1 may 2009

Paraiso Travel (Simon Brand, 2008)


Existe una tara psicológica consistente en enamorarse sólo de las personas equivocadas. Se conoce en ciertos corrillos como 'el síndrome del tontolaba', incapaz de sentir unas gotas de amor razonado por cualquiera que no esté empeñado en hundir su eje de flotación. "A quien más quieres es a quien más jodes" dijo una muy joven Chenoa cuando todavía tenía confesión diaria en la televisión. Ella se bancó al amor por Bisbal y salió escaldada. Sabemos de más, aunque quizá el caso más ejemplar sea de la ex de Brad Pitt (leáse el primer párrafo de la reseña anterior). Pues bien, Chenoa, Aniston, bastantes de vuestros amigos (puede que incluso vosotros mismos) y el protagonista de 'Paraiso Travel' sólo son capaces de sentirse atraídos por lo que es raro, inalcanzable o hace daño. De nada sirve el galán (o galana) que trae flores, los miles de fans, las llamadas a medianoche o los helados de la Coixet si éstos no llevan la firma del ex maldito. Y se vuelven malditos ellos.

Dos colombianos —uno guapo y listo y otra caprichosa, tonta y buenorra— se embarcan en una travesía que les lleva hasta Nueva York, donde los prados, creen, son más verdes. Tras intercambiarse insultos se separan de manera pueril y empieza un '¿Dónde está Wally?' de proporciones granmanzanescas. Hay cierta ternura y momentos amables en este drama bien llevado pero absolutamente deplorable en su premisa; la historia contada, que según algunos —no yo— hereda el trono de 'Amores perros', nunca podría haberse rodado si el prota hubiera tenido un GPS, un móvil o un sentido de la orientación levemente más desarrollado que el de una hormiga pisada. Pero si tragas, te entretienes. Buen cine para un flojo guión, lo que no ocurre mucho; lo que ocurre sólo cuando se apela a la humanidad maldita de cada uno.

Valoración: 7/10

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