8 oct 2010

Fernando León: "Se puede decir que mis personajes son un poco del Atleti"


Han pasado cinco años desde que Fernando León de Aranoa estrenara 'Princesas', su última y agridulce ficción después de tres multipremiadas cintas. Ahora, con Amador, con la que pone de nuevo el ojo en la base de la pirámide social, vuelve a la ortodoxia narrativa de 'Familia', su ópera prima. 
Fernando León (Madrid, 1968) es tan alto que, si no fuera por su presumiblemente incómoda melena, en absoluto desentonaría como integrante de un combinado de baloncesto profesional. Tan rotundo que se diría de otra raza, quizá una selvática y desconocida. Tal es su envergadura que uno imagina que le fabrican cámaras gigantes a medida o que cada uno de sus cinco Goyas le ha hecho crecer un palmo de estatura. De verdad, frente a frente, no es descabellado pensar que su equipo de rodaje se mantiene siempre a raya porque temen que los engulla en un ataque de cólera. La idea pronto desaparece porque, además de gigante, es escandalosamente amable.
A la puerta de su oficina madrileña, lugar donde tiene lugar esta entrevista, saluda obsequioso y franquea el camino hasta su despacho. Dos sillas y un escritorio entre medias son el escenario en el que el director y guionista espera a ser interrogado acerca de su último producto recién montado, Amador, la quinta de sus ficciones en la que una mujer de origen peruano (Magaly Solier) es contratada para cuidar de un anciano postrado en cama durante el verano (Celso Bugallo). A mitad del metraje, el planteamiento se alborota y el retrato costumbrista deviene en drama, pero no podemos dar demasiados detalles, pues se evaporaría la magia del cine. Pasamos mejor a la primera pregunta.
No soy capaz de contar la sinopsis sin chafar la película, ¿podría ayudarme? 
Te pasa como a mí, que llevo pensando como tres meses esa respuesta. Yo esperaba que me lo contarais los periodistas, porque la verdad es que es complicado. Si cuentas poco, es engañoso, porque hablas de la relación de un señor mayor y la mujer que le cuida, y la película no es esa. Por otra parte, si desvelas el punto de giro, estás desvelando la trama entera y, por tanto, arruinando la historia. Al margen de la peripecia argumental de una cuidadora, quería contar la capacidad de lucha y la fuerza de las mujeres por encima de la de cualquier hombre.
Cuatro años sin rodar ficción son muchos, ¿no?
[Hace un puchero de disculpa] Es que me he liado. Es verdad que ha pasado mucho tiempo desde Princesas, pero es que, después de estrenarla (2 de septiembre de 2005), las películas generan seis meses de bastante actividad y otros seis meses de menos intensidad, pero suficiente para tener un viaje cada dos semanas. Veo lo que hace Woody Allen y digo “Dios mío, qué humillación, no solamente las hace buenas, sino que además hace una al año”.
¿No es que porque sintiera vértigo después de que ‘Princesas’ funcionara mal?
No tengo la percepción de que funcionara mal. No es nacionalismo de director, pero en taquilla fue muy bien.
Pero la crítica la valoró menos que a las anteriores…
Sí. Es cierto que aquella vez la crítica estuvo más polarizada que otras veces. Sé que hubo gente a que le gustó mucho, pero hubo otros que fueron más crueles. De todos modos, quiero pensar que el retraso en filmar no se debió a eso. Al revés, cuando pasa algo así, si se te queda mal sabor de boca, lo que tienes son ganas es de filmar rápido y quitártelo contando otra historia.
Amador es su primera película después de cumplir los 40 y se aprecia quizá menos poso cómico. ¿Es el peaje de la madurez?
Si fuera así, sería un retroceso porque el humor es fundamental para la vida. De todos modos, creo que he metido algo.
Pero no es una cinta que tire del gag como algunas escenas de ‘Los lunes al sol’ o ‘Barrio’, que eran explícitamente divertidas.
Sí, puede ser que hubiera más comicidad en aquellos diálogos, pero en esta película también he tratado de que haya humor situacional porque es imprescindible para desatascar el drama. Es como llorar en las bodas y reír en los funerales, que ayuda a gestionar la situación incómoda.
Aprecio que es usted verborreico y es bien conocida la literalidad de sus diálogos. ¿Cómo ha conseguido contenerse esta vez?
Con gran esfuerzo. De todos modos, cuando imaginé la película, me figuré a una persona mucho más callada que Marcela. Por esa parte tuve muchísima suerte con Magaly, porque quería a alguien como ella, que por su origen andino, posee un carácter fuerte e introvertido, alguien acostumbrada a cargar todo a sus espaldas y que calla las penas herméticamente. Aún así, cuando Magaly recibió el guion, me dijo: “¿Todo esto tengo que decir?”. Le parecía imposible de aprender [risas]. 

También ha variado de estructura. Sus tres obras anteriores eran muy episódicas y esta no.
Es verdad. En esta ocasión he tenido cierto déjà vu con respecto a Familia porque manejaba una historia muy intensa también al borde de lo verosímil. Al contrario que en Barrio, Los lunes al sol o Princesas, que son mas episódicas, la primera y la última están absolutamente construidas de principio a fin, lo que supone un rodaje más complicado para los actores: para que te hagas una idea, llegamos a rodar hasta once escenas no consecutivas en una jornada y Magaly tuvo que hacer todo el salto emocional de la película en apenas 12 horas.
Al principio de su carrera hizo tres dianas consecutivas en los Goya. Mucha gente en su situación habría decidido rodearse de oropeles y optar por grandes historias y presupuestos. Usted, sin embargo, visita estratos cada vez más bajos.
[Risas] Cada vez que me meto en un proyecto nos vemos en un descampado rodando a 42 grados con el servicio más cercano realmente lejos y siempre digo: “La próxima en Marina D’Or con jacuzzis a todo lujo (o, al menos, en lugares más accesibles en los que no tengas que salir con polvo hasta las rodillas)”. Por supuesto, nadie me cree.
Con el tipo de películas que hace, usted sólo podría ser del Atleti.
Una vez me propusieron hacer un spot del Atleti y fue de las pocas veces en que vi el cielo abierto para hacer publicidad. Cuando ocurrió, pensé que era la única circunstancia en la que iba a creer en el producto, pero al final no pude porque tenía un rodaje.
Ahora que ganan títulos otra vez, ¿no corren el riesgo de dejar de ser malditos?
Es todo falso. Lo nuestro no se arregla con un título, y somos conscientes de que no es más que un espejismo maravilloso. Nos bañamos en la fuente cada vez porque no sabemos cuándo va a volver a pasar algo parecido. Yo no soy muy futbolero, pero soy del Atleti desde muy pequeño por razones inexplicables, porque no hay nadie más en mi familia que lo sea. Pero sí, quizá se puede decir que mis personajes son un poco atléticos.
O sea, que en la próxima no va a salir Elsa Pataky, ¿verdad?
Bueno, ¿quién sabe? Eso no lo calculas. Hay diferencias entre las cosas que he rodado, pero es cierto que me siento más cómodo rodando Amador que otro tipo de cosas. De todos modos,  también es cierto que me siento más cómodo en la vida real que haciendo eso.
¿Hacer cine con calado social es su granito de arena para que el mundo sea un lugar mejor?
Me conformo con que no haga lo contrario. Sí sé que me propongo historias que ayuden a explicar la vida, y, si lo haces por ti, quizá a alguien más le sirva. El personaje de Marcela, de hecho, puede tener una lectura más política que social: Hasta dónde es capaz de llegar alguien por necesidad. No procuro tener más discursos que el de la empatía, hacer entender por qué alguien hace lo que hace.
Dado que no hace demasiada distinción entre lo social y lo político, ¿se ve rodando la trama Gürtel?
Cuando ves una película abiertamente política tratada desde el punto de vista de la sátira, puede resultar interesante. Un ejemplo que me viene a la cabeza es ‘In the loop’ (Armando Iannucci, 2009), que me pareció brillante. Lo que pasa es que no sé si nosotros sabemos hacer eso. Y no sólo a nivel de directores, sino que creo que la clase política española igual no tiene la misma gracia. Con respecto a nuestra realidad, se podrían hacer mil películas, pero creo que serían muy coyunturales. De cualquier modo, si tuviera que meterme a hacer algo, lo que más cerca me cae es el tema de la memoria histórica, que me parece un tema nacional incomprensible y me gustaría hacer una película para entenderlo. No concibo esa cerrazón con respecto a la gente que tiene a sus familiares enterrados y no los puede sacar de las cunetas. Tengo varias historias escritas al respecto, y no sé si las haré, pero me gustaría mucho.

Con respecto a su faceta de escritor, el año pasado anunció que publicaría una novela. ¿Como va?
Pues ahí ando… Me gustaría tener más horas y también algo más de ritmo de escritura. Igual que con los guiones, tengo varios proyectos en la cabeza: una cosa muy avanzada de cuentos breves y otra cosa, que es novela, que lo está menos, pero que me apetece mucho. Ya estoy hablando con alguna editorial, lo que pasa es que me da miedo pararme otros tres o cuatro años después de haber tardado tanto desde Princesas a Amador, así que intentaría compaginarlo, aunque la novela me causa mucho respeto. Siempre creo que ya es el momento, pero a continuación pienso que igual es pronto porque estoy con las pelis, que exigen mucha energía física. De mayor no me veo rodando porque es muy cansado [risas]. Si no me queda más remedio, las haré, pero si puedo evitarlo, me veo escribiendo novelas.
Usted se ha involucrado en documentales como ‘Invisibles’ o ‘La espalda del mundo’ en los que se narran problemas de países más desfavorecidos desde nuestro punto de vista. ¿Cree que Hollywood podría fijarse en la golpeada situación de España para inspirarse a su vez?
Últimamente tengo la percepción de que no estamos muy lejos de los EE.UU., y creo que una de las cosas más aburridas que están pasando en Europa es eso, que nos estamos convirtiendo en primer mundo militante, lo que da lugar a que haya menos resquicio para la improvisación. Por eso creo que los americanos quizá no sean los más adecuados para contar nuestra historia, porque, en mi opinión, les falta perspectiva.

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