10 ago 2008

LOS SUPERHÉROES: Capítulo V: Hellboy, Blade & El protegido (Los no tan héroes)


No para ser un bienhechor con marca registrada hay que vestir ridículos tutús y capitas. Hay quienes se resisten a guiarse por los designios de los estilistas del mundo del cómic y sobreviven, y combaten el mal, dentro de unos parámetros en los que no existen las mallas de lycra. Hablo de los supermachotes. Los más farrucos del universo heroico fuman, beben y se drogan.

Hellboy, el diablo rojo gestado en tiempos de Hitler, es malhablado, tosco y sujeta con sus labios un puro a medio fumar que no le incapacita para nada a la hora de repartir balazos o patadas voladoras. Los tiempos de Superman pasaron, y se puso un ojo en los años 40 y 50, cuando no había nada más duro que inundar la pantalla blanca y negra con humo y whisky al resolver un crimen; tiempos en los que le decías a la querida: "Francamente, me importas un bledo" a modo de piropo.

Hoy tocaba hablar de Blade y de Hellboy, pero es imposible referirse a ellos sin retrotraerse al cine negro de chistes rápidos y mujeres tan malas que parecían fatales. Si Bogart, Mitchum, Gable, Brando o Cooper buscaran trabajo hoy, les ficharía Marvel. Pero, a falta de una güija que les reviva, echemos un vistazo a las reencarnaciones de esos tipos de mandíbula prominente y barba dura como una escarpia. Sus métodos, enfatizo, son poco refinados; prefieren disparar y luego preguntar y no les duelen prendas si tienen que causar daños colaterales a la hora de prosperar en sus pesquisas. Se les puede llamar los maquiavélicos, quizá. Yo he preferido la nomenclatura de Los no tan héroes. Acompáñenme:

Blade
Cuando la carrera de Wesley Snipes estaba a punto de convertirse en las mismas cenizas que surgen cuando un vampiro recibe la luz del sol, Stephen Norrington le redimió con el personaje de Blade, un daywalker (caminante diurno) mitad humano, mitad vampiro. La principal idiosincrasia del personaje creado por Marv Wolfman y Gene Colan deriva, muy a su pesar, de una ascendencia lejana que parte del Conde Drácula. El hecho de que un chupasangre mordiera a su madre en pleno proceso de gestación le convierte en un híbrido inadaptado en cualquiera de los dos mundos. Pero toma partido por los débiles, la raza inferior, nosotros.

El superhéroe Blade lo es desde que saliera a la venta la colección La tumba de Drácula en la década de los 70, pero cuando parecía olvidado en el fondo de un armario, a alguien le pareció buena idea repescarlo dándole aires de icono pop. New Order coronó su exitosa banda sonora con Confusion un himno superventas a la altura del Born Slippy (Underwolrd) de Trainspotting. No era extraño que le preguntaras a un amigo: "¿Has visto Blade?" y él te contestara "No, tío, pero la banda sonora es genial, cuando quieras te la grabo. (Parecía que en tiempos del casete, la piratería lo era menos)".

Dos partes más conoció la historia de este ultrasanguinario mutante. La primera secuela, dirigida por el hispanófilo Guillermo del Toro, enfrentaba al hercúleo y cabreadizo dios nubio con una nueva raza decidida a aniquilar tanto a humanos como a vampiros en pos de la exterminación global, afición harto extendida dentro del mundo de los villanos. La tercera parte, con los apuestos Ryan Reynolds y Jessica Biel sumando en el bando de los buenos, pareció un desfile de modelos, prescindible frivolidad firmada por David S. Goyer.

En definitiva Blade es un paso más en el proceso evolutivo de la raza superheroica en el que segar vidas no es un tabú. Los rayos láser oculares de Superman producían un simple rubor cutáneo, lo que, en los tiempos posteriores a Irak I, se convirtió en algo ingenuo. Este Blade tienen más que ver con Stallone, Schwarzenegger o Van Damme, otra forma distinta y (¿también válida?) de restaurar el orden.

Hellboy
El héroe encarnado por el feísimo Ron Perlman (el más feo de Hollywood seguramente. Si esta película se hubiera rodado unas décadas antes el papel habría sido para James Cagney o Edward G. Robinson) es mi debilidad. Este monstruo, fruto de la magia negra nazi en los tiempos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, le salió rana a los malos. Criado por buenas gentes, tomó el camino correcto y ahora ejerce de agente de defensa e investigación paranormal. Su piel roja magenta, espectaculares cuernos (que se sierra para no dañar a sus allegados) y un granítico brazo que parece un martillo percutor le convierten en un ser rudo y físicamente inacoplable con su amada (y con toda razon amada) compañera de escuadrón, Selma Blair. Ese equilibrio imposible hace del superhéroe alguien cínico y burlón, pero en el fondo derrotado por las circunstancias, que tiñe de melancolía la atmósfera del conjunto. Un universo que es la gran ilusión de Del Toro, quien en una ocasión llegó a afirmar que había rodado Blade II y Hellboy para poder conseguir dinero con que financiar Hellboy II, su prometida obra maestra. Llegará a nuestras pantallas el día 29 de este mes. Atentos todos.

El protegido
No se chuta anticuerpos como Blade ni hacer saltar esquirlas de las paredes con sus puñetazos furiosos como Hellboy. Su poder es el de la normalidad, el valor del hombre corriente, más cercano al antihéroe que a otra cosa, pero con plaza de garaje fija en este epígrafe por su superdotación física. "No le miran raro porque esté vivo, le miran raro porque es el único entre 200 que ha sobrevivido al descarrilamiento del tren... y no tiene ni un solo rasguño". Puede que la inclusión de este guardia de seguridad, que en sus ratos libres se calza un chubasquero para combatir a los malos, extrañe a alguien, pero es de toda justicia incluir a este personaje ideado por Shyamalan aunque sólo sea porque es encarnado por el mismo actor (Bruce Willis) que daba vida a John McLane, aquella bestia parda ochentera de La Jungla de Cristal.

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