Llevaba un tiempo alejado de la crítica cinematográfica escrita. El panorama no era de los que empujan a realizar ensayos literarios acerca de las bondades filmadas ni tampoco, creo yo, había terreno para la crítica constructiva porque, sencillamente, no había cimientos para reconstruir. Creo que la última película que de alguna manera me dejó pleno fue Little Miss Sunshine, y la estrenaron hace casi diez meses ya.
Ayer vi Planet Terror. Recuerdo haber estado nervioso e intranquilo en la cola de la taquilla. Necesitaba llegar a tiempo. El tráiler que iban a emitir antes de la película era el de Machete, que no es otra cosa que un fake protagonizado por Danny Trejo de una película que no existe. Habla de un jornalero de oscuro pasado contratado para liquidar a un senador. Cuando es traicionado por quien le paga justo en el momento previo a la ejecución de su crimen, jura vengarse y a partir de ahí un maremoto kitsch cargado de mala uva que satiriza el cine malo de los 70-80, sirviendo de alfombra roja dorada de la maravilla a la que precede, porque, al fin y al cabo esa es la misma vocación de Planet Terror, su madre espiritual.
El génesis de la filmación de este nuevo producto made in Robert Rodríguez -tiene denominación de origen porque este hombre parece una empresa polivalente más que un azteca multiusos- fue la nostalgia compartida con su pinche compadre Quentin Tarantino por las sesiones golfas dobles de cine caspa la que les llevó a guisárselo y comérselo ellos mismos. Es lo que los artistas modestillos no dudan en calificar como el tipo de cine que me gustaría ver a mí. Algo que no he entendido nunca. Una paradoja a la altura de los ilustradores exóticos que son capaces de soliviantarse con sus propios productos... Bueno, al tema... Planet Terror cuenta con indudables y nada maquillados defectos que quieren ser las mayores de sus virtudes. En este homenaje a la serie Z no hay autoindulgencia ni refrito lastimoso y condescendiente. Hay talento de genio, producción brutalmente cuidada y después mangoneada y mal reciclada en la sala de montaje. La textura infame, los fallos de raccord, las bobinas mal calzadas y las aberraciones cromáticas son recursos dramáticos tan sustanciosos y efectivos como las lágrimas que en un momento dado inundan la cara de la infernalmente angelical Rose McGowan.
Ella, al alimón con el entrañable macarra Freddy Rodríguez, es precisamente quien protagoniza la escena de bar más memorable de la temporada, y de muchas, a la altura de los Clooney y López en Out of sight y de Slater y Arquette en Amor a quemarropa. Oro puro. Líneas que el director de Desperado ha pedido prestadas a Q, si es que no se han mimetizado hasta tal punto que se hace imposible discernir donde acaba el genio del uno y empieza el talento del otro. En serio, no voy de farol, no soy un freak tendencioso. Planet Terror es una de zombies que resulta ser una comedia fina de categoría y una historia romántica como las de antes, de príncipes azules y de princesas...melladas y amputadas.
Ah, se me olvidaba Bruce Willis. Es impagable su cameo. Hace de sí mismo pero esta vez bate su récord de farruquismo habitual. No amenaza a nadie con matarle de un golpe, pero confiesa que fue él quien mató a... Bin Laden.
Ayer vi Planet Terror. Recuerdo haber estado nervioso e intranquilo en la cola de la taquilla. Necesitaba llegar a tiempo. El tráiler que iban a emitir antes de la película era el de Machete, que no es otra cosa que un fake protagonizado por Danny Trejo de una película que no existe. Habla de un jornalero de oscuro pasado contratado para liquidar a un senador. Cuando es traicionado por quien le paga justo en el momento previo a la ejecución de su crimen, jura vengarse y a partir de ahí un maremoto kitsch cargado de mala uva que satiriza el cine malo de los 70-80, sirviendo de alfombra roja dorada de la maravilla a la que precede, porque, al fin y al cabo esa es la misma vocación de Planet Terror, su madre espiritual.
El génesis de la filmación de este nuevo producto made in Robert Rodríguez -tiene denominación de origen porque este hombre parece una empresa polivalente más que un azteca multiusos- fue la nostalgia compartida con su pinche compadre Quentin Tarantino por las sesiones golfas dobles de cine caspa la que les llevó a guisárselo y comérselo ellos mismos. Es lo que los artistas modestillos no dudan en calificar como el tipo de cine que me gustaría ver a mí. Algo que no he entendido nunca. Una paradoja a la altura de los ilustradores exóticos que son capaces de soliviantarse con sus propios productos... Bueno, al tema... Planet Terror cuenta con indudables y nada maquillados defectos que quieren ser las mayores de sus virtudes. En este homenaje a la serie Z no hay autoindulgencia ni refrito lastimoso y condescendiente. Hay talento de genio, producción brutalmente cuidada y después mangoneada y mal reciclada en la sala de montaje. La textura infame, los fallos de raccord, las bobinas mal calzadas y las aberraciones cromáticas son recursos dramáticos tan sustanciosos y efectivos como las lágrimas que en un momento dado inundan la cara de la infernalmente angelical Rose McGowan.
Ella, al alimón con el entrañable macarra Freddy Rodríguez, es precisamente quien protagoniza la escena de bar más memorable de la temporada, y de muchas, a la altura de los Clooney y López en Out of sight y de Slater y Arquette en Amor a quemarropa. Oro puro. Líneas que el director de Desperado ha pedido prestadas a Q, si es que no se han mimetizado hasta tal punto que se hace imposible discernir donde acaba el genio del uno y empieza el talento del otro. En serio, no voy de farol, no soy un freak tendencioso. Planet Terror es una de zombies que resulta ser una comedia fina de categoría y una historia romántica como las de antes, de príncipes azules y de princesas...melladas y amputadas.
Ah, se me olvidaba Bruce Willis. Es impagable su cameo. Hace de sí mismo pero esta vez bate su récord de farruquismo habitual. No amenaza a nadie con matarle de un golpe, pero confiesa que fue él quien mató a... Bin Laden.
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