'Avatar' (James Cameron, 2009)
Ahora que empiezan a salir a la luz todas esas arbitrarias y fascinantes listas en las que se reporta lo mejor del año, maná para gente meticulosa con TOC como el servidor, que se tiene que lavar y ensuciar las manos siete veces antes de comer y ha de presionar el interruptor de la luz otras 12 antes de abandonar cualquier estancia de su casa (o si no el vecino del quinto morirá), echo de menos que 'Avatar' no corone todas. Porque mientras no se diga lo contrario, esas listas encumbran a lo mejor del año, y, que yo sepa, lo mejor de la década, o, al menos, lo más importante, debería estar incluido entre lo mejor del año.
Habrá quienes sonstengan que hay que poner el ojo en filmografías pequeñas, que hay cosas que se venden solas sin necesidad de promoción, que no hace falta dirigir más lupas ni guiar más miradas hacia el foco caliente. Entonces, listeros del mundo, dedíquense a otra cosa, o anuncien en el prospecto de sus gilipolleces de listas que este año les ha dado por decir que los dibujos animados a la antigua usanza vuelven a ser cool como las Adidas retro hace un lustro.
El año pasado los de Time también coronaron a 'WALL•E'. Éste, se desmarcan con 'La princesa y el sapo', 'Up' y 'El fantástico Mr. Fox' (del putoamo Wes Anderson metido a animador) en su top3. Es toda una declaración de intenciones que puede ser muy trendy pero que no atiende a ninguna realidad, porque 'Avatar' es una maravilla y se la han dejado fuera.
Para mí, el planeta Tierra, o específicamente Hollywood, si no estáis dispuestos a soportar mi malhumorada megalomanía, es una granja de pollos. Y lo que produce son pollos. Quiero decir, son su elemento, su piedra de toque, aquello por lo que se les juzga. Si los pollos le salen buenos un año, la gente se congratula y la industria puede sacar pecho. Analicemos la cosecha pues como si de pollos fuera.
Puede que 'La princesa y el sapo' sea ese pequeño pollo con seis dedos que cuenta chistes y sabe balbucear el 'I'm yours' desde recién nacido, pero desde luego no es el pollo destinado a gobernarlos a todos. Es un pollito bonito, quizá sea artista cuando crezca, quizá le salgan novias polluelas antes que a otros, pero desde luego no es el que alimentará a grandes regimientos en tiempos de hambruna ni sabrá a otra cosa que no sea a pollo cuando le llegue la hora y lo trinche una familia de Arkansas (pronúnciese Árkansa).
'Avatar' (dejando otros pollos olvidados por el camino como 'Malditos bastardos', 'Un profeta' o '(500) días juntos'), por contra, es un pollo genéticamente superior, un pollo con ciruelas regado por sirope de arce y toda la mandanga. Te lo sirven con pan de sésamo de ese que tiene las semillas tan grandes que las comes una por una hasta que llega el plato en cuestión y viene acompañado de un Ribera del Duero Crianza del 94. Es un pollo que sabe a cordero asado. Es el pollo que a Dios le gustaría comer caso de que adoptara figura antropomorfa y se sentara a cenar a nuestra mesa de Nochebuena con aspecto de mendigo.
En un mundo donde sólo se producen pollos, el pollo es todo lo más y el mejor pollo es el que se lleva la palma. Pero sería injusto no decir que 'Avatar', como el Barça, es más que un pollo, lo que pasa es que me ceñiré a la metáfora primigenia por aquello de no dar mucho bombo a este prescindible divertimento que son las películas. Hay cosas más importantes de las que preocuparse como la nueva cara de Belén Esteban o la gran cantidad de días que lleva esa mujer saharaui sin poder echarse un mordisco de pollo al coleto, pero, vamos, que si nos metemos en harina, quiero decir que como pollo no puede haber otro mejor. Te ofrece todo lo bueno de la especie, y además un poco más.
Espero que se haya valorado el esfuerzo durante los siete párrafos anteriores para no enguarrinar esta reseña con grandilocuentes frases del tipo: "Lo más relevante desde 'Star Wars'", "Una nueva esperanza", "La primera película de una nueva era", "La única que amortiza como es debido las 3D hasta la fecha", porque eso lo pensamos todos sin ayuda. Se ha dicho y se dirá por siempre. Es la verdad y es justo decirla, pero es lo que se te queda en los labios nada más verla. Nada nuevo en el horizonte.
Soy un ferviente defensor de las bondades de 'Avatar' como desprejuiciado instrumento de entretenimiento definitivo. Se me saltaron las lágrimas (como a ese hombre que no se le da muy bien poner las cadenas) al menos tres veces durante sus cerca de 160 minutos y experimenté un viaje con mi propia adrenalina como combustible que me había cambiado tras la proyección. No porque su historia se diferenciara de un maniqueo mejunje entre 'Pocahontas', 'Bailando con lobos' o cualquier proceso de aprendizaje emocionadamente llevado al cine ('Matrix', 'La chaqueta metálica', 'El club de la lucha' me vienen a la cabeza), sino porque el espectador neófito, en una experiencia de tal calado (las 3D que habíamos visto hasta ahora jugaban en infantiles), aprende desde su posición de observador que todavía debe acostumbrarse a ciertas cosas. El entrenamiento (un humano debe acostumbrarse a un traje biotecnológico para asemejarse a los invadidos marcianos) a ambos lados de la pantalla corre paralelo. No se trata de alumbrar la historia definitiva sino de poner un guión correcto, aunque convencional, al servicio de un envoltorio maravilloso, al contrario de lo que exigen los cánones de la erudición.
Da la sensación de que lo que quería James Cameron después de convertirse en el más grande de todos los tiempos con 'Titanic' era luchar no ya contra sí mismo, sino contra el propio elemento. Traspasar barreras imposibles y cambiar la manera de considerar el espectáculo cinematográfico. Hace 12 años demostró que lo más grande que se podía hacer en 2D era hundir contra un iceberg el barco más señorial que podemos recordar, el único al que llamamos por su nombre aparte del Alakrana, el pollo de los barcos. Para mí, que poco después habría podido atreverse con algo en 3D más que muy digno, pero ha preferido esperar todo este tiempo para empezar la casa por el tejado, para desvirgarse en la nueva tecnología siendo la referencia a seguir, la pauta que dirima quién lo hace bien y quién no. El rey del mundo por segunda vez.
Habrá quienes sonstengan que hay que poner el ojo en filmografías pequeñas, que hay cosas que se venden solas sin necesidad de promoción, que no hace falta dirigir más lupas ni guiar más miradas hacia el foco caliente. Entonces, listeros del mundo, dedíquense a otra cosa, o anuncien en el prospecto de sus gilipolleces de listas que este año les ha dado por decir que los dibujos animados a la antigua usanza vuelven a ser cool como las Adidas retro hace un lustro.
El año pasado los de Time también coronaron a 'WALL•E'. Éste, se desmarcan con 'La princesa y el sapo', 'Up' y 'El fantástico Mr. Fox' (del putoamo Wes Anderson metido a animador) en su top3. Es toda una declaración de intenciones que puede ser muy trendy pero que no atiende a ninguna realidad, porque 'Avatar' es una maravilla y se la han dejado fuera.
Para mí, el planeta Tierra, o específicamente Hollywood, si no estáis dispuestos a soportar mi malhumorada megalomanía, es una granja de pollos. Y lo que produce son pollos. Quiero decir, son su elemento, su piedra de toque, aquello por lo que se les juzga. Si los pollos le salen buenos un año, la gente se congratula y la industria puede sacar pecho. Analicemos la cosecha pues como si de pollos fuera.
Puede que 'La princesa y el sapo' sea ese pequeño pollo con seis dedos que cuenta chistes y sabe balbucear el 'I'm yours' desde recién nacido, pero desde luego no es el pollo destinado a gobernarlos a todos. Es un pollito bonito, quizá sea artista cuando crezca, quizá le salgan novias polluelas antes que a otros, pero desde luego no es el que alimentará a grandes regimientos en tiempos de hambruna ni sabrá a otra cosa que no sea a pollo cuando le llegue la hora y lo trinche una familia de Arkansas (pronúnciese Árkansa).
'Avatar' (dejando otros pollos olvidados por el camino como 'Malditos bastardos', 'Un profeta' o '(500) días juntos'), por contra, es un pollo genéticamente superior, un pollo con ciruelas regado por sirope de arce y toda la mandanga. Te lo sirven con pan de sésamo de ese que tiene las semillas tan grandes que las comes una por una hasta que llega el plato en cuestión y viene acompañado de un Ribera del Duero Crianza del 94. Es un pollo que sabe a cordero asado. Es el pollo que a Dios le gustaría comer caso de que adoptara figura antropomorfa y se sentara a cenar a nuestra mesa de Nochebuena con aspecto de mendigo.
En un mundo donde sólo se producen pollos, el pollo es todo lo más y el mejor pollo es el que se lleva la palma. Pero sería injusto no decir que 'Avatar', como el Barça, es más que un pollo, lo que pasa es que me ceñiré a la metáfora primigenia por aquello de no dar mucho bombo a este prescindible divertimento que son las películas. Hay cosas más importantes de las que preocuparse como la nueva cara de Belén Esteban o la gran cantidad de días que lleva esa mujer saharaui sin poder echarse un mordisco de pollo al coleto, pero, vamos, que si nos metemos en harina, quiero decir que como pollo no puede haber otro mejor. Te ofrece todo lo bueno de la especie, y además un poco más.
Espero que se haya valorado el esfuerzo durante los siete párrafos anteriores para no enguarrinar esta reseña con grandilocuentes frases del tipo: "Lo más relevante desde 'Star Wars'", "Una nueva esperanza", "La primera película de una nueva era", "La única que amortiza como es debido las 3D hasta la fecha", porque eso lo pensamos todos sin ayuda. Se ha dicho y se dirá por siempre. Es la verdad y es justo decirla, pero es lo que se te queda en los labios nada más verla. Nada nuevo en el horizonte.
Soy un ferviente defensor de las bondades de 'Avatar' como desprejuiciado instrumento de entretenimiento definitivo. Se me saltaron las lágrimas (como a ese hombre que no se le da muy bien poner las cadenas) al menos tres veces durante sus cerca de 160 minutos y experimenté un viaje con mi propia adrenalina como combustible que me había cambiado tras la proyección. No porque su historia se diferenciara de un maniqueo mejunje entre 'Pocahontas', 'Bailando con lobos' o cualquier proceso de aprendizaje emocionadamente llevado al cine ('Matrix', 'La chaqueta metálica', 'El club de la lucha' me vienen a la cabeza), sino porque el espectador neófito, en una experiencia de tal calado (las 3D que habíamos visto hasta ahora jugaban en infantiles), aprende desde su posición de observador que todavía debe acostumbrarse a ciertas cosas. El entrenamiento (un humano debe acostumbrarse a un traje biotecnológico para asemejarse a los invadidos marcianos) a ambos lados de la pantalla corre paralelo. No se trata de alumbrar la historia definitiva sino de poner un guión correcto, aunque convencional, al servicio de un envoltorio maravilloso, al contrario de lo que exigen los cánones de la erudición.
Da la sensación de que lo que quería James Cameron después de convertirse en el más grande de todos los tiempos con 'Titanic' era luchar no ya contra sí mismo, sino contra el propio elemento. Traspasar barreras imposibles y cambiar la manera de considerar el espectáculo cinematográfico. Hace 12 años demostró que lo más grande que se podía hacer en 2D era hundir contra un iceberg el barco más señorial que podemos recordar, el único al que llamamos por su nombre aparte del Alakrana, el pollo de los barcos. Para mí, que poco después habría podido atreverse con algo en 3D más que muy digno, pero ha preferido esperar todo este tiempo para empezar la casa por el tejado, para desvirgarse en la nueva tecnología siendo la referencia a seguir, la pauta que dirima quién lo hace bien y quién no. El rey del mundo por segunda vez.
Tráiler de 'Avatar'.
Valoración: 10/10
Estreno: 18 de diciembre de 2009
Estreno: 18 de diciembre de 2009
1 comentario:
Yo la he puesto en mi lista de las 5 mejores del año, su proyección en 3D es comparable a la aparición de "El cantor de Jazz" y la llegada del sonoro, pero hay que reconocer que el guión es de 2 + 2 = 4.
Saludos
http://elojoajeno.wordpress.com/
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