz Noah Baumbach (habitual coguionista de Wes Anderson y director de 'Margot y la boda') supone una mezcla entre el judaísmo tópico de Woody Allen, la incompetencia social de Larry David y la veleidad conductual de un ciclotímico caprichoso al modo de Ricky Gervais.

A pesar de algunas aisladas lanzas a favor que del trabajo de contención de Stiller ('Rolling Stone' catalogó su papel como "excepcional"), su candidatura no sonó ni siquiera bajito en las quinielas de Mejor Actor del festival. Stiller, cuyo nombre es sinónimo de taquillazo en EEUU (su promedio: 73 millones de dólares recaudados por estreno), se enfrenta con éste a su tercer topetazo serio como cabeza de cartel tras las también híbridas 'Envidia' (Barry Levinson, 2003; 21.000 espectadores en España) y 'Duplex' (Danny De Vito, 2004).

Y lo que es peor: la carrera del neoyorquino sigue manteniendo la asignatura pendiente de una transición solvente al drama que sí consiguieron, aunque fuera de manera puntual, algunos de sus compañeros de monerías.

Partiendo del Chaplin, que en 'El gran dictador' se ponía grave a la hora de pedir amor a las huestes nazis, encontramos multitud de ejemplos de cómicos físicos reputados que se han movido con soltura en el terreno de la lágrima. Hasta entre los coetáneos de Stiller podemos vertebrar una filmografía temática a modo de resumen de lo más interesante.

Payasos que dejaron de serlo

Tomemos 1992 como punto de partida, año en el que Steve Martin demostró que estándose quieto un momento y dejándose crecer la barba (blanca, por supuesto), la mitad del trabajo estaba hecho. 'Grand Canyon', cinta coral de Lawrence Kasdan centrada en las preocupaciones existenciales burguesas angelinas fue su graduación como artista todoterreno. 'Crash' (Oscar a la mejor película de 2004), en la que participó todo circunspecto Brendan 'George de la jungla' Fraser, no existiría sin ella.

Más tarde, en 1998, sirvió para que Mike Myers, deseoso de desencasillarse de aquella caricatura de James Bond que fue 'Austin Powers', inundara sus fosas nasales con agria cocaína en 'Studio 54'. El mismo año, Jim Carrey se convirtió en víctima del gran hermano Ed Harris en el 'Show de Truman', registro que una temporada después repetiría con 'Man on the moon', con la que quedó a las puertas de la nominación al Oscar por segunda vez

Ya en el siglo XXI, Adam Sandler, más reconocido en EEUU que aquí, vio cómo las tornas giraban cuando el Festival de Gijón premió toda la amargura autista de su protagonista en 'Punch-drunk love' (2002) con el premio al mejor actor de ese año. Reconocido por la crítica también fue Bill Murray en 2003, candidato al Oscar gracias a 'Lost in translation', que confirmó que las loas que en su día mereció por 'Atrapado en el tiempo' no eran flor de un día.

2004 fue testigo de cómo el alto, robusto y casi siempre excesivo Will Ferrell conseguía contenerse a manos de Woody Allen en 'Melinda & Melinda', semejante, aunque más exitoso, intento de redención que el que ya procurara el director un año antes para Jason Biggs en 'Todo lo demás'.

Otro 'Saturday night liver' metamorfoseado en 2006 fue Eddie Murphy con el musical 'Dreamgirls', a mayor gloria de Beyoncé. Todos le daban como seguro ganador del Oscar al mejor actor secundario. Pero Alan Arkin le robó el eunuco.

Un par de años después, el ya citado Adam Sandler volvió a demostrar con 'Hazme reír' que hasta los 'stand up comedians' más tronchantes tienen en ocasiones un corazón oscuro (ying y yang) en una de las más lúcidas reflexiones sobre la profesión jamás filmadas con permiso de 'Lenny' (Bob Fosse, 1974).

De modo que ejemplos de comediantes con vena de drama en la línea del Stiller de la malograda 'Greenberg' los hay a montones. Lástima que haya quien los siga considerando intrusos o, en ocasiones como la que nos ocupa, incomprendidos.

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Lee el artículo original en El Mundo.

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