Lejos quedan los 80 en los que Steve Martin era un género en sí mismo. Ahora se contenta con aportar apenas un grado de dignidad a productos condenables desde su primera concepción. Entrado en la sesentena, da la sensación de que el canoso cómico ha de tener la vida ya resuelta y, sin embargo, sigue asediándonos con pantomima de saldo cada vez que se asoma a las pantallas. Ahora parece conocer perfectamente las pulsiones de la taquilla quien sistemáticamente la esquivaba de joven. Resulta difícil extrapolar a la vida de un servidor la mentalidad de alguien que hizo lo que le dio la gana de joven para buscar un colchón económico precisamente en los años próximos a su jubilación. Todo parece indicar que la progresión lógica habría sido la contraria, aunque con la moda instaurada por el muy mediático e incoherente 'Benjamin Button' —que también hacía todo al revés— su comportamiento adquiere cierta condescendiente legitimidad.
Hablando de la película, que para eso estamos, nos encontramos como siempre con un robo, un inepto protagonista (Martin 'Clouseau'), varios ineptos de relleno (Jean Reno, Andy García y Alfred Molina), una guapa veterana (Emily Mortimer), una guapa invitada (Aishwarya Rai sustituye a Beyonce) y un cambio de piel del jefe (John Cleese por Kevin Kline). Tanto da el diamantado reparto con que se adorne este vehículo recolector de risas poco exigentes; la calidad es una estación que no consta en su ruta prevista. Se busca más la cantidad de gags que la solvencia de los mismos, lo que inevitablemente, y contrariamente a Sellers, deviene en pronta caducidad. Un traje muy grande para un Martin tan vago.
Valoración: 4/10
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