Los 'protas' de 'Camino': Carmen Elías, Manuela Velles, Nerea Camacho y Mariano Venancio.
La estructura culebronácea del director de 'El milagro de P. Tinto' y 'La gran aventura de Mortadelo y Filemón' tiene un desarrollo modélico y es, ante todo, una película muy inteligente que salpica mala leche sin demasiada obviedad. Fesser lo desmiente: "He mostrado argumentos de todas las posturas, ya que mi opinión al respecto no interesa a nadie ni me interesa a mí mismo como autor". En 'Camino', insiste, "no hay crítica ni burla", pero lo cierto es que, durante la proyección, muchas de las réplicas de la gente adscrita al Opus fueron jaleadas con carcajadas nerviosas. Tiene Fesser "la absoluta convicción de que nada de lo mostrado va a disgustar al Opus Dei, y si así fuera no sería por culpa de esta película". Esa es su coartada. Otra cosa es que los espectadores opinen lo mismo.
La extrema crudeza de las imágenes que narran el proceso de la enfermedad creciente (no escatimando en planos de intervenciones quirúrgicas) se acentúa al descubrir, poco a poco, al optimista personaje creado por Nerea Camacho. Los lazos de unión entre la actriz y los espectadores no hacen sino causar una mayor sensación de desasosiego que no abandona hasta horas después del final de la proyección. Eso si no se va uno del cine antes. El martes se contabilizaron 74 deserciones entre las 500 personas que acudieron al primer pase de 'Tiro en la cabeza', una desbandada del 14,8%. En 'Camino', 53 de 374, un 14,2%. También exagerado. Y no porque el que maneje Fesser sea un código complicado o levante ampollas ideológicas. Dudo que todo el mundo que no se quedara hasta el final ayer fuera partidario de la institución; es sólo que el dolor cebándose en una niña ordenada, obediente y muy rubita escuece más que los decesos que provoca el bandarra Stallone.
El calvario por el que atraviesa a lo largo de su enfermedad Camino —nombre de ficción que atribuye el director a su protagonista basándose en un libro del fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer—, no acaba en sus dolencias físicas. Fesser mete más el dedo en la llaga de esta 'santa Job', en proceso de beatificación en la vida real, al cargarla además con un desamor 'shakespeariano'. Encaprichada del pastelero del barrio, espera una carta suya que nunca termina de venir, lo que le lleva a cuestionarse por qué Dios desoye todas sus plegarias. Dos horas y veinte plenas de sufrimiento con interpretaciones sólidas alejadas de la caricatura (lo más difícil), para acabar abriendo infinidad de interrogantes que tienen que ver con la utilidad del dolor "como algo redentor, como algo que te hace sentir privilegiado", según la propia definición de Fesser.
Más relajada ha sido la canadiense 'Mamá está en la peluquería', que bien podría haberse llamado 'Un verano de mierda', de la directora Léa Pool ('El último suspiro'). El primer día de las vacaciones de 1966, una familia aparentemente feliz queda fraccionada por una infidelidad homosexual del marido. La madre a la que hace referencia el título hace un poco de ruido para acto seguido abandonar la casa en busca de un puesto de periodista en Londres. Océano de por medio y uno no se explica cómo le puede costar tan poco la decisión de dejar a los vástagos atrás. Abre frentes Pool y no cierra apenas ninguno, pero lo que en Winterbottom es dolor irresoluble comprensible, aquí deja la sensación de ser una serie ilimitada de carpichos de guión. O de pinceladas sin tino. Los comportamientos de todos los miembros de la familia son tan viscerales como injustificados; todas las decisiones se toman sobre la marcha y aquí nadie recula. No se puede decir que hablemos de una mala película, aunque sí de una contada en otras ocasiones. El despertar sexual, los inadaptados y los abandonados, todos tienen su hueco en esta cinta que alberga segmentos tiernos y otros divertidos, pero que, analizada con la perspectiva que da un café postrero, sólo sugiere un sabor neutro. ¡Fallida!, que no me salía la palabra.
1 comentario:
He visto Camino, y aparte de otras consideraciones estrictamente cinematográficas, he considerado otro asunto: Fesser manipula y cambia de sentido completamente en esta película la vida de Alexia Gonzalez Barros, una chica que está en proceso de canonización. Es como hacer de Ana Frank una heroína del nazismo.
No es una simple "inspiración", porque la película sigue punto por punto los hitos fundamentales de la vida de Alexia.
Por eso me parece objetivo señalar que Fesser se ha aprovechado de la tragedia familiar de los González Barros y ha maltratado la figura de la madre de Alexia, una madre ya fallecida, buena y comprensiva, que perdió a tres hijos, mostrándola como una fanática.
Además ha cambiado el sentido de la vida del padre -pintándolo como un incrédulo, cuando no lo era- y de la hermana (una mujer con dos carreras universitarias a la que presenta como una tontorrona) sin consultarles nada a los hermanos de Alexia hasta que la película ha estado acabada.
Dan mucha luz sobre este affaire las dos cartas abiertas que le han enviado a Fesser los hermanos de Alexia en http://www.alexiagb.org
Me parece interesante señalar esto, porque una película no es solo un resultado cinematográfico; también es un empeño humano que puede hacerse dentro o fuera de los límites de la ética.
Y Fesser se ha situado fuera.
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