Después de ver Iron Man, hay que rumiarla un poco como todas aquellas cosas que no causan un placer (ni un disconfort) inmediato. Esta nueva franquicia recién inaugurada no sigue la estela de los ligeros 4 Fantásticos, ni es tan miserable como Spiderman 3. Durante el visionado no sabes si lo que te cuentan tiene espíritu de perdurabilidad, lo dudas, pero de lo que en ningún momento cabe la sensación es de estar ante una pérdida de tiempo.
El Iron Man primigenio, el concebido por Stan Lee para la tira cómica, era uno que se situaba en el eje de la Guerra Fría para luchar, acuciado por su conciencia por el bien mayor. Tony Stark, un fabricante de armas a escala internacional, presa de un ataque de remordimientos después de ver la brutalidad que ha causado su aportación a la sociedad global, se intenta redimir poniendo la balanza de la violencia a favor de la vida, pero no por ello prescindiendo de la misma. Él se encarga de los malos. Toma partido y por ahí se le puede atrapar, por sus flecos fascistas, pero, al fin y al cabo, ¿no hace lo mismo que todos los superhéroes?
¿Superhéroes? Puede que no sea ortodoxo decir tanto. El 'hombre de acero' es el menos mutante (junto con Batman) de todo el universo cómic. Es tan sólo un humano equipado con una armadura de latón indestructible y un ideal de justicia. Por ello, la elección de un actor de tantas aristas como Robert Downey Jr. se antoja como el mayor acierto del director Jon Favreau. Su cinismo, chulería y pose de antisistema van que ni pintados con este mujeriego desescrupulado. Se antoja que el ex convicto Downey (drogadicto, alcohólico y conductor) es quizá, con Christian Bale (Batman Begins), el actor que mejor haya cubierto jamás los requerimientos de un personaje de cómic en su transición al celuloide.
Pero los aciertos no acaban ahí -ni siquiera en la apuesta una angelical (tanto que está irreconocible. Por una vez dan ganas de llevársela a casa sin miedo a que te la infecte de lágrimas y ñoñería) Gwyneth Paltrow, un muy correcto y eficaz Terrence Howard (Crash), y un malo malísimo (no desvelaré su identidad, pero sí diré que es uno de los grandes) que bordea la caricatura sin riesgo de atragantarse-, los atinos de un proyecto que en principio iba a protagonizar Tom Cruise (Ufff) no se limitan al cast, porque el ritmo que imprime Jon Favreau es impropio de un director ajeno, en principio, a este tipo de superproducciones. Nada a sus anchas y no le es reprochable el que haya preferido la pirotecnia a la hondura humana, porque que la hay.
La relación entre Stark y su secretaria es tan sugerente como creíble e hipnótica, alcanzando los niveles de Peter Parker y Mary Jane antes de que a Raimi se le fuera la cabeza, o el interés por sus criaturas. Esperemos que esta sea la piedra angular de una saga duradera y sólida que nunca empiece a tomarse en broma a sí misma. Definitivamente sí, puedes ver Iron Man, te puede gustar y no has de sentirte culpable por ello.
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