7 jul 2010

La película del 7-J


"Es evidente que existe un cine post 11-S". Las comillas son de Spike Lee, quien, de modo tangente, reflexionó sobre las consecuencias de los atentados de Nueva York de 2001 en la desasosegante 'La última hora' (2002). Él fue quizá el primero en fijar la mirada, pero desde luego no el único: Wim Wenders ('Tierra de abundancia', 2004), Paul Greengrass ('United 93', 2006) y Oliver Stone ('World Trade Center', 2006) entraron al trapo. Obviando los dos últimos ejemplos, tan esclavos de las circunstancias por su vocación de fidelidad, Lee y Wenders especularon con el duelo originando buen cine social a partir del drama más demoledor. Ahora, a ese cine le han salido primos. Esperen y verán...

No tan fecundo ha sido el 7-J de Londres (en parte porque en las islas no se produce tanto cine), que, sin embargo, alumbró en 2009 una rara joya: 'London river', que llegará a las salas españolas edentro de una semana. En un tono feísta, dibujó con claros y sombras la cara de la pérdida. El atrezo pertenece a Londres, donde los túneles del metro contemplaron hace hoy cinco años las muertes de 56 personas. La atmósfera, atribuible al director franco-argelino Rachid Bouchareb, digamos que tiene que ver más con la sutileza de Mike Leigh que con el nervio de Ken Loach. No en vano, la actriz Brenda Blethyn, que con 'Secretos y mentiras' puso a Leigh en el mapa, es aquí también protagonista. Pero, esperen un poco más, todavía.

Dando la réplica a esa mujer rural y cristiana, una granjera sin teléfono móvil, aparece como un dios nubio el malí Sotigui Kouyaté, un gigante inacabable de más de dos metros a cuyo lado los escasos 1,57 de Blethyn simbolizan una distancia religiosa y conductal casi inabarcable. Las maneras de sus personajes, dos padres, unidos en la incertidumbre de no saber si sus hijos, pareja en secreto, iban a bordo del vagón de la muerte, son lo que cuenta en esta historia de vocación conciliadora, discurso políticamente correcto y broche tan honesto como vital. Ellos son el milagro. En Blethyn no es sorpresa, pero dejen, ahora sí, poner el altavoz en un actor que firmó su testamento fílmico desde las alturas y que ahora, si es cierto que existen, se encuentra en ellas.

El orgulloso merecedor del premio al mejor actor de la Berlinale 2009 no hará promoción de 'London River' en España de cara a su estreno el 16 de julio porque su corazón dejó de latir el pasado 17 de abril. Tenía 73 años. No fue muy prolífico Kouyaté en su carrera cinematográfica, que empezó a finales de los 70 "como favor a un amigo" tras desechar la carrera futbolística. La razón es que se prodigó más como contador de historias tradicional, que como intérprete comercial. Y así, su presencia en el cine sólo se hizo visible a partir de los 90.

La suya fue una trayectoria que pasará a los libros de historia en la cruel categoría del 'one hit wonder' ('maravillas de un solo éxito'). Sí, maravilla. Kouyaté estuvo maravilloso en 'London river' cada vez que aguantaba el plano a Blethyn con rostro inmutable ante su actitud racista e ignorante. Se sentaba majestuoso y marginado en un banco callejero, asumiendo que lo que tenga que ser, será. Cada vez que movía sus brazos y sus piernas, los más largos del cine con una dificultad no exenta de orgullo. En cada escena en la que emulaba, sin pizca de autocompasión, una suerte de Gato con Botas de carne y hueso, más conmovedor que el de 'Shrek'.

A veces el cine no es más que un hombre negro altísimo con los ojos empañados.

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