Extraño experimento éste, proveniente de los Países Bajos. Digerido en versión original holandesa subtitulada, lo único que resulta familiar es la presencia en la banda sonora del grupo islandés Sigur Ròs, que, como los aficionados sabrán, cantan en un idioma inventado. Así que todas las guías son algo insuficientes. Si el traductor me la ha colado, estoy ante una película distinta. Tranquilos, que es casi mudo este pseudodocumental basado en hechos reales y centrado en un autista adicto a los juegos de rol en red. Los códigos, aún siendo muy occidentales, con reminiscencias del último pop alemán, suenan a pastiche efectista deudor de un 'Donnie Darko' desnortado. La crispación por la crispación acaba por sacar de la película al espectador, que se plantea si se ha despistado en algún momento o es que lo que tiene ante sus narices es un experimento onírico cuya única pretensión es la belleza formal.
Toda la crítica social al acoso escolar y a la deshumanización que causan los videojuegos se quedan en meros esbozos sin más fuerza de denuncia que la de decir: "No insultes o agravies al diferente, es malo". No hay metáfora ni doble lectura, sólo un intento de tocar todos los palos sin esmerarse realmente en ninguno para acabar consiguiendo un resultado tan poco interesante como su falta de frío o calor.
Valoración: 3/10
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