Los italianos reinaron en Cannes 2008. Arrancaron a los galos de las manos la Palma de Oro y, por si fuera poco, se llevaron el Gran Premio del Jurado en un ejercicio de trileros. Nadie esperaba que un cine de capa caída los últimos lustros emergiera con tanto vigor en el año que se esfuma. 'Gomorra', la niña bonita, se llevó el premio gordo sin ningún tipo de paliativos (igual que se llevó el Premio de la Academia Europea y se hará con el Globo de Oro y con el Óscar, y por que no hay más…), e 'Il divo', que desazona según la ves, conmueve según la navegas, buceando entre sus episodios, y crece según la piensas, ha tenido la mala suerte de nacer a la vera de un árbol robusto, polémico (amenazadoramente mortal para Saviano) e hipertrofiado.
Su liga es la de contar mucho con muy poco; nada menos que siete legislaturas del supuestamente corrupto ex primer ministro Giulio Andreotti con el minimalismo interpretativo del coloso Toni Servillo, premiado en Europa tanto por su papel en 'Gomorra' como por su encorvada mimetización con el tétrico político. Las contadas escenas histriónicas de las que hace gala quien gobernara en Italia la pasada media centuria no sirven sino para acentuar el contraste con lo ladino, diabólico y calculador del perfecto heredero del Don Vito de Brando. De difícil asimilación para los ajenos a la política transalpina por la cantidad de nombres que baraja, juega la baza del narrador omnisciente y demiúrgico, lo cual resta un poco de crédito al montante final pero ni un solo ápice de potencia narrativa. Cine para disfrutar sufriendo.
Valoración: 8
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