22 jun 2010

¿Y este 'remake', para qué?


El caso es que nadie parece contento con lo que tiene. India ‘remakea’ a Hollywood en clave musical, Hollywood parasita a Europa y a Asia, España le devuelve la mirada en cada serie que estrena cegada de deseo, los negros 'remakean' a los blancos y los del porno pillan lo que sea. Culo veo culo quiero aplicado a una industria fílmica global, que, para no devanarse mucho los sesos, comparte, recicla, homenajea y adapta adecuándose en cada latitud a las demandas de su público específico. Y algún loco llama a las puertas de los editores de J.D. Salinger, a ver si cuela. El colmo de los colmos, el último bucle posmoderno de la readaptación, llega a las salas españolas este viernes con la reversión de 'Un funeral de muerte', de Neil LaBute.

Partiendo de una cinta inglesa firmada por Frank Oz en 2007, 'Un funeral de muerte' copia plano por plano el original (como ya pasara con la ‘Psicosis’ de Gus Van Sant o, más recientemente, con el 'autoremake' que Michael Haneke hizo de sus 'Funny games'). Con idioma común, la versión original recaudó ocho miserables millones de dólares en Estados Unidos hace tres años. ¿El problema? Demasiado inglesito estirado haciendo sus cosas de ingleses, tomando té en lugar de café y pronunciando "indeed" con flema en lugar del más castizo "fuck yeah" para expresar asentimiento.

Aún así, el guión funcionaba y su prestigio de cinta festivalera (hasta 11 plazas pisó) con concesiones a la carcajada tenía un pase. Sólo que, como en el caso de los viejos Hitchcocks o DeMilles había que darle algo de color. Y, como el fondo ya tenía suficiente, qué mejor manera de 'tunear' que cambiando la piel a los protagonistas. El público negro estadounidense, muy segmentado, asegura infalibles audiencias de un tiempo a esta parte a los Tyler Perry, Spike Lee, John Singleton o Wayans Brothers.

Los afroamericanos Zoë Saldaña, Martin Lawrence, Tracy Morgan ('30 rock') Chris Rock y Danny Glover se transmutan así en sus muy recientes predecesores, dando lugar a la que Roger Ebert bautizó como "la película más divertida desde 'Resacón en Las Vegas'".

En realidad, ésta no es una tendencia nueva, sino olvidada. Sus raíces habría que buscarlas en el fenómeno setentero de la Blaxploitation, mediante el cual la comunidad negra comenzó a hacer cine de todo género a la medida de sus gustos. Especialmente divertida fue su división de artes marciales con Bruce LeRoy en lugar de Bruce Lee.

Como transición o germen de la nueva ola posmoderna podemos entender 'Adivina quién' (Kevin Rodney Sullivan, 2005), puesta al día del clásico de Stanley Kramer en el que el fallecido Bernie Mac retomaba el papel de Spencer Tracy y Ashton Kutcher, uno de los hombres más blancos de América, se convertía en un muy humillado Sidney Poitier ¡'reloaded'!. La hija de Mac, Zoë Saldaña, ejercía de preciosa joya de ébano como en el estreno que nos ocupa. Podemos considerarla sospechosa habitual.

Es un ejemplo divertido de ir a lo seguro en una época en la que Hollywood, más que nunca, intenta minimizar riesgos. De hecho, el columnista de 'L.A Times' Patrick Goldstein denunciaba hace un par de semanas la puesta en marcha de hasta 10 'reboots', secuelas o 'remakes' con una frase lapidaria: "¿Volverá Hollywood a hacer una película original alguna vez?".

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Lee el artículo original en El Mundo.

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