No sé por qué, de las innumerables veces que he querido sentarme a escribir sobre esta película desde que la viera en un pase extraordinario a raiz de su encumbramiento en los Premios de la Academia Europea el pasado diciembre, el único arranque que me venía a la cabeza era una canción diminuta de campamento que dice así: "It's like the story that the ancient man tell the little boys around the fire in the forest". Sin principio ni fin. No hay soluciones. "Sólo hago preguntas", dijo Haneke en su triunfal Cannes. "Nada respondo".
Algo parecido pienso de 'El guardián entre el centeno', una novelita brutal que catalogo como relato imperecedero de la angustia en su más pura esencia. Las grandes emociones van en frasco pequeño. Y no quiero decir con ello que el último Haneke sea pequeño, pues es mastodóntico en cuanto a que supone la obra canónica de un maestro cirujano de la decrepitud humana. Al margen de su helado blanco y negro, la voluptuosidad silenciosa de su título y la enjundia de una obra tosca, al menos todo lo tosca que debe ser una película cercana a las dos horas y media, su contexto es pequeño como un pueblito austriaco.
No habla de la anarquía en una gran urbe futura como 'V de vendetta', sino de la raigambre primera del fascismo, la que se establece entre miembros de la misma celula grupal: la familia, más tarde el vecindario. Inaccesible en cuanto a que no te deja entrar ni un solo momento en el devenir de la trama, Haneke se muestra como perfecto heredero de Brecht en cuanto a la distancia que interpone entre pantalla y espectador, un Brecht a 24 fotogramas por segundo con ecos de Dreyer y del Bergman menos prepotente.
Algo parecido pienso de 'El guardián entre el centeno', una novelita brutal que catalogo como relato imperecedero de la angustia en su más pura esencia. Las grandes emociones van en frasco pequeño. Y no quiero decir con ello que el último Haneke sea pequeño, pues es mastodóntico en cuanto a que supone la obra canónica de un maestro cirujano de la decrepitud humana. Al margen de su helado blanco y negro, la voluptuosidad silenciosa de su título y la enjundia de una obra tosca, al menos todo lo tosca que debe ser una película cercana a las dos horas y media, su contexto es pequeño como un pueblito austriaco.
No habla de la anarquía en una gran urbe futura como 'V de vendetta', sino de la raigambre primera del fascismo, la que se establece entre miembros de la misma celula grupal: la familia, más tarde el vecindario. Inaccesible en cuanto a que no te deja entrar ni un solo momento en el devenir de la trama, Haneke se muestra como perfecto heredero de Brecht en cuanto a la distancia que interpone entre pantalla y espectador, un Brecht a 24 fotogramas por segundo con ecos de Dreyer y del Bergman menos prepotente.
Tráiler de 'La cinta blanca'.
Valoración: 9/10
Estreno: 15 de enero de 2010 (vista en Cannes 2009)
No hay comentarios:
Publicar un comentario