8 abr 2007

TV: El séquito


La comedia televisiva tradicional de risas enlatadas en la que el objetivo a conseguir es la mayor cantidad de carcajadas por minuto ha tenido varios exponentes meritorios a lo largo de los 80 y los 90. A todos nos vienen a la cabeza iconos como La hora de Bill Cosby, Friends o Frasier. Hay otra rama de la comedia, la no tan explícita, donde las incursiones han sido menos abundantes. Decía Paul Auster en una entrevista motivada por la publicación de Brooklyn follies (2006), que catalogaba a su libro de comedia porque los protagonistas acababan mejor de lo que empezaban. Ese tipo de etiqueta es la que se le puede colgar a El séquito.

Vince (Adrian Grenier, El diablo viste de Prada) es una rutilante estrella hollywoodiense criada en el neoyorquino y populoso barrio de Queens. Desde el primer spot publicitario que protagonizó, las ofertas no han parado de lloverle y la proyección ascendente no le afecta sólo a él, sino a toda su corte, compuesta por sus dos mejores amigos de la infancia, Eric (Kevin Connolly, Infelices para siempre) y "Tortuga" (Jerry Ferrara, Brooklyn rules), y su medio hermano Johnny Drama (Kevin Dillon, Platoon).

Cada uno, dentro de esta pandilla de veinteañeros, ocupa un rol muy definido. Vince es la estrella de cuya aura parasitan ligues todos sus amigos y quien se rasca el bolsillo cuando hay que invertir en comodidad común. No obstante, nunca reprocha este hecho porque es consciente de que si cualquiera de los demás hubiera tenido su suerte y su rostro, haría lo mismo por él. Eric da los primeros pasos en el mundo de la representación de actores y es el filtro amateur de todos los guiones que le llegan a Vince. De la misma manera que observamos con el devenir de los capítulos el crecimiento como actor de Vince en la jungla del show business, apreciamos una evolución en la picaresca de este aprendiz de tiburón. El suyo en El séquito no es un simple papel de escudero, sino que, por riqueza de construcción y complejidad emocional, encabeza los títulos de crédito. Completan la ecuación Ferrara, entretenedor y chófer del grupo, y Dillon, actor en horas bajas que debe luchar micropapeles en cutreaudiciones viéndose adelantado por la izquierda profesionalmente por su más carismático hermano aunque sin quejarse nunca de su mala suerte.

La idea de partida de esta serie es la vida del actor Mark Wahlberg (The italian job, 2003), alias Marky Mark, que rapeando, publicitando a la marca Calvin Klein y posteriormente apadrinado en la meca del cine por gente como Paul Thomas Anderson o George Clooney, se hizo con uno de los puestos privilegiados de la industria sobrepasando con mucho a su hermano Donnie, ex miembro del grupo musical teenager New Kids on the Block. De este modo Wahlberg, que corre a cargo de la producción ejecutiva de la serie, aparece en el episodio piloto citando a Drama para un partido de golf integrando así actores reales con ficticios, principal idiosincrasia de El séquito. Porque si en algo es fresca esta obra es debido al hecho de que el motor que la propulsa es la realidad. Una realidad paralela, sí, donde se realizan películas descartadas en la realidad como Aquaman, pero siempre con los pies de lo verosímil en el suelo.

Para conseguir este meritorio juego de guiños cinéfilos, se introduce en la acción a directores como Paul Haggis o James Cameron, que se autocaricaturizan sin interpretar otro papel que el de themshelves. Este hecho sumado a apariciones como las de Scarlett Johansson, Jessica Alba, Seth Green o Mandy Moore, aportan un vigor a las tramas que ha hecho rendirse a la crítica norteamericana (Emmy para Jeremy Piven al mejor actor secundario de comedia en 2006 y otras 7 nominaciones entre este año y el pasado) y a la extranjera (triple nominación en los tres últimos años para Piven y a la mejor serie de comedia en los Globos de Oro).

Y hay que hablar de Piven (Very bad things, 1998), que interpreta al trepa representante que diseña con tiralíneas y sin escrúpulos la carrera de Vince, probablemente el más carismático, por sus excesos, personaje de El séquito. Si Eric es el prototipo de consigliere fiel, Ari Gold (su personaje en la ficción) no duda en remover cielo y tierra, con menoscabo de su propia vida privada, para conseguir ventajosos contratos con las majors para su cliente estrella, el que le puso en la órbita del negocio.

Estas son las pinceladas marca de la casa de una serie pequeña (programada por la HBO para los meses de verano con una audiencia de unos 2,5 millones de espectadores) y amable donde, como decía el televisivo "Hannibal" Smith "los planes siempre salen bien". Una oda a la amistad y al buenrollismo que endulza, para variar, la parrilla televisiva.

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