Llevaría toda una vida especializarse en cine húngaro. Habría que estudiar la historia, la geografía, la política y, sobre todo, la sociología del país. Y no merece la pena para las pocas películas que de ellos nos llegan. Así que sólo puedo hablar desde la distancia y la perplejidad que produce lo último del director Kornél Mundruczó. Distancia porque es una película que en ningún momento te deja participar. Las autistas conductas de cada uno de los personajes sólo consiguen que les quieras zarandear consecutivamente para preguntarles: "Quillo, ¿qué problema tienes?".
Sinopsis: Joven asilvestrado ausente desde hace varias décadas vuelve a la aldea materna (situada en el delta del Danubio, por ello lo de estudiar la geografía húngara, a ver si es que sus evaporaciones convierten la sangre en horchata) en su treintena. Como no tiene sitio en el hogar familiar, sobre todo por culpa de su malencarado padrastro, decide construir una casa sobre el río ayudado por su hermana (guapa pero bastante lacónica), a la que recién acaba de conocer. Entre ellos se establece una relación que recuerda mucho a la de 'El lago azul' que no gusta demasiado en la región. Y hasta aquí puedo leer.
Preciosamente rodada pero con un desarrollo del todo intuible hasta por el más despistado, buscamos durante 92 minutos exactos las razones por las que un cachivache tan naif pudo hacerse el año pasado con el premio de la crítica internacional en Cannes. Da la sensación de que para entenderlo deberíamos estudiar la historia, la geografía, la política y, sobre todo, la sociológia de Francia.
Valoración: 3/10
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