¿Para qué sirve un Óscar a la interpretación? Descartemos por obvia la de reconocer la mejor actuación de la temporada: eso es discutible cuanto menos. Son pocos los casos en los que hay consenso generalizado acerca de quién debe ganar. Por desgracia ya no nos quedan Olivier ni Brando. Ni siquiera ellos ganaban siempre.
El Óscar de Heath Ledger, recogido por su familia, sirvió para crear un mito
A Paul Newman —ayer muy recordado— se lo dieron en el 87, un año después de concederle el honorífico, porque se lo debían y porque nadie sabía que aún tendría que llegar 'El color del dinero'. Meryl Streep sólo gana uno de cada siete y medio a los que la nominan y eso que pocos dudan que ella es la gran dama del cine actual. Son datos que hablan de una sospechosa arbitrariedad.
¿Por qué no se lo llevan siempre los mejores de su generación? Porque el Óscar no es justo, sino práctico. Ha habido grandes despilfarros, como el de honrar a Hilary Swank por 'Boys don't cry', una muy joven actriz que todavía guardaba en la chistera 'Million Dollar Baby' —ambas veces para disputárselo a Anette Benning—. Un precedente negativo que no han querido repetir con Marisa Tomei en esta edición. Si Jack Palance hubiera leído la papeleta adecuada en el 92 (la leyenda urbana dice que el hombre se equivocó), seguramente habría sido más rival para Pe anoche.
Los Óscar no son una recompensa al trabajo bien hecho, son un premio (es leve el matiz). Y como tales 'premian' distintas facetas. Que Benigni se convirtiera en un fenómeno sociológico con la película más buenrollista del 98 ('La vida es bella') le sirvió para que se quedaran por el camino Ian McKellen (demasiado gay), Edward Norton (demasiado nazi), Tom Hanks (demasiados Óscares a las espaldas) o Nick Nolte (demasiado minoritario).
Para que no pase como con Peter O'Toole, que hubo de recoger uno honorífico en 2003 tras siete intentos fallidos (para volver a ser nominado —y perder— en el 2007 por 'Venus'), Kate Winslet finalmente puede decir aquello de "Prueba superada". Maquiavélicas estrategias de compensación que hacen que Nicole Kidman y Julia Roberts dejaran de ser un par de revientataquillas sin más. Y, ¿qué era más útil para la industria: fortalecer a Sean Penn —una lustrosa estrella intelectual— con una segunda estatuilla o premiar al muy previsible Mickey Rourke? Una cosa es renacer a ídolos caídos y otra dispararse en el pie y malgastar en alguien que lo más seguro es que vuelva a perderse en los infiernos.
No todos lo aprovechan, se lo pueden preguntar a Halle Berry, que en los últimos años ha demostrado que su apuesta por ella fue algo errada. ¿Pasará lo mismo con Marion Cotillard, que no ha estrenado nada desde 'La vida en rosa'?
Un Óscar secundario cantado
Penélope contaba en todas las apuestas por la necesidad de crear estrellas y legitimar a guapas. Es una tendencia que ha quedado muy patente en las últimas ediciones. Desde que en 1997 Curtis Hanson obrara el milagro de redimir a una muy sexual Kim Basinger como actriz seria en 'L.A. Confidential' sólo una gran dama como Judi Dench, una eterna nominada como Marcia Gay Harden y una ortodoxa inglesa como Tilda Swinton, el año pasado, se han llevado el gato al agua sin ser prototipos de modelo/actriz.
El resto: guapas, guapas y más guapas para llenar de prestigio los carteles de los estrenos hollywoodienses. Vende más el cartel de 'Ultimátum a la Tierra' si además de incluir la foto de Jennifer Connelly y a su melena morena aparece encima de su nombre "La ganadora de un Óscar de la Academia", misma entradilla que precede desde 1999 a Angelina Jolie (por 'Inocencia interrumpida'). En el 2002 vino el turno de Catherine Zeta-Jones, que ya estaba harta de ser sólo la mujer de Michael Douglas y del Zorro. 2003 para Renée Zellweger y 2004 para Cate Blanchett, por guapa, por joven y porque Natalie Portman ya tendría tiempo de más. Que Rachel Weisz era grande lo sabíamos antes de 'El jardinero fiel', pero que los académicos tendrían la valentía de corroborarlo y crear una nueva estrella treintañera clon de Pe, y en la línea de Juliette Binoche (1996), lo supimos en la gala de 2005.
Hollywood y su afán de crear mitos 'guapea' más a los ya guapos. "¿Cuál es tu actor favorito?" "Mi actor favorito es George Clooney... Mi actriz favorita es Charlize Theron". Ya no se puede oír aquello de "Esos sólo están buenos". 'Syriana' y 'Monster' se encargaron de acabar con su imagen de 'sólo Sex Symbols'. El mismo trabajo que ayer hizo 'Vicky Cristina Barcelona' por Penélope de España.
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