
¿Quién no se ha sentido distinto alguna vez? Fuera del sistema, marginado, solo. Los niños chicos suelen decir a sus padres antes de perder todos los dientes de leche: "Nadie me entiende". No es una experiencia personal. Es una pandemia, que me he documentado. El ser humano está diseñado para pensar que su ombligo es el anatómicamente más perfecto de cuantos existen. Y cuando los demás seres humanos no se dan cuenta de ese hecho, claro, patalea. Y ahí aparece la incomprensión.
De esto sabía mucho Stan Lee, que en 1963 se dijo: "¿Y si sublimo ese sentimiento de desolación y lo plasmo en un grupo de frikis incomprendidos?". Pero, para que la cosa funcionara, no valía con diseñarles raretes (se cura con una novia), llorones (se cura con un helado) o metepatas (se cura con cerrar el pico). Tenía que dotarles de taras permanentes. Y les dio superpoderes. Y como tener superpoderes les podía hacer cool, les dio superpoderes que no servían de demasiado. Y como le parecía poco castigo, les colocó en una sociedad intransigente, como la nuestra. Así nació La patrulla X, o 'Los hombres de Xavier', como titularía Antena 3 en una quimérica adaptación televisiva.
Sería una pérdida de mi tiempo, y del suyo, que me dedicara a enumerar la cantidad de personajes que desde hace 45 años han pasado por la escuela del Profesor Charles Xavier. Así que cliquen aquí para más datos. Sí me pararé en tres de los más icónicos y longevos de la familia: Cíclope (el líder responsable, el Jack Shephard del grupo); Jean Grey, la mentalista físicamente prepotente, una suerte de Kate Austen y Lobezno, este equivaldría a Sawyer. Los seguidores de Perdidos sabrán que J.J. Abrams no estaba descubriendo gran cosa sobre el diseño de personajes en su parabólica isla mágica.
De cualquier manera, lo realmente importante es saber que para los jóvenes talentos incomprendidos, el mecenas quería un futuro mejor partiendo de la integración y no de la confrontación. X Men resulta ser a lo largo de todo el desarrollo de la tira cómica una apología del diálogo y del mestizaje. Aunque muchas veces tengan que acabar a mamporros. En el otro lado de la balanza hay un grupo de supervillanos comandados por Magneto. Ellos quieren una revolución que les permita someter a la mayoría. Eso ha ocurrido varias veces a lo largo de la historia. Las minorías tienen derecho a rebelarse, tienen cierta legitimidad en sus actuaciones, pero no es lo más correcto. No en opinión de Lee.
Hasta aquí la charleta antropológico-moralista, que hemos venido a hablar de las pelis. Lo que tenemos entre manos, X-Men, es una trilogía. Una trilogía madura, bien narrada y seria; con alguna pega en cuanto a planificación, eso sí. Es más un aquí te pillo, aquí te mato y un afán por galerizar a la máxima cantidad de superhéroes posible en el menor tiempo posible. No busquen sota, caballo y rey. Esto no es Star Wars. No es un Jiménez saca de banda, que se la pasa a Ricky, que se la sirve a Gasol para que machaque. El esquema no es consecutivo sino descriptivo, pero es que está muy bien descrito: Los raros están solos, los raros se unen, los raros pueden hacer frente a las adversidades. Más adelante, los raros son tentados, los raros flirtean con el mal, los raros son reconducidos.
Así podríamos estar largo rato. Quizá otro gallo hubiera cantado si Bryan Singer (Sospechosos habituales, Superman returns), no se hubiera bajado del barco en La decisión final pero, a la altura de la tercera entrega, ya estaba cansado". Se la cedió a Brett Ratner (curioso, el primero es uno de los creadores de House y el segundo de Prison break. El talento emigra a la tele, no hay quien lo pare), que si bien bajó un poco el listón, abrochó dignamente el conjunto. Un conjunto que de momento parece congelado. En la actualidad se prefiere concentrar esfuerzos en dotar de enjundia al personaje más carismático y problemático de la tropa, Lobezno, proyecto que se ha nutrido del tirón comercial de Hugh Jackman, quien le ha encarnado las tres veces. Puede ser, sin duda una interesante historia ese spin off, quizá tan frenética e introspectiva como sus tres madres, pero de lo que no hay duda es que Lobi, raro entre los raros, se sentirá más solo que con un ejército de inadaptados a su lado.
De esto sabía mucho Stan Lee, que en 1963 se dijo: "¿Y si sublimo ese sentimiento de desolación y lo plasmo en un grupo de frikis incomprendidos?". Pero, para que la cosa funcionara, no valía con diseñarles raretes (se cura con una novia), llorones (se cura con un helado) o metepatas (se cura con cerrar el pico). Tenía que dotarles de taras permanentes. Y les dio superpoderes. Y como tener superpoderes les podía hacer cool, les dio superpoderes que no servían de demasiado. Y como le parecía poco castigo, les colocó en una sociedad intransigente, como la nuestra. Así nació La patrulla X, o 'Los hombres de Xavier', como titularía Antena 3 en una quimérica adaptación televisiva.
Sería una pérdida de mi tiempo, y del suyo, que me dedicara a enumerar la cantidad de personajes que desde hace 45 años han pasado por la escuela del Profesor Charles Xavier. Así que cliquen aquí para más datos. Sí me pararé en tres de los más icónicos y longevos de la familia: Cíclope (el líder responsable, el Jack Shephard del grupo); Jean Grey, la mentalista físicamente prepotente, una suerte de Kate Austen y Lobezno, este equivaldría a Sawyer. Los seguidores de Perdidos sabrán que J.J. Abrams no estaba descubriendo gran cosa sobre el diseño de personajes en su parabólica isla mágica.
De cualquier manera, lo realmente importante es saber que para los jóvenes talentos incomprendidos, el mecenas quería un futuro mejor partiendo de la integración y no de la confrontación. X Men resulta ser a lo largo de todo el desarrollo de la tira cómica una apología del diálogo y del mestizaje. Aunque muchas veces tengan que acabar a mamporros. En el otro lado de la balanza hay un grupo de supervillanos comandados por Magneto. Ellos quieren una revolución que les permita someter a la mayoría. Eso ha ocurrido varias veces a lo largo de la historia. Las minorías tienen derecho a rebelarse, tienen cierta legitimidad en sus actuaciones, pero no es lo más correcto. No en opinión de Lee.
Hasta aquí la charleta antropológico-moralista, que hemos venido a hablar de las pelis. Lo que tenemos entre manos, X-Men, es una trilogía. Una trilogía madura, bien narrada y seria; con alguna pega en cuanto a planificación, eso sí. Es más un aquí te pillo, aquí te mato y un afán por galerizar a la máxima cantidad de superhéroes posible en el menor tiempo posible. No busquen sota, caballo y rey. Esto no es Star Wars. No es un Jiménez saca de banda, que se la pasa a Ricky, que se la sirve a Gasol para que machaque. El esquema no es consecutivo sino descriptivo, pero es que está muy bien descrito: Los raros están solos, los raros se unen, los raros pueden hacer frente a las adversidades. Más adelante, los raros son tentados, los raros flirtean con el mal, los raros son reconducidos.
Así podríamos estar largo rato. Quizá otro gallo hubiera cantado si Bryan Singer (Sospechosos habituales, Superman returns), no se hubiera bajado del barco en La decisión final pero, a la altura de la tercera entrega, ya estaba cansado". Se la cedió a Brett Ratner (curioso, el primero es uno de los creadores de House y el segundo de Prison break. El talento emigra a la tele, no hay quien lo pare), que si bien bajó un poco el listón, abrochó dignamente el conjunto. Un conjunto que de momento parece congelado. En la actualidad se prefiere concentrar esfuerzos en dotar de enjundia al personaje más carismático y problemático de la tropa, Lobezno, proyecto que se ha nutrido del tirón comercial de Hugh Jackman, quien le ha encarnado las tres veces. Puede ser, sin duda una interesante historia ese spin off, quizá tan frenética e introspectiva como sus tres madres, pero de lo que no hay duda es que Lobi, raro entre los raros, se sentirá más solo que con un ejército de inadaptados a su lado.
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