Tres moscas parlantes reparan en que su vida entre escombros no es lo suficientemente motivadora y deciden emular la adrenalínica juventud del abuelo de una de ellas embarcándose en un viaje que les lleve a la luna a bordo del Apollo XI. Hablamos de hechos reales. Bueno, a medias, que al final de la cinta sale el ex astronauta 'Buzz' Aldrin —en formato carne y hueso al modo del Anthony Blake de "no os creáis nada de lo que aquí habéis visto"— diciendo que una contaminación similar nunca fue posible, que la NASA es muy limpia. Es como si te dicen: "Mira que bonito lo que te han traído los Reyes, hijo... Pues los Reyes soy yo". Y te dan un bofetón con el revés de la mano.
La cinta proviene de Bélgica, un país sin demasiada repercusión en el mercado de la animación que, sin embargo, consiguió que esta historia —la primera rodada en el 'bajo país' para ser exclusivamente proyectada en 3D—, sedujese a niños americanos por valor de 13 millones de dólares durante los ocho meses que se mantuvo en sus pantallas, bastante para los tiempos que corren.
Quien se espere el sentido del humor propio de la animación por ordenador 'new wave', que lo desespere. Todo aquí es inocente como un diente de león.
Valoración: 2/10
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