La gran genialidad de Salinger consistía en saber escribir como un adolescente cuando en realidad tenía 32 años. Si a los adultos nos piden que dibujemos una casa como lo habríamos hecho en el jardín de infancia, es imposible que nos salgamos de los bordes con la misma soltura y desenfado que entonces. Hay ciertas cosas que ya no vuelven. Es mi excusa para decir que no soy un buen juez para 'Hotel para perros'. Cuando las hipotecas pasan a ser un tema de conversación infranqueable y los domingos en pantuflas, un alivio, se pierde la condescendencia para aplaudir la cucamona de un perro tierno. Deberíamos contar en estos casos con un colaborador sacado de 'Juego de niños' que hiciera de intérprete. Me presto a transcribir sus juiciosas (por desprejuicidas) opiniones horizontales.
Dos huérfanos, entre ellos la muy redicha sobrina de Julia Roberts montan un hotel para perros porque tienen un corazón que no les cabe en el pecho. Hay alguna complicación que se soluciona con un discurso conmovedor. Fin. Si yo fuera actor, también iría a donde más grandes me extendieran los cheques, pero eso no quita para que sea una pena ver a Don Cheadle arrastrarse por estos lodos.
Valoración: 1/10
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