El trabajo ya estaba hecho a la altura de la última docena de páginas de 'Watchmen'. Moore y Gibbons habían creado la obra crepuscular definitiva acerca de los superhéroes sin necesidad de un clímax explícito (ni de superhéroes). Todo fluye en el cómic con la calmada mansedumbre emocional del Dr. Manhattan. Pero si la literatura, como cuenta Saramago, se presta a la revisión y al reanálisis, no es descabellado que Snyder haya optado por acogerse a ciertas licencias que le ayuden a poner el lazo final de su elefantiásica adaptación. Su teatralizado final se revela quizá necesario para que los neófitos no consideren que los 160 minutos en que se para el contador se mueven más cerca del 'arte y ensayo' que del entretenimiento.
No se trata de jugar al juego de las siete diferencias sino de intentar adivinar el porqué de las decisiones que han llevado al director a desviarse del endiosado original. Era difícil estar a la altura de las expectativas en un cambio de medio, y más en contra de Alan Moore, cuando precisamente fue el formato lo que dio su entidad al original. No sólo el desamparo y el nihilismo derivado del mismo fueron los que la señalaron como la obra definitiva del género, también su alambicada estructura narrativa de múltiples cabezas. Todo ello desaparece en el momento de la lectura lineal y tampoco lo encontraremos en la edición 'uncut'. El montaje definitivo aportará matices al qué, pero no al cómo.
Sería injusto, sin embargo, no apreciar los logros de quien se ha atrevido a universalizar el cómic maldito que a tantos dejó por el camino, condensando en un solo 'muylargometraje' lo que Terry Gilliam sólo concebía como miniserie. Impecable su factura y meritorio el respeto al espíritu, más aún en la secuencia inicial de los títulos de crédito, que es donde demuestra Snyder un mayor manejo del elemento. La interpretación personal de ese cortometraje demoledor está más cerca del original que el casi milimétrico calco ulterior.
Valoración: 8/10
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