El director de cine estadounidense Jonathan Demme.
Lástima, supongo, para los que disfrutaran de la desprejuiciada locura que emanaba 'Algo salvaje', del comprometido y necesario ensayo sobre el SIDA que fue 'Philadelphia' y de la maestría que desbordaba por todos sus poros uno de los thrillers maestros de finales del pasado siglo, el que enfrentó a Hannibal Lecter con la única y verdadera Clarice Sterling (Julianne Moore es majica pero no es lo mismo que la Foster). "Me comí su hígado acompañado de un gran plato de habas tiernas y un buen chianti ... Smhmssss" ¡Maestro!
Pero los tiempos cambian y la revolución de los DVD ha mutado al público potencial de las salas. "Los equipos de cine estupendos que todos tenemos en casa", lo contaba el otro día su compañera de jurado, la española Leonor Watling, han conseguido que los estratos sociales económicamente desahogados no se acerquen demasiado a las salas. Los adolescentes hormonados mandan y hasta ahí Demme no se baja los pantalones. El de Long Island está ahora más pendiente de rodar los conciertos de su amigo Neil Young que de hacer la corte a nuevas superestrellas. Le han preguntado hoy si querría trabajar con Anne Hathaway ('Princesa por sorpresa', 'El diablo viste de Prada') de nuevo y él ha respondido: "Es una gran actriz joven. Tenía confianza en ella. Mi última película va a ser un punto de inflexión para ella". Si eso no es un no, que venga Dios y lo vea.
Precisamente, esa última película suya, 'Rachel getting married', presentada hoy en la sección paralela Zabaltegui, no es cine comercial norteamericano al uso, sino un intento de revolucionar las formas dentro del cine de estudio (Sony). Bebiendo del cine Dogma y de colegas de su quinta como Joel Schumacher (no por género pero sí por el estilo formal de 'Tigerland') o Wim Wenders (por su cámara al hombro), es un soplo de aire fresco entre tanto sufrimiento denso y descarnado de la Sección Oficial. Tiene sus dosis de lágrimas, si ustedes son de esos de sensibilidad pronunciada, pero parece que el guión haya sido lo que haya querido potenciar en esta película Demme, que indaga nuevos campos.
Así que 'rara avis', chico descarriado, cansado de los influjos de la industria que le coronó y que ahora le mira como un bicho por esa cosa suya de no rodar rollos tipo 'Armaggedon 2' y ahondar, en su lugar, en la música, su gran pasión. "Todos los cantantes son actores por naturaleza porque crean un personaje al interpretar cada canción", ha dicho quien en 2006 dirigiera 'Neil Young: Heart of gold' y tiene en posproducción 'Neil Young Trunk Show'.
Matrimonio dorado el que viven el 'folkie' y el realizador, como dorada le parece a Demme la unión cine-música que conforman para él "un excelente maridaje". Habrá sido por la mala hora a la que se ha programado la rueda de prensa, entre el pase de 'La clase' (última Palma de Oro en Cannes) y 'El nido vacío' (primera de las películas a concurso de la jornada de mañana); o porque los periodistas le ven como alguien de la familia después de siete días presidiendo el jurado; o porque pasa del cine o porque el cine pasa de él (tanto como él del cine); o porque ahora las niñas prefieren a El Duque que ver su último documental... El caso es que la primera y última rueda de prensa en este Festival de quien fue todo en el Hollywood de los 90, estaba sólo a la cuarta parte de su capacidad. Bendito él, que le da lo mismo.
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