Tenía 11 años cuando unos matones de recreativos me pidieron cinco duros para pasarse el 'Street Fighter II' 'por mí'. Entonces no vestía estos abundantes músculos y me amilané en pos de una vida más duradera. Lo que me prometió el 'cani' desarrapado e hijo de las cuatro letras no lo cumplió ni por asomo y tuve que gastar otros muchos 'cinco duros' por mi cuenta para conocer la gloria de la mano de Ryu, mi favorito de siempre.
La película de esta semana 'Street Fighter: La leyenda de Chun Li', que parte de un punto temporal anterior a la que protagonizara con más tino Jean-Claude Van Damme en los 90 es ese 'quiero y no puedo ver al resto de personajes'. Aquí nos contentamos con la china de las patadas enfáticas, Balrog, Bison (que en el doblaje japonés se intercambian los nombres) y Vega. No salen el elástico Dhalsim ni el casi imposible Sagat. No los llegamos a disfrutar como no me los llegó a enseñar aquel delincuente juvenil torpe y abusón.
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