10 ago 2008

LOS SUPERHÉROES: Capítulo IV: Hulk (Del intento de autoría a la democratización)


Hay quien achacaba al Hulk de Ang Lee el hecho de que el Dr. Bruce Banner se convirtiera en un bicharraco verde de descomunales proporciones (y se hiciera siete veces más fuerte que tú y veloz...) destrozando la camiseta, pero no los pantalones. Yo no. Al fin y al cabo parte de un cómic, y, si admitimos que es capaz de levantar el peso de una cordillera entera sobre sus hombros, como dicen los mentideros, lo de los shorts no me parece una cosa descabellada. De lo que sí culpo al director es de perpetrar una película más tostona que un día sin pan.

Entiendo, no obstante, que había que intentar dignificar el género, e introducir a directores prestigiosos en el mundillo para conseguir que la gente se acercara sin prejuicios era el primer paso. No resultó extraña la elección del realizador Ang Lee, pues ya se había encargado de una de las cintas de saltos más reconocidas de todos los tiempos, y lo cierto es que, a falta del don de volar, el mutante verde se desplazaba de bote en bote de lugar a lugar. Pero aburrida le salió Tigre y dragón, por mucho que a mucha gente le gustara, y aburrida fue su incursión en el planeta Marvel.

El tal doctor, interpretado por Eric Bana, era blanco accidental de una radiación mastodóntica de rayos gamma y a partir de ahí se convertía en una suerte de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, tanto más Mr. Hyde cuanto más se irritaba. El hecho de enmarcar su historia y sus películas en esta sección no atiende a que Hulk combata el mal o vele por los desfavorecidos (pues su integración en Los Defensores o en Los Vengadores no ha sido tratada en el cine todavía), sino a que nació de la pluma del gurú Stan Lee y a que ha sido el protagonista de diversas tiras cómicas desde 1962.

En la gran pantalla siempre se ha dedicado a renegar de su mutación y a eludir al ejército que quería utilizar su potencial como arma de destrucción masiva. El huir hacia adelante sin pausa (al modo coñazo de Adrien Brody en El pianista) le da tiempo para sentirse desdichado, para maldecir su maldita mala suerte. Así que muy pobrecito y muy corredor, así definiría yo al Hulk de Lee (de Ang, no de Stan... menudo lío).

Sus personajes son pequeñas joyas bien definidas, el viñeteado de algunas escenas es acertado por el guiño que supone, y el reparto es más que estupendo. Además, la relación entre el protagonista y su Lois Lane particular (Betty Ross se llama la científica de sus amores) es de las más interesantes del género por la tensión sexual torpe que les une, pero el global destila una notable falta de ritmo. Se para en flashbacks estatistas y el frenesí no termina de aparecer nunca.

Hay quien considera que, para la época, los efectos especiales eran soprendentes, pero yo no subo a ese carro. No me gusta la consistencia gomosa del engendro. El intento del oriental fue encomiable, pero su gran presupuesto, si bien se vio bastante recuperado, no llegó a ser del todo refrendado en las taquillas yanquis. Por ello, los de Universal abandonaron la franquicia y no volvieron a mirar atrás... hasta hace bien poco.

Ahora, todavía se puede ver en cartel la segunda parte del hombre mole. Con todo el equipo creativo sin ganas de repetir experiencia, se reclutó a nuevos actores, guionista y director. El papel de Bana fue a caer en manos del superdotado Edward Norton; Jennifer Connelly (a quien todo el mundo debería contratar en todas las películas SIEMPRE) dio el relevo a Liv Tyler; el tándem tricéfalo de escritores formado por Schamus, Turman y France en Hulk fue sustituido por el asiduo al género Zak Penn (X Men II y III, Elektra y Los Cuatro Fantásticos) y el sillón del auteur Ang Lee lo ocupó Louis Leterrier, artífice de adrenalínicos éxitos del cine francés reciente y todo un especialista en persecuciones endiabladas y trasfondos (de eso se aseguraron cuando le contrataron) epidérmicos.

A pesar de que todo el cast había cambiado y de que nadie parecía contento con el resultado del original, los productores decidieron situar el punto de partida de esta segunda entrega en el momento en que quedaba suspendida la primera. Como si nunca hubiera existido, pero sin enterrarla del todo. El haber explicado de nuevo los orígenes del protagonista hubiera sido anticomercial, e insisto, querían hacer mucho dinero con esta parte. Al fin y al cabo, se producen con más ansia las películas de superhéroes que las de Hal Hartley.

El increíble Hulk, que no se llamó Hulk 2 para no ser relacionada con su nodriza, es tan veloz como vacía, pero entretenida y muy bien interpretada. Siempre me gasto más contento el jornal cuando puedo ver en formato celuloide a Norton, quien debe ser tan buen actor como sátiro entre bambalinas. Gestador de parte del guión, no quedó contento con el resultado final y se borró de la promoción. Parece que, sea como sea, con las películas del monstruo verde nunca llueve al gusto de todos.

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