Desde los primeros tiempos de este incierto arte que es el cine, ha habido muchos y buenos (y malos) directores empeñados en diseccionar la american way of life. Empezando por Fritz Lang, Billy Wilder o Alfred Hitchcock hasta llegar a los actuales Sam Mendes y Lars Von Trier, la mayoría de los mejores radiólogos del esqueleto que vertebra a la todopoderosa y socialmente convaleciente nación estadounidense han sido cineastas foráneos favorecidos por la perspectiva sin adulterar que otorga tener un océano entre medias. Ahora, Ang Lee puede ponerse por insistencia y derecho propio en los puestos de cabeza de esta lista, consolidándose como un fanático acérrimo y clarividente de cultura occidental.
Con Brokeback Mountain, el director taiwanés suma otro título más a su, por el momento, “tetralogía estadounidense”, que también cuenta con las expeditivas The Ice storm (1997), descripción de la liberación sexual de la burguesía pre hippy y todavía su mejor obra, Ride with the devil (1999), retrato de la Guerra de Secesión, e incluso una de las más lúcidas adaptaciones de cómic realizadas hasta la fecha, Hulk (2003).
La que nos ocupa es la historia de dos sheepboys (ovejeros, que no vaqueros), homosexuales que en los primeros 60 vieron como su amor imposible seguía los mismos derroteros que la pareja heredera de Montescos y Capuletos, sólo que aquí el enemigo es menos concreto. El relevo de los patriarcas de los shakesperianos clanes lo toman aquí el rumor en la barbería y la mirada de soslayo en la taberna. Un amor éste también verdadero, pero más prosaico que el que el maestro inglés dibujó. El laconismo de Heath Ledger (Ennis del Mar) se queda corto frente al prolijo verso de Romeo, aunque la temperamental y arrebatada Julieta sí encuentra su reflejo en el histriónico Jake Gyllenhaal (Jack Twist). Del Mar y Twist, dos "duros" que encuentran tal infinidad de impedimentos para destapar su verdadero sentir que se embarcan en sendos matrimonios de débiles mimbres mientras esas montañas, que todo parecen observar, asisten imperturbables y acogedoras a esta "subversiva" y revoltosa unión, la de una pareja de machos no tan machos que se aman como en los romances tradicionales, como en la vida misma.
Lo malo de esta cinta valiente y comprometida es que, en un mundo ideal, su carencia de pasión limitaría sus méritos a la conmovedora belleza de sus paisajes montañosos y a una gran banda sonora… pero no vivimos en él.
Con Brokeback Mountain, el director taiwanés suma otro título más a su, por el momento, “tetralogía estadounidense”, que también cuenta con las expeditivas The Ice storm (1997), descripción de la liberación sexual de la burguesía pre hippy y todavía su mejor obra, Ride with the devil (1999), retrato de la Guerra de Secesión, e incluso una de las más lúcidas adaptaciones de cómic realizadas hasta la fecha, Hulk (2003).
La que nos ocupa es la historia de dos sheepboys (ovejeros, que no vaqueros), homosexuales que en los primeros 60 vieron como su amor imposible seguía los mismos derroteros que la pareja heredera de Montescos y Capuletos, sólo que aquí el enemigo es menos concreto. El relevo de los patriarcas de los shakesperianos clanes lo toman aquí el rumor en la barbería y la mirada de soslayo en la taberna. Un amor éste también verdadero, pero más prosaico que el que el maestro inglés dibujó. El laconismo de Heath Ledger (Ennis del Mar) se queda corto frente al prolijo verso de Romeo, aunque la temperamental y arrebatada Julieta sí encuentra su reflejo en el histriónico Jake Gyllenhaal (Jack Twist). Del Mar y Twist, dos "duros" que encuentran tal infinidad de impedimentos para destapar su verdadero sentir que se embarcan en sendos matrimonios de débiles mimbres mientras esas montañas, que todo parecen observar, asisten imperturbables y acogedoras a esta "subversiva" y revoltosa unión, la de una pareja de machos no tan machos que se aman como en los romances tradicionales, como en la vida misma.
Lo malo de esta cinta valiente y comprometida es que, en un mundo ideal, su carencia de pasión limitaría sus méritos a la conmovedora belleza de sus paisajes montañosos y a una gran banda sonora… pero no vivimos en él.
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