13 sept 2010

En la muerte de Chabrol, adiós muchachos


Sostienen algunos libros de historia que Claude Chabrol fue el patriarca de la Nouvelle Vague porque 'El bello Sergio' (1958) fue rodada antes incluso que las más icónicas 'Los 400 golpes' (1959), de François Truffaut, o 'Al final de la escapada' (1960), de Jean Luc Godard. De cualquier manera, exageración o realidad, lo cierto es que el director francés, desaparecido ayer, fue parte importantísima de un movimiento revolucionario con denominación de origen.

Inevitable resulta la identidad entre Nouvelle Vague y la revista cinematográfica especializada 'Cahiers du Cinéma', en la que Chabrol desempeñó labores de crítico. En sus páginas cohabitó con los mencionados Truffaut y Godard, pero también con Jacques Rivette, Éric Rohmer y Luc Moullet, todos posteriormente revelados (a excepción, quizá, del último) como directores de gran influencia. Cierto es que fuera de 'Cahiers' pivotaron también los satélites Alain Resnais, Agnes Vardá, Roger Vadim o Louis Malle, pero no es ninguna 'boutade' (palabra que les encantaba) decir, que, con la marcha de Chabrol, el espíritu de la Nouvelle Vague prácticamente desaparece justo el año en que 'À bout de souffle' cumple medio siglo.

Nos explicamos. De la alineación titular, perdimos a Truffaut en el año 84 a causa de un tumor cerebral; a Éric Rohmer el pasado 11 de enero, víctima de múltiples achaques y retirado ya de la actividad profesional; y Godard, aún activo pero en ligas frontalmente anticinematográficas y asociales, ni está ni se le espera ('Film socialisme' fue presentada en Cannes en mayo –sin su comparecencia- mostrando un rupturismo radical y contracorriente, mientras su pareja ha anunciado que es improbable que viaje a Los Ángeles a recoger el premio honorífico que le ha concedido la Academia Norteamericana de cara a los próximos Oscar). Tan sólo nos queda Rivette, quien, a sus 82 años, lleva sin generar verdadero eco desde hace tiempo.

Chabrol, comercial hasta su muerte y capaz de estrenar cintas de gran calado en el circuito de versión original de nuestro país cada año y pico, pasaba por una suerte de tercera juventud con los actores Isabelle Huppert y Bennoit Magimel como fetiches casi permanentes desde que 'No va más' (1997) recibiera aplauso de crítica y público, Concha de Oro en San Sebastián incluida.

Aquella enésima reivindicación del género le reveló como el auténtico pulmón de la cuadrilla restante de dicho tiempo a esta parte. Ayer, tristemente, dejó de insuflar de manera definitiva su vitalidad y su cine dando una estocada casi mortal a una corriente que, allá por los 60, pegó un puñetazo en la mesa para dinamitar la ortodoxia establecida contando 'todo' con apariencia de 'nada', que reivindicó a Hitchcock sobre todas las cosas y que dejó bien claro que la profesión de crítico cinematográfico no era un "quiero y no puedo dirigir".

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Lee el artículo original en El Mundo.

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