8 ago 2006

Poseidón (Wolfgang Petersen, 2006)


Parece que el rubicundo Wolfgang Petersen, en apariencia obsesionado con el agua salada, se dejó hace dos temporadas en la cartonlítica Troya las últimas gotas de su talento teutón. Sólo así se explica que un realizador capaz de conseguir para la Warner algunos de sus últimos y más interesantes blockbusters (La tormenta perfecta, Estallido, En la línea de fuego) haya perpetrado un desatino impropio de él, la innecesaria puesta al día de un clásico del cine de entretenimiento como La aventura del Poseidón (Ronald Neame, 1972).

La premisa de la nueva Poseidon es similar a la de su predecesora: Nochevieja en alta mar, los americanos celebran el fin de año con su aséptica cuenta atrás en vez de la más nutritiva y castiza, aunque arriesgada, ingesta de uvas y, de repente, la ola perfecta pone boca abajo al trasatlántico aniquilando a casi todo el pasaje.

A partir de ahí se desencadena una lucha por la supervivencia de la decena restante para llegar a la superficie, pero que sabe a pastiche, pues en nada se diferencia de cualquier otra cinta en la que los héroes protagonistas se deslizan por intrincado pasadizo, alcantarilla o tubería escapando de rata gigante, alien o estrafalario mutante.

Aquí el enemigo es inanimado: el inconcreto y maleable líquido elemento, que con su temible presión amenaza con aplastar a nuestros intrépidos y pijos nuevos amigos, quienes con sus casuales y oportunos conocimientos como bomberos y escapistas pretenden encontrar su chute de oxígeno cual chorrito de ballena que suspira por ascender hasta la atmósfera sin encontrar trabas a su paso.

A la cabeza de todos ellos se encuentra el apolíneo Josh Lucas (Stealth, Hulk, American Psycho) un bribonzuelo, de apariencia pícara y mordaz, entradas rubias razonablemente atractivas y sonrisa de vendedor de enciclopedias, que con su talante emprendedor y carisma personal es capaz de embaucar a la Comunidad del Desagüe para que sigan sus poco cualificados, pero certeros, pasos.

Un ex alcalde (Kurt Russell), un hombre de negocios azorado por un desengaño sentimental (Richard Dreyfuss) y una claustrofóbica inmigrante de buen corazón (Mia Maestro), son algunas de las otras estrellas de segunda fila (sí, ya sé que Russell y Dreyfuss no son segunda fila, pero han vivido tiempos mejores), que ha comandado Petersen para contar una historia plana como la suela de un zapato plano, en la que un par de esbozos de relatos románticos intentan ganarse la simpatía de la audiencia, aunque no lo suficiente como para que nos importe que se ahoguen todos en un momento dado.

Sin recurrir a las demagógicas El coloso en llamas, Terremoto o Titanic -no hace falta-, me quedo con Armaggedon, con El núcleo y hasta, perdón, con Independence Day, filmes con sentido del humor y que, maldita sea, duran las tres horas de rigor que toda película catastrófica que se precie tiene que durar. Tiempo para reír, llorar e incluso dormir fresquito, que es verano y en la calle hace calor.

No todo va a ser negativo y es que, mis muchachos, a falta de un buen libro hay que ir mucho al cine. Los fans de Black Eyed Pies disfrutarán de un par de bonitas y preapocalípticas romanzas entonadas por Stacy Ferguson y para todos los demás, atentos a Kevin Dillon, quien calca el glorioso papel de Johnny Drama que interpreta en Entourage (El séquito), la mejor serie desde Alias a la que, a partir de hoy, todos los que tengáis televisión digital debéis engancharos. Es mi consejo de hoy.

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