3 jul 2008

How to rob a bank (Andrew Jenkins, 2007)


Tenemos a un chico desamparado con una cara que proyecta una mezcla compensada entre picardía y perplejidad. Escena 1: Reza un manifiesto de denuncia contra las corporaciones bancarias que se aprovechan del insignificante ahorrador. Esta (piensa uno) va de devolver el equilibrio a las cosas, de Robin Hood en internéticos tiempos. El sujeto: Nick Stahl. Le recordarán de filmes como En la habitación, cruel víctima entonces. Y de Terminator 3, joven y esmirriado John Connor. Aquí le venden como galán desaliñado.

Su partenaire, una más de las neumáticas veinteañeras hollywoodienses de segunda fila, Erika Christensen, cuyo mérito más destacado es el de parecerse físicamente, mucho, a Julia Stiles. Escena 2: Ambos están presos en la cámara acorazada de un banco. De puertas afuera hay un grupo de atracadores comandados por un yuppie de postín; melena engomminada y avinagrado carácter. Sanguinario el tipo, se carga a rehenes sin piedad, al estilo Killing Zoe. Más de puertas afuera, una manada de policías, personalizados en un agente de malas pulgas, como si alguien se hubiera comido el último donut.

Tres escenarios comunicados por teléfono móvil. Hay que urdir un trato que satisfaga al triángulo: los de la cámara quieren salir (ilesos), los cacos quieren entrar (matando), el poli se resigna a que haya los menores daños colaterales posibles (echa de menos su donut). Cuatro actores con líneas decentes (en volumen no en enjundia) y un par de extras de relleno conforman una trama de duros basada en un guión confuso que se vale de un montaje sincopado para dar a luz a una de esas películas que hacen reflexionar sobre en qué estarían pensando los productores cuando decidieron rascarse los bolsillos para alumbrar algo como esto. Ojalá su dinero estuviera en las cajas y se lo llevaran los ladrones.

No hay comentarios: