SAN SEBASTIÁN.— No es que sea un intruso, es que lo que había hecho antes no daba pie para suponer que se convertiría en el más reconocido biógrafo del lado oscuro de Norteamérica. El discurso entresacado de la entrevista que nos llevó ayer a la suite 328 del Hotel María Cristina sirve para intentar obtener las claves que llevan a un taiwanés como él a hacer un cine como éste.
Ang Lee, firmando autógrafos a la entrada de su hotel.
Lee (no el verbo, el apellido), pequeñito y mullido en su sofá, habla bajito, casi sin acento. Peina canas y a veces deja las frases en suspenso. Lo que viene a promocionar es un chute de melodrama del que trasciende, no obstante, un sentimiento positivista casi inédito en su filmografía, cuya misión ha sido explicar el lado chungo del país que le adoptó. Lugar que conoce bien ya que tiene educación estadounidense, tanto que fue compañero de universidad de Spike Lee. Y no, no son familia.
Visita San Sebastián como invitado de honor (concurre en Zabaltegui en la sección Perlas de otros festivales) paseando la película que le llevó a competir en el pasado Cannes. Pero no os vamos a hablar de su gran y erudita trayectoria festivalera. Tampoco quiero abrumaros con el cine que cultivó en los primeros 90, en el que se dedicó a analizar el choque cultural existente entre Oriente y los Estados Unidos.
Empecemos por hablar de su última película. 'Destino: Woodstock' (2009) se fija en la un segmento de la vida de Elliot Tiber (autor de la novela autobiográfica en que se basa la película), tímido vecino de Wallkill (Nueva York), convertido de casualidad en uno de los promotores musicales más importantes de la historia al convertir un festival folclórico local en el brutal Woodstock, exaltación hippie de la paz y el amor libre a finales de los 60. Más América, más gays que añadir a su trayectoria y algo más (no todo) de grisura.
¿Por qué le fascina tanto la historia de los EE.UU., señor Lee?
Me gusta la idea americana de democracia según la cual puedes hacer lo que quieras, incluso aislarte y, aún así, la gente te respeta. Soy un apasionado de las épocas de cambios y EE.UU. es un buen altavoz de lo que ocurre en el mundo porque sirve de botón de muestra simbólico de lo que ocurre a escala global. Si detecto algo muy genuino de América y me entero de que no se ha rodado nada sobre ello, me lanzo inmediatamente porque creo que necesitan a un extranjero para contar su historia.
Norteamérica, bien; pero, ¿y las raíces?
Una de las razones por las que no hago más películas fuera de los EE.UU. es porque hay que implicarse mucho en la parte del desarrollo y pelear para que los proyectos salgan adelante, ya que no tenemos una industria muy sólida en China. Sin embargo, cada vez que he hecho una película americana es porque han sido ellos los que han venido a mí y me han propuesto una oferta cómoda. Ahora me apetece hacer algo específicamente taiwanés cuando encuentre buen material. Me siento en la obligación como persona con poder que soy.
Queda claro que le interesa el retrato de su tiempo en los lugares que mejor conoce, pero, ¿por qué casi siempre tan pesimista?
La oscuridad siempre aflora en mis films porque soy de la idea de que hay negocio también cuando acaba la fiesta. De todos modos, ésta es una de mis películas más optimistas, y eso que intenté evitar deliberadamente la idea de que Woodstock sólo significaba volverse hippie y perder el control, porque, para mí, relajarse supone una curva de aprendizaje. Estar de buen humor y obviar el cinismo es algo difícil, pero con esta película me propuse intentar sonreír.
Y ahora un repaso a la América tristona según Ang Lee
'La tormenta de hielo' (1997): Fue la que le otorgó un puesto destacado en el escaparate del cine indie de prestigio. Y no sólo por regalar a Sigourney Weaver uno de sus mejores papeles alejada de bichitos intergalácticos o ectoplasmas mocosos, sino porque supuso también la prueba fehaciente de que Kevin Kline era algo más que un cómico genial, la revelación de Tobey Maguire y el solvente tránsito a la madurez tanto de Christina Ricci como de Elijah Wood. Este sobrio retrato de la sociedad pequeño-burguesa norteamericana de los 60 fijó la lupa en la doble moral de una época experimental en la que los cambios de pareja eran sinónimo de modernidad. Habría sido fácil juzgar a sus tipos, pero Lee tomó distancia y nos animó a enamorarnos de sus respectivos patetismos.
'Cabalga con el diablo' (1999): Esta obra es de lo más desconocido de su cosecha y un fracaso comercial en toda regla, pues no recuperó en taquilla ni uno solo de los 35 millones de dólares que costó a pesar de contar en su reparto con promesas de la talla de Skeet Ulrich, Mark Ruffalo, la cantante Jewel o el mencionado Tobey Maguire. Este western encuadrado en la Guerra de Secesión Americana (1861-1865), se fijaba en dos amigos afiliados al bando sudista y conjurados contra los yanquis del norte y supuso la perfecta ocasión para analizar el drama de una pelea que enfrentó a hermanos contra hermanos. Aquí llegó directa al videoclub.
'Hulk' (2003): Fijaos si estaba integrado en la patria del tío Sam que hasta le dio por meter mano a su cultura pop, y es que no hay nada más norteamericano que los tebeos. El primer 'Hulk' (luego vendría la versión de Leterrier con Edward Norton) fue incomprendido por el público, pese a hacer más de 130 millones de dólares. Por contra, surgieron voces valientes dentro de la crítica que la ensalzaron como la mejor adaptación de un cómic jamás realizada debido a su oscuridad y profundidad de personajes.
'Brokeback Mountain' (2005): La película destinada a llevarse todos los Óscares de 2006 vio truncada su carrera ganadora cuando 'Crash' dio la sorpresa y se embolsó el premio gordo in extremis. Faltaron huevos en la Academia, que se dijo que el taiwanés podía darse por contento con la estatuilla al mejor director. Dos pastores de ovejas (que no vaqueros, como se les vendió hasta la saciedad) fueron los encargados de dinamitar gran cantidad de tabúes sobre la homosexualidad dentro de un entorno de cine mainstream auspiciado no por un gran presupuesto, sino por millones de críticas entusiastas. Muchos recordarán a Heath Ledger como el Joker por siempre, pero muchos defienden que la de 'Brokeback...' fue su mejor actuación, emparentada directamente con Brando. La década en la que se alumbró este despertar gozoso a la sexualidad entre camaradas fue —al igual que en 'La tormenta de hielo'— la de los ardientes 60. Qué hormonados andaban todos, madre mía.
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