Resulta esperanzador que sigan abriéndose nuevos caminos en el mundo de la cinematografía. Es bueno que no sólo los viejos dinosaurios de la industria sepan ya qué es lo que se necesita para dirigir con pulso y personalidad.
Si muchas veces nos echamos las manos a la cabeza por tener la sensación cansina y tediosa de haber visto todo ya, Wes Anderson nos ofrece, también con esta Life aquatic lo nunca visto, y no se parece a nada porque este hombre va a su bola. Es fácil imaginarse a Anderson como si de un esquizofrénico perplejo porque no todo el mundo comparte su visión de las cosas se tratara.
Con escasas 4 películas en sus alforjas ha sido capaz de enarbolar un universo propio tan personal como Todd Solondz, Quentin Tarantino y el otro genial Anderson, Paul Thomas.
El problema que hay es que su universo es localista e inaccesible. Los niveles de condescendencia y complacencia de un público no iniciado a la hora de contemplar el su cínico y sucio realismo han de ser tan altos que seguramente seguirá siendo un autor minoritario a pesar de sus estelares repartos.
En este relato acuático de infinitas aristas caben esta vez la soledad, los lazos que no unen, el fracaso y la desesperanza, pero, sobre todo, el esperpento. No hay lugar para los happy ends. Este atajo de protagonistas indolentes no permite la identificación con ninguno de ellos, aunque sí con sus caricaturas.
Eso sí, si sientes que la complicidad empieza a recorrer tus venas porque tú también eres un poco así, corres el riesgo de tener la gran suerte de disfrutar como hacía mucho, con cara de limón por fuera y una sonrisa muy grande por dentro.
Destacar los dibujos animados diseñados por Henry Selick (Pesadilla antes de Navidad) que hacen de peces para plasmar una falta de realismo que nos distancia de la surrealista trama. También merece mención la música de Seu Jorge, que versiona a David Bowie en portugués, inundando de ingravidez, irrealidad y delirio al conjunto. Lo que no haré es dedicar una sola línea a hablar de lo bueno que es Bill Murray. Resultaría obvio y redundante.
Si muchas veces nos echamos las manos a la cabeza por tener la sensación cansina y tediosa de haber visto todo ya, Wes Anderson nos ofrece, también con esta Life aquatic lo nunca visto, y no se parece a nada porque este hombre va a su bola. Es fácil imaginarse a Anderson como si de un esquizofrénico perplejo porque no todo el mundo comparte su visión de las cosas se tratara.
Con escasas 4 películas en sus alforjas ha sido capaz de enarbolar un universo propio tan personal como Todd Solondz, Quentin Tarantino y el otro genial Anderson, Paul Thomas.
El problema que hay es que su universo es localista e inaccesible. Los niveles de condescendencia y complacencia de un público no iniciado a la hora de contemplar el su cínico y sucio realismo han de ser tan altos que seguramente seguirá siendo un autor minoritario a pesar de sus estelares repartos.
En este relato acuático de infinitas aristas caben esta vez la soledad, los lazos que no unen, el fracaso y la desesperanza, pero, sobre todo, el esperpento. No hay lugar para los happy ends. Este atajo de protagonistas indolentes no permite la identificación con ninguno de ellos, aunque sí con sus caricaturas.
Eso sí, si sientes que la complicidad empieza a recorrer tus venas porque tú también eres un poco así, corres el riesgo de tener la gran suerte de disfrutar como hacía mucho, con cara de limón por fuera y una sonrisa muy grande por dentro.
Destacar los dibujos animados diseñados por Henry Selick (Pesadilla antes de Navidad) que hacen de peces para plasmar una falta de realismo que nos distancia de la surrealista trama. También merece mención la música de Seu Jorge, que versiona a David Bowie en portugués, inundando de ingravidez, irrealidad y delirio al conjunto. Lo que no haré es dedicar una sola línea a hablar de lo bueno que es Bill Murray. Resultaría obvio y redundante.
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